El compás

El compás

Esta sección de la página web del Año Claretiano se llama El compás. El título puede parecer un poco anacrónico en tiempos digitales, pero los claretianos sabemos bien que esta es una de las comparaciones que Claret utiliza para hablar de la espiritualidad misionera. En un opúsculo titulado El templo y palacio de Dios Nuestro Señor, publicado en Barcelona en 1866, se sirve de la metáfora del compás para explicar la dinámica de la vida cristiana: “Cada cristiano ha de hacer como un compás, que de las dos puntas fija la una en el centro y con la otra se pone en movimiento hasta describir un círculo perfecto”. Él aplica la metáfora a la relación entre la vida contemplativa y la activa. Nosotros podemos servirnos de ella para expresar la necesidad que hoy tenemos de cultivar una espiritualidad que, por una parte, esté anclada en lo esencial del evangelio y, por otra, se abra continuamente a la evolución de la vida, a los cambios sociales, al desarrollo de la iglesia. En los Propósitos de 1865, escribe: “Deus meus et omnia, como san Francisco de Asís. Símil del compás. Una punta está fija en el punto y la otra describe el círculo, símbolo de la perfección”. En los de 1866 es todavía más explícito: “Me figuraré que mi alma y mi cuerpo son como las dos puntas de un compás, y que mi alma, como una punta, está fija en Jesús, que es mi centro, y que mi cuerpo, como la otra punta del compás, está describiendo el círculo de mis atribuciones y obligaciones con toda perfección, ya que el círculo es símbolo de la perfección en la tierra y de la eternidad en el cielo”.

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Centrados en Jesús, podemos movernos según las inspiraciones de su Espíritu. Centro y periferia, anclaje y movimiento son formas de aludir a una espiritualidad misionera que no es dualista, que no es prisionera de los dilemas (o-o) que acaban convirtiéndose en trincheras ideológicas: o contemplación o acción; o adoración o liberación; o comunidad o misión; o trabajo u oración… El compás es una hermosa metáfora para describir una espiritualidad integral, que presta atención a las diversas dimensiones y que no privilegia unas en detrimento de otras. Es, en definitiva, un símbolo de integración, o de “perfección”, como escribe Claret, aunque hoy solemos ser más sensibles a las líneas quebradas que a los círculos perfectos. La vida nos parece un camino hecho de subidas y bajadas, avances y retrocesos. La imagen del círculo nos asusta un poco porque no parece muy adecuada para describir nuestra “imperfección”, pero puede ser entendido también como un símbolo de armonía en medio de la complejidad que hoy nos toca vivir. El Año Claretiano es un itinerario formativo y espiritual que pretende ayudarnos a estar bien enraizados en nuestra tradición carismática para que, de esa forma, podamos ser muy libres sin el riesgo de perdernos. La única forma de que el compás dibuje círculos, que es para lo que se ha construido, y no garabatos es que una de sus puntas esté fija en el centro.

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La sección de la página web que lleva este nombre –El compás– es un blog en el que los miembros del Centro de Espiritualidad Claretiana (CESC) de Vic, del Centro Fragua de Los Negrales –ambos en el ámbito de la Prefectura General de Espiritualidad– y yo mismo iremos compartiendo algunas reflexiones que ayuden a aprovechar y actualizar las propuestas del Año Claretiano. De aquí a enero procuraremos ofrecer algunas pistas para ir creando el ambiente necesario en nuestras comunidades, de manera que el próximo 1 de enero de 2020 podamos empezar el camino bien motivados y animados. Es bueno recordar ya ahora que no se trata solo de un camino individual, sino de un camino compartido con los miembros de nuestra comunidad, de nuestro Organismo y de toda la Congregación. Saber que caminamos con otros nos ayudará a superar los obstáculos y cansancios que sin duda se irán produciendo a lo largo de la marcha.

Cada una de las entradas del blog estará enlazada con la página del Año Claretiano en Facebook. Como sabemos, esta red social permite hacer comentarios, lo que facilita la participación de los lectores.

Pequeño de estatura, gigante de espíritu

Pequeño de estatura, gigante de espíritu

Medía alrededor de 155 centímetros. No era muy agraciado físicamente. En los últimos años de su vida la apoplejía desfiguró algo su rostro redondeado. Nació en Sallent, un pueblo constitucional de la Cataluña profunda en 1807. A su lengua materna –el catalán– añadió después el castellano, el francés, el latín y el italiano. Podía hablar y escribir en estas cinco lenguas, aunque con errores comprensibles. Se movió en tres continentes: Europa (España, Portugal, Francia e Italia), África (Islas Canarias) y América (Cuba). Fue obrero tejedor, estudiante, cura diocesano, misionero popular, fundador de diversas congregaciones e instituciones, arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina española Isabel II. Fue, además, otras muchas cosas: predicador, escritor, director espiritual, propagandista, promotor social, traductor y hasta padre del Concilio Vaticano I. Fue, en la primera etapa de su vida misionera, un hombre admirado, querido y solicitado. Pero fue también –sobre todo en los últimos diez años– un hombre calumniado, vejado y perseguido. Algunas de las caricaturas que le hicieron nos hacen sonrojar incluso hoy: pura pornografía. No importa que los autores fueran los celebérrimos hermanos Bécquer.

Vivió una profunda noche oscura que lo colocó al borde de la depresión. El mismo que había imitado al Jesús que predicaba yendo de pueblo en pueblo lo imitó, al final, en su oración angustiada en Getsemaní y en su sufrimiento en el Gólgota. Jesús y María fueron sus dos grandes amores. Estaba enamorado de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Su ideal misionero lo condensó en pocas palabras. Se puede resumir en cuatro verbos: orar, trabajar,sufrir y buscar la mayor gloria de Dios y la salvación de los seres humanos. Murió con 62 años y diez meses en una celda anónima del monasterio cisterciense de Fontfroide, en el sur de Francia. Su corta cronología fue una profunda doxología. El tiempo humano se hizo adoración de la gloria de Dios. El que se había codeado con los grandes de la tierra (trató personalmente al papa Pío IX y a la reina Isabel II) murió fuera de su patria, desterrado y enfermo. Solo unos pocos fieles se mantuvieron junto a él y lo cuidaron con cariño extremo. Desde 1897 su cuerpo reposa en Vic, el lugar donde el 16 de julio de 1849 había fundado la congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.

Sí, estoy hablando del fundador de nuestra congregación misionera, de san Antonio María Claret, cuya fiesta celebramos hoy, en el 149 aniversario de su muerte. Es difícil hacer la semblanza de una persona que ha cambiado la vida de todos nosotros. Por otra parte, se puede encontrar más ampliada en la página web del Centro de Espiritualidad Claretiana de Vic. En ella encontramos sus manuscritos, su autobiografía, sus innumerables cartas escritas (epistolario activo) y recibidas (epistolario pasivo), muchas de sus obras espirituales y pastorales, estudios sobre su vida y espiritualidad, fotografías, imágenes, etc. Antes he dicho que es difícil hablar sobre la persona que ha cambiado la vida de cada uno de nosotros. No es una exageración. Sin el encuentro con san Antonio María Claret, probablemente no seríamos misioneros y no habríamos conocido a miles de personas de todo el mundo.

¿Por qué suceden estas cosas? No lo sé. Pero me parece que los sueños de los niños son más auténticos que los proyectos de los adultos. Los niños están abiertos a las semillas de verdad, belleza y bondad que el Espíritu de Dios derrama. De adultos, pensamos más desde nuestras conveniencias e intereses. De niños nos dejamos seducir. De mayores queremos llevar el timón de nuestras vidas. No está dicho que lo segundo sea mejor que lo primero. Formamos parte de una comunidad internacional formada por más de 3.000 claretianos que hoy siguen anunciando el Evangelio en 67 países. Hemos comprendido que Dios “es suficientísimo” para llenar el corazón del ser humano y que la vida tiene sentido cuando la dedicamos a que Él “sea conocido, amado, servido y alabado”. Todo se debe, hablando humanamente, a ese “pequeño gran hombre” que fue san Antonio María Claret, a quien Pío XII definió así con motivo de su canonización:

“San Antonio María Claret fue un alma grande,
nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a
los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia
modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra.
Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la
austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de
su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido.
Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción
a la Madre de Dios”.

¡Feliz fiesta de san Antonio María Claret!
A todos mis hermanos claretianos, a los miembros de la Familia Claretiana y a los admiradores y devotos del Santo. Que san Antonio María Claret interceda por nosotros para que seamos fieles y felices en nuestra propia vocación y hagamos felices a los demás trabajando por un mundo mejor.

Una película sobre Claret

Una película sobre Claret

Hacía años que los Misioneros Claretianos y otros grupos de la Familia Claretiana llevábamos dándole vueltas a la idea de hacer una película sobre san Antonio María Claret. Su vida reúne todas las características necesarias para hacerla atractiva y “edificante”, si es que este último adjetivo se puede seguir usando en una época en la que da la impresión de que solo lo “canalla” goza de buena prensa. Quizá la complejidad del personaje, la variedad de escenarios en los que se movió (Cataluña, Islas Canarias, Cuba, Madrid, varios lugares de España, Lisboa, París, Roma, Fontfroide) y, sobre todo, los altos costes de un largometraje nos echaban para atrás. Pero todo empezó a cambiar a raíz de la película “Un Dios prohibido”, que cuenta la historia de los mártires claretianos de Barbastro. La buena aceptación por parte de muchas personas –no siempre por parte de una cierta crítica que suele ver con malos ojos todo lo referido a la Iglesia– nos animó a embarcarnos en la aventura de una película sobre Claret. Contracorriente Producciones –y en especial el director Pablo Moreno– se han entusiasmado casi más que nosotros. Tras una primera reunión de trabajo el pasado mes de enero, se puso en marcha la elaboración del guion. Después de quince versiones, el rodaje comenzó hace unos pocos días y se prolongará hasta el mes de noviembre, aprovechando la luz del otoño. Si el proceso de postproducción va según el calendario previsto, la película –que, por el momento, se llama Pobre y a pie– podría estrenarse en octubre de 2020, coincidiendo con la celebración del 150 aniversario de la muerte de Claret (1807-1870).

No es fácil contar historias según los códigos cinematográficos de hoy. Se puede caer en el moralismo, la sensiblería, los estereotipos o la extravagancia. La historia de Claret es en sí misma grandiosa y atractiva, pero hay que saber contarla. Este es el principal desafío de las películas sobre santos. En Italia hay más tradición que en España. La RAI, por ejemplo, ha producido series de calidad sobre san Felipe Neri, san Pio da Pietrelcina, santa Josefina Bakhita, san Juan XXIII, san Juan Pablo II, etc. Tienen oficio y saben conectar con el público italiano. En España no es tan fácil. No abundan los directores expertos en este tipo de cine. Tampoco los productores quieren arriesgarse con películas “religiosas” o “espirituales”. Temen la escasa aceptación del público y, por tanto, el fracaso económico. Y, sin embargo, hay muchas personas que desean otro tipo de cine, que ya están un poco hartas de que Hollywood lleve más de cien años contándonos las mismas seis historias. Así que, visto todo, nos hemos arriesgado. Pocas personas van a leer, por ejemplo, la Autobiografía de Claret, pero muchos pueden acercarse a su vida a través de una película. Y quizás