JESÚS ERICE

JESUS ERICE

Nació en Muzquiz (Navarra), el día 17 de abril de 1911, profesó por 1ª vez en la congregación el 15 de agosto de 1928 y se ordenó sacerdote el 24 de septiembre de 1938. Tras un breve destino en San Vicente de la Barquera (del 1 de agosto de 1938 al 11 de noviembre de 1939), se embarcó para Panamá el 21 de febrero de 1940. Llegó a las islas de Kuna Yal a el 31 de mayo del mismo año. Desde esta fecha hasta su última enfermedad, 1988, su vida ha estado totalmente dedicada al servicio de los Indios Kunas de San Blas. Murió en Colón el 10 de junio de 1990.

En los primeros años de estar en Narganá se dedicó a estudiar la lengua kuna y a trabajar como misionero y maestro en las escuelas de la misión. En marzo de 1941 compone la letra y másica del himno de la Comarca de San Blas: “La hora sonó del Caribe en el mar”. Desde 1943 hasta 1945 ejerce como INSPECTOR de las escuelas de la comarca. Viaja cada mes en cayuco a vela (embarcación indígena) hasta la frontera con Colombia, Puerto Obaldía. A veces el mar está tan agitado que es peligrosa su travesía como sucede en los meses de enero y febrero en los que se hacían los exámenes en público en presencia del Inspector. El P. Jesús fiel a sus obligaciones no se achanta ante el arreciar de las olas y el viento y se iza a la mar a pesar de muchas dificultades cual valiente marinero. En 1944, fiesta del Coraz6n de María. bautiza a “Nele Kantule”, cacique de la comarca y Sahila de Ustupu.

Desde 1947 a 1949 publica, mensualmente, la revista ” Juventud Sanblaseña” con artículos de jóvenes kunas egresados del internado y escuela de Narganá. En ella aparecen datos interesantes de la vida, historia y cultura de San Blas. En 1948 aplicó el motor fuera borda a la embarcación tradicional de los indios, el cayuco, El P. Jesús se sentía orgulloso de su invento ante los buenos resultados que visiblemente palpaba, pero tuvo tan mala suerte que en el primer viaje terminó el motor en las profundidades del mar. El siguiente motor lo amarró bien para que no se le llevasen la fuerza de las olas. Su idea había resultado.

Cuando vio que en algunas islas admitían la Iglesia Cató1ica, se dedicó a organizar comunidades cristianas, grupos juveniles, damas cató1icas y catequistas. Con sus propias manos construyó templos y casas para misioneros y misioneras, En 1950 comienza la construcción de la iglesia católica en Tigantiki, 1950 la casa cural en San Ignacio de Tupi le, 1952 la iglesia en Playón Chico, 1953 iglesia en Mulatupu, 1954 iglesia y casa de las religiosas en San Ignacio de Tupile, 1955 comienza la casa de las religiosas en Ustupu, 1960 inaugura la casa cural en esta misma isla; desde 1962 a 1964 trabaja en la construcción de la iglesia de Ustupu, con su pintoresca torre, santuario dedicado al Corazón de María. Desde 1968 hasta 1970 construye en Mulatupu casa para las misioneras y casa cural.

Todavía recuerdan los indios Kunas la fuerza de su temperamento arrancando a los bajos del mar Caribe piedras de coral, sin otro medio que una gruesa palanca, con el fin de hacer rellenos en las islas donde más tarde pondría centros misioneros. Los rellenos en el mar tenían la ventaja de ser terreno de la iglesia para siempre, en cambio cediéndoles algún nativo corría el peligro de reclamárselos más tarde la familia o pedir compensaciones posteriores por ellos. Estos centros de misión los situaba en puestos estratégicos que le servían de plataforma evangelizadora para otras islas donde debía ir penetrando el evangelio poco a poco.

Jesús Erice llegó a conocer con bastante perfección y profundidad la lengua kuna. Su dedicación a ella fue tenaz. Cada día anotaba nuevas palabras, matices, expresiones en actitud de ininterrumpido aprendizaje. En 1970 confeccionó un pequeño manual de lengua kuna para utilidad de los misioneros. Años más tarde se retira a Bogotá y Madrid para hacer algunos estudios de lingüística, reflexionar sobre la lengua kuna y organizar materiales recogidos en su experiencia misionera. En 1978 sufrió un infarto que le llevó a dejar físicamente las islas de San Blas, y a retirarse a la catedral de Colón. Esa fue la ocasión que aprovecha el Padre Jesús para organizar sus conocimientos lingüísticos publicando en 1980 una gramática y en 1985 un diccionario. Antes había hecho numerosas traducciones del evangelio, cantos y plegarias para ser usadas en la eucaristía o en las catequesis.

Los últimos años que estuvo en Colon iba periódicamente a celebrar misa a una barriada de indios kunas llamada Cativá. Después de la celebración de sus 50 años de sacerdocio, septiembre de 1988, perdió facultades pasando los dos últimos años de su vida con cuidados especiales. Unos días antes de su muerte tuvo una hemiplegia, le llevaron al hospital de Colón donde entregó su vida al Señor.

