San Miguel, Gabriel y Rafael

SAN MIGUEL, SAN GABRIEL Y SAN RAFAEL,

Arcángeles y compatronos de la Congregación

 

Los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Hoy se celebra de manera conjunta la fiesta de estos tres arcángeles. De los tres se hace mención en la Sagrada Escritura y a los tres venera la Iglesia siguiendo la antigua tradición.

En nuestro actual texto constitucional san Miguel es citado de manera explícita como compatrono de la Congregación junto con los Ángeles (cf. CC 35), entre los cuales, por consiguiente, entran implícitamente también los santos arcángeles Gabriel y Rafael.

            Miguel significa ¿Quién como Dios? o Nadie es como Dios, en alusión al motivo que presidió la lucha que, según la Escritura, capitaneó contra el Dragón infernal y sus secuaces, rebelados contra Dios (Ap 12,7-9). He ahí por qué es representado en el arte como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo infernal, amenazándolo con su espada, traspasándolo con su lanza, o presto para encadenarlo para siempre en el abismo del infierno.

Además de esa, otras dos veces es nombrado el arcángel san Miguel en la Biblia: en el capítulo 12 del libro de Daniel, cuando Dios lo envía al profeta para asegurarle su protección, y en la Carta de san Judas (v. 9), en donde se dice: «El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo […] dijo: “Que te castigue el Señor”».

Considerado el papel destacado que entre los ángeles ha tenido el arcángel san Miguel, no es de extrañar que muchas instituciones civiles y religiosas se hayan colocado bajo su patronazgo y tutela. La Iglesia valora grandemente en sus tradiciones y devociones populares la protección que san Miguel ejerce sobre los fieles cristianos, sobre todo a la hora de conducirlos al paraíso e introducirlos en él, tras librar la última batalla en este mundo.

Gabriel significa Dios es mi protector. Al arcángel san Gabriel lo encontramos varias veces en la Biblia: así, vemos que conversa con el profeta Daniel y le comunica con mucha antelación el tiempo en el que ha de aparecer el Redentor (cf. Dn 8 y 9). Ante Zacarías, el sorprendido e incrédulo esposo de santa Isabel, se presenta como el que está en presencia de Dios y le anuncia el nacimiento de su hijo, Juan el Bautista (cf. Lc 1,11-20). Pero la intervención más lucida de este arcángel es sin duda aquella en la que desempeña la misión de anunciar a María la encarnación de su Hijo, Jesús (cf. Lc 1, 26-37).

San Gabriel es tenido —con justicia— como Patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: la de la encarnación del Hijo de Dios.

Rafael, el otro arcángel, significa medicina de Dios o Dios te cura. En el libro de Tobías este arcángel se autopresenta como «uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor» (Tb 12,15). Fue enviado por Dios para ayudar al anciano Tobías, quien estaba ciego y se hallaba en una gran aflicción. Acompañó, asimismo, al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje, adoptando forma humana y haciéndose llamar Azarías, y le explicó cómo podía llegar a casarse sin peligro alguno con Sara, la hija de Ragüel, cuyos siete maridos habían muerto la noche del día de bodas.

San Rafael es invocado por muchos fieles para alejar las enfermedades y es solicitada su protección al emprender algún viaje.

La simbología del arcángel san Miguel en el escudo de la Congregación

Nuestro Fundador, san Antonio María Claret, tenía la costumbre de invocar al arcángel san Miguel al emprender sus tareas misioneras: «Nunca jamás me olvidaba de invocar al glorioso san Miguel», afirma (Aut 268). Bajo su nombre y patronazgo ideó y fundó la Academia de San Miguel, asociación de escritores y propagandistas católicos (cf. Aut 581); lo eligió como protector de la Librería Religiosa (cf. Aut 329); y quiso que fuera compatrono de la Congregación de Misioneros.

Nuestro Instituto ha sido fiel a la voluntad de su Fundador en el aprecio hacia el arcángel san Miguel, considerándolo como compatrono y manteniendo su efigie en el escudo oficial de la Congregación. El primer escudo fue diseñado por el mismo P. Fundador en 1857, después de su regreso de Cuba. En él aparecía el arcángel san Miguel empuñando la espada, como imagen del misionero que lucha en las batallas de Dios y que sale en defensa de la gloria divina. Y, aunque en el lapso de 38 años –desde 1876 hasta 1914–, desapareció su figura del escudo de la Congregación, el arcángel volvió a aparecer blandiendo su espada en el nuevo y definitivo escudo que se diseñó y que fue presentado por el Gobierno General oficialmente a la Congregación en el año 1914.

            Tanto el escudo primitivo, que dibujara nuestro P. Fundador, como el vigente desde 1914, remodelado más en conformidad con las normas de la heráldica pero manteniéndose fiel a la inicial inspiración, incluyen, pues, la figura de san Miguel. Y ello no solo por razón de una tendencia devocional hacia este arcángel, quizás propia de otro tiempo, sino principalmente por lo que su imagen representa para los Misioneros Claretianos: la búsqueda de la gloria de Dios y la lucha contra el demonio o el pecado por medio del ministerio de la Palabra, simbolizada en la espada de doble filo, que corta por cualquier parte que se tome (cf. Hb 4,12).

La inspiración carismática se basa en la presentación que del arcángel san Miguel hace la Biblia (cf. Ap 12,7 y Dn 12). Y evoca, también, la figura del otro ángel valeroso del Apocalipsis (cf. Ap 10,1), con su proyección misionera en los hijos de la Congregación del Inmaculado Corazón de María, tal como al Fundador le hizo entender el Señor, según confiesa en su Autobiografía (cf. Aut 686).

Para la vivencia de nuestra espiritualidad misionera

            La celebración de la fiesta de san Miguel es ocasión para implorar de este santo arcángel su mediación en nuestra tarea evangelizadora. En el Reglamento particular para los Estudiantes, publicado en el Apéndice de 1862 a las primitivas Constituciones, nuestro Fundador exhortaba a los Estudiantes misioneros a tener gran o especial devoción a san Miguel. Lo situaba a continuación de exhortar a la devoción al Santísimo Sacramento y a María Santísima. Pero el hecho de que así lo hiciera no debe interpretarse como invitación a la práctica de una simple y piadosa devoción más, sino que ha de leerse a la luz del papel altamente significativo que el santo arcángel tiene en nuestro instituto. Una vez más, digámoslo, ha de entenderse en clave misionera: en cuanto modelo del guerrero que lucha contra el infernal Dragón al grito de ¿quién como Dios?

            Así comprendido, no solo a los formandos les interesa fijarse en este santo arcángel. Nos interesa a todos los claretianos. Su presencia en el escudo de la Congregación y en el sello o membrete de nuestros documentos oficiales, o su nombre expresamente citado en nuestras Constituciones, no es una figura decorativa o únicamente devocional. Es una invitación icónica a mantenernos fieles a nuestro espíritu en la Iglesia: batallar contra el mal en todas sus formas desde el servicio misionero de la Palabra.

BIBLIOGRAFÍA

  1. ÁLVAREZ, J. El escudo de la Congregación, símbolo de su identidad, en Misioneros Claretianos. Tomo II: Transmisión y recepción del carisma claretiano, Madrid 1997.
  2. Plan de la Academia de San Miguel, en EE, pp. 329-340.
  3. MISIONEROS CLARETIANOS. Apéndice de 1862 a las Constituciones, en LOZANO, J. M. CCTT, Barcelona 1972.
  4. MISIONEROS CLARETIANOS. Nuestro Proyecto de Vida Misionera, II, Roma 1991.

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