HILARIO BROSSOSA

HILARIO BROSSOSA

No es desconocida la fisonomía moral del celebérrimo P. Hilario Brossosa para nadie que haya leído u oído leer la Historia de nuestra Congregación, donde se habla muy circunstanciadamente de los hechos principales de su vida, a contar desde su nacimiento, de su vocación al estado religioso, de los importantes cargos que desempeñó en nuestro Instituto, entre otros los de Maestro de Novicios, Profesor de Moral, Superior de las Casas de Las Palmas y Selva del Campo, etc., etc. Mas su brillante hoja de servicios la constituyen principalmente las gloriosas campañas apostólicas que tuvo ocasión de librar en Cataluña y Aragón, en Extremadura y Andalucía, en Thuir. de Francia y Argel, y sobre todo en las Islas Canarias, cuyos habitantes conservarán imperecedera memoria de su querido P. Hilario.

 Pasando por alto los mil episodios de que fue protagonista en el mencionado Archipiélago, y que muy al por menor se refieren en dicha Historia, nos ceñiremos a uno que no consta en ella, y que dos de nuestros Padres oyeron ponderar el año pasado en Madrid al actual diputado a Cortes por el distrito de Guía, D. T’omás García Guerra. «’Tengo, decía, muchísimo cariño a los Misioneros del Corazón de María desde que el P. Brossosa me dispensó un obsequio que jamás olvidaré, y que a la vez fue una obra de caridad muy propia de incansable -celo apostólico. Hube de tomar a mi cargo, la defensa jurídica de un reo de malísimos antecedentes, contra el cual había levantado gran clamoreo la prensa católica, ya por sus fechorías, ya por su obstinación en morir impenitente. Atendidas las circunstancias creí sería muy eficaz el resultado de mi defensa, si se lograba la conversión de mi defendido; y en esta idea recurrí al buen P. Hilario rogándole que viera de conquistar aquel empedernido corazón. Prestose a ello de muy buen grado, como quiera que. nunca le arredraban los casos difíciles, antes bien parecía crecerse en ellos. Tuvo en la cárcel sus conferencias con el mencionado reo, y supo darse tal maña en tocar las más delicadas fibras de su corazón, que á la postre logró rendirle por completo. Reconciliado con Dios, autorizole para hacer pública su retractación y sincero arrepentimiento; y por lo que a mí toca, esa conversión muy aplaudida por la prensa, sirvió en gran manera a mi propósito; pues al que merecía pena capital, o a lo menos cadena perpetua, conseguí que no se le impusieran sino diez años de prisión mayor con las accesorias. Extinguida su condena, volvió el reo á su pueblo natal, contrajo allí matrimonio, y puedo asegurar que fue modelo de padres y de esposos. Desde entonces mi defendido y yo conservamos profunda gratitud al P. Hilario». Esta fue en sustancia la relación hecha por el citado Sr. García Guerra.

  Cuarenta y cinco años de Vida apostólica desempeñada con las energías morales y físicas de que le enriqueció la Divina Providencia, ya puede suponerse que habían de ser fecundas en frutos de bendición, logrando arrebatar al enemigo del género humano muchísimas almas que le estaban rendidas, por obstinado error de inteligencia o, por perversión de la voluntad encenagada en el vicio. Uno de- los errores que más denodadamente combatió durante su vida, y contra los que con mayor entereza de ánimo esgrimía las armas de su elocuencia, fue sin duda alguna el liberalismo condenado por la Santa Sede. Pudo muy bien suceder que no siempre acertara en la elección de los medios, o que no tuviera presentes alguna vez las circunstancias de tiempo, lugar y personas; pero también es cierto que sabía recibir con la sencillez de un niño los avisos y correcciones, y confesar paladinamente su imprevisión; porque no pactaba nunca con el amor propio ni con los respetos humanos.

Resentida por tantos trabajos emprendidos por la gloria de Dios y la salvación de las almas, su privilegiada naturaleza; comenzó a manifestarse el flaco fundamento de la gloria, del hombre, en unas llagas grandes que se le abrían y extendían en las piernas. Con todo esto,seguía el Padre incansable en el confesonario y los días de paseo cansaba a los jóvenes más andadores. Hace çosa de un año el Señor le probó con otro trabajo disminuyéndole de tal manera la vista que le era muy difícil estudiar, por lo cual, aborreciendo como siempre la ociosidad y queriendo ser útil, me pidió materiales para hacer rosarios, con lo cual se entretenía muy a gusto el tiempo que no’ podía emplear ni en el estudio ni en la oración. Lo más sensible para él fue cuando no pudo celebrar. Húbosele de dispensar para decir misa votiva de nuestra Señora; pero no hizo uso de ella sino tres o cuatro veces ya por la pérdida notable de la vista, ya porque le faltaba la memoria y la atención de espíritu necesaria para una acción tan santa. Con todos estos males se juntó otro que los agravó en gran manera, y por ventura fue -causa de ellos; una disentería tan pertinaz que no hubo medio de detenerla, molestando al pobre Padre con mucha frecuencia, ya de noche ya de día, de tal manera que en cierta ocasión no quiso acostarse durante tres días por evitar la molestia de levantarse tantas veces, hasta que el médico le obligó viendo lo mucho que empeoraba, y nos indicó se le administrara el santo Viático por lo que pudiera suceder, y así se verificó.

Así murió el insigne Misionero, el invencible en los trabajos, el heróico P. Hilario, del cual podemos decir, que ni fue vencido en vida ni lo fue en la muerte, ni temió el morir, ni rehusó el vivir y sólo quiso que se hiciera en él la voluntad de Dios.

Pablo Isasigaín