El P. Jesús Erice tenía un gran amor a la Iglesia, a la congregación, a la misión de San Blas por la que dio su vida, a los indios kunas quienes cariñosamente le decían; “Nono Arrati “, “Kilor Tummat” (cabeza verde o dura, abuelito, tío grande) .

Cuántas veces le vimos ir con una sotana blanca desgastada de tanto uso, unas chancletas, un gorro de salacof para evitar la insolación, también le vimos salir al mar con tiempo bueno o malo cantando aquella vieja canción “y voy por la carretera” coger la pala y la paleta en sus manos, mezclar cemento, poner ladrillos, repellar paredes, poner puertas, reparar el cayuco, visitar poblaciones indígenas y familias casa por casa, dedicarse a la formación de grupos de damas cató1icas, catequistas, líderes cristianos, celebrar con gran fervor la eucaristía, tocar la acordeón, explicar verdades de fe por medio de grandes láminas catequéticas, la biblia en imágenes, etc. . . Todo ello con gran dedicación y entusiasmo.

Era austero, sacrificado, ahorrador, sencillo humilde, alegre, pobre, obediente, buen compañero de comunidad, de fuerte temperamento, trabajador, organizado, de carácter firme y decidido; de buena memoria para recordar palabras, hechos y personas; optimista, convencido de su fe, entregado con firmeza a la misión, tenaz ante lo que parecía difícil, bondadoso, juguetón con los niños, cariñoso con todos y agradecido.

Todos los días escribía a la luz de una lámpara de queroseno o candil en un humilde cuaderno su precioso diario constituyéndose así en experiencia viva de misi6n.

El P. Jesús se preocupó de las vocaciones nativas llevando un buen número de niños al Seminario menor o jóvenes indias al noviciado. Hemos visto llorar de emoción al P. Jesús contemplando las primeras vocaciones nativas. Hoy hay cuatro sacerdotes kunas (dos claretianos y dos diocesanos), tres religiosas (dos franciscanas y una laurita), un hermano claretiano y varios seminaristas.

Contaba el mismo P. Jesús cómo pasó años entre los kunas en que éstos tenían cerradas puertas y corazones a la Iglesia católica. Fue muy difícil ir abriendo camino y rompiendo temores, prejuicios Y leyes existentes contra ” wagas ” (no kunas) e Iglesia. Los kunas tienen una organización social bien cohesionada y unas leyes muy estrictas que no permiten elementos culturales ajenos a sus tradiciones. La comunidad claretiana de Corazón de Jesús en la que se encontraba el P. Erice, fue abriendo poco a poco, camino con el internado, escuelas, centros misioneros, etc… uno de los más egregios misioneros sin duda fue nuestro P. Jesús que desafiando al mar y al ardiente sol tropical con un pequeño bote a remo, vela y más tarde a motor, visitaba en diversas islas, familias de niños que estaban en nuestro internado, como también sus respectivos congresos y sahilas. Estos en algunas islas le permitían pernoctar, en otras sólo le dejaban estar unas horas durante el día. El trabajo duco y la firme constancia de los misioneros —muy especial del P. Erice— fueron despertando interés amor, respeto y prestigio de la Iglesia Católica entre los kunas, hasta conseguir en el año de su salida de San Blas por razón de enfermedad (1978) tener las puertas abiertas a la misión católica en todas las islas de la comarca.

Después de su muerte los indios kunas de San Ignacio de Tupile, quienes años antes le habían declarado hijo predilecto de dicha isla, solicitaron su cuerpo para llevarlo a enterrar a San Blas. El miércoles, día 13 de junio Monseñor Carlos Md Ariz presidía en la Catedral de Colón el solemne funeral por su eterno descanso. Acto seguido fue trasladado a Panamá donde los indios kunas de la Capital le velaron toda la noche, al día siguiente Monseñor Jesús Serrano ofrecía en la Iglesia de Cristo Rey una eucaristía acompañado por sacerdotes, indios kunas y público en general. Ese mismo día, jueves , fue llevado en avioneta a la isla de San Ignacio de Tupile, donde le velaron toda la noche kunas de dicha isla. Al día siguiente, 15 de junio, viernes, acompañado de cayucos (pequeñas piraguas) fue llevado el cadáver de mañanita, como acostumbran en San Blas, a la isla llamada Inatoiquiña. Allí le cantaron por primera vez a un no-kuna el “Masar Igar”. Es el canto sagrado de la tradición kuna que se hace en estos acontecimientos de la muerte para orientar el espíritu del difunto camino de la casa del Dios Padre, “Olo Nega” (Casa de oro). Por la tarde fue enterrado junto al sahila que por defender la iglesia católica había sido amenazado de muerte por los suyos.

Al entierro del P. Jesús asistieron kunas de toda la comarca de Ustupu, Mulatupu, Narganá, Corazón de Jesús, Cartí, etc… Los asistentes contabilizaron unas 100 embarcaciones o cayucos.

El P. Jesús se lo merecía de verdad. 50 años en la misión, como los vivió él, son referencia histórica para el futuro. El seguirá viviendo entre los Tules de San Blas en el aprecio, admiración y cariño, El P. Jesús sembró y la cosecha ya se vislumbra.

Descanse en paz este gran misionero, que ha posibilitado arraigarse la iglesia entre los indios Kunas de Panamá.

Lucinio Fernández cmf.