Jerónimo Batlló

JERÓNIMO BATLLÓ

Había nacido en Barcelona, aunque por haberse trasladado sus padres a San Feliu de Guixols cuando contaba pocos años de edad, siempre se consideró como nativo de San Feliu. Fue educado esmeradamente lo cual contribuyó no poco a que en el corazón de Jerónimo aparecieran bien pronto las señales de vocación sacerdotal. Siendo todavía niño, tuvo la dicha de conocer al P. Fundador, quien durante los años de misionero en Cataluña predicó en San Feliu una famosa misión.

El día 13 de mayo de 1849 recibió la confirmación del obispo Llorente: la familia Batlló no contaba con recursos para costear la carrera de Jerónimo: por recomendaciones, consiguieron que el Obispo Llorente llevara a su palacio al joven aspirante. El día 18 de febrero de 1853 recibió la tonsura clerical. En el mismo palacio vivía el joven seminarista Tomás Costa y Fornaguera y por cierto los dos jóvenes intimaron mucho.

Varias veces vio a nuestro Padre y aún tuvo la dicha de servirle a la mesa: una en Arenys de Mar donde el Santo había encontrado al Obispo Llorente con quien le unían lazos de íntima amistad por haber asistido a su consagración para la archidiócesis de Cuba; la otra en Barcelona cuando con ocasión del viaje de la Reina, se juntaron allí todos los obispos de Cataluña. Fue en esta ocasión cuando el Beato regaló al joven familiar de su amigo el Obispo de Gerona el primer tomo del Colegial Instruido.

Cuando después murió el obispo Llorente y agradecido a los servicios de Jerónimo, le dejó un beneficio, es interesante saber que en la última enfermedad recibió una carta de nuestro Santo Padre que el Obispo mandaba a Jerónimo se la leyera con frecuencia, pues le llenaba de santo consuelo. También de su protector el obispo Llorente recibió el P. Batlló el nombramiento de profesor de latín, y las dimisorias para su ordenación. El día 2 de septiembre de 1863 recibió efectivamente el santo Presbiterado.

Durante los años de su profesorado en el seminario, tuvo el P. Batlló como discípulos a los futuros obispos Pol, Guillamet, Serra, a los Padres Fluviá, Luller, Genover, Vall-Llovera, Vilahur, etc. Llegó más tarde a ser capellán del hospital de San Feliu, y cuando su amigo Costa y Formaguera fue elevado a obispo de Lérida, lo llamó a formar parte de la Curia leridana, en 1878 había hecho una peregrinación a Roma.

El porvenir se presentaba brillante para el p. Batlló: tenía excelentes dotes intelectuales: en el mundo hubiera podido subir más, y no obstante para asegurar mejor la salvación de su alma, lo dejó todo y en 1863 entraba en nuestro noviciado de Gracia. Con él diose el caso único en nuestra historia, de haber sido nombrado superior a las dos semanas de profesar. Efectivamente encargado de presidir la planeada comunidad de Roma, llegó a la ciudad eterna el día 30 de diciembre de 1884. Los cargos que tenía eran bien delicados: Procurador ante la Santa Sede, Superior de la comunidad y al principio también Rector de Seminario Español. En el cargo de Procurador fue confirmado en todos los Capítulos Generales Habidos hasta 1912, en que por su mucha edad consiguió ser relevado de su cargo. Como delegado nombrado por el Gobierno General asistió a los Capítulos Generales de Madrid, Cervera, Aranda de Duero y Vic (1912).

Los años dejaron sus huellas en el P. Batlló, y los últimos meses de su vida fueron un verdadero purgatorio por los sufrimientos a que estuvo sujeto. Y no obstante había hecho millares de diligencias, por la Congregación y por el Padre Fundador, de cuya causa fue nombrado Postulador. Su presencia en Roma era una garantía para la Congregación y los Padres Superiores. Y con todo si los servicios que hiciera a la Congregación fueron notables, las virtudes de las que diera ejemplo lo fueron mucho más.