P. GUTIÉRREZ POZA, ANASTASIO

Hijo de emigrantes españoles nació en Añatuya, provincia de Santiago del Estero (Argentina) el 5 de diciembre de 1905. Trascurre los primeros años en Santervás de la Vega (Palencia), de donde eran originarios sus padres. A los 11 años entra en el Seminario Claretiano de Segovia y profesa en Salvatierra el 8 de diciembre de 1927. Después de los estudios en Beire y Santo Domingo de la Calzada se ordena el 15 de junio de 1935, centenario de la ordenación del P. Claret. Murió en Roma el 6 de enero de 1998, solemnidad de la Epifanía, a los ochenta y seis años de edad y setenta de vida religiosa.

SU INFLUENCIA. Obtenido el doctorado in utroque en la Lateranense, destaca en la docencia, en España primero y después, desde 1946 en Roma.     

. Desde 1953 al 1981 como profesor ordinario de Derecho Canónico en el Instituto Utriusque Juris de la Universidad Pontificia Lateranense; Del 72 al 91  es también presidente del mismo Instituto y decano de la facultad de Derecho Canónico. Funda en 1975 el Curso Permanente de aggiornamento jurídico y los Coloquios romano-canonistas del Instituto que preside, del que será presidente hasta el 1982.

Su producción científica está en torno a ciento cincuenta títulos, comentando leyes y documentos eclesiásticos, ensayos jurídicos en enciclopedias y revistas y volúmenes, aparte de la dirección de más de doscientas tesis doctorales.

Alterna la docencia con la consultoría de la vida religiosa en sus variadas formas y de los laicos. Revisa más de un centenar de constituciones y directorios. Generoso colaborador de la Sede Apostólica y de numerosos organismos de la Curia Romana. Ofrece una contribución significativa a la figura de los institutos seculares, sobre todo después de la Provida Mater elaborando los documentos fundamentales sobre los mismos. Tras el Concilio contribuyó a la redacción del motu propio Ecclesiae Sanctae del Papa Pablo VI. En 1977 fue llamado para tomar parte de la Pontificia Comisión de la revisión del Código de Derecho Canónico, ocupándose de la parte relativa a la vida consagrada.

            Fundó la asociación de laicos Seguimi para la promoción humana y cristiana, reconocida en 1984 por el Consejo Pontificio para los Laicos y presenta actualmente en Italia, España y Zaire.

Como miembro de la Sagrada Congregación de Religiosos desde 1947, desarrolla el cargo de juez pro-sinodal del Vicariato de Roma, Perito del Concilio Vaticano II, abogado de la Congregación de la Doctrina de la Fe, consultor de la Congregación del Clero y de las Iglesias Orientales, de las Causas de los Santos, de la Educación Cristiana, de los Obispos, de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, del Consejo Pontificio  para la Interpretación de los Textos legislativos y prelado votante del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.

Trabajó por la Congregación, no sólo como profesor sino también como Procurador del Instituto, director de la revista Commentarium pro Religiosis et Missionariis, promotor del Instituto Jurídico Claretiano, de la Bibliotheca Universa Juris, del Colegio Internacional Claretianum ahora Instituto de Teología de la Vida religiosa, todos con sede en Roma. En 1948 postulador general de las causas de beatificación de la Congregación claretiana, dio un impulso definitivo a la del fundador, consiguiendo que se fiesta se extendiera a toda la Iglesia.

SUS VIRTUDES.       “Recordando las conocidas palabras de Pío XII sobre S. Antonio M. Claret –decía en la homilía de su funeral el P. Aquilino Bocos, superior general- se puede afirmar que el P. Anastasio tuvo un alma capaz de ensamblar elementos contrastantes: Humilde de origen y excelso a los ojos de los grandes de la Iglesia; pequeño de estatura, pero de alma gigante; modesto en la apariencia, pero en grado de imponer respeto; de carácter fuerte, pero de temperamento de sueva dulzura de quien se impone el freno de la austeridad y del dominio de sí; amante de ley, pero dotadote gran libertad interior; concentrado en el estudio, pero sin abandonar el empeño humano y social. Y, en medio de todo, como una luz suave que le iluminaba la vida, el Corazón de María”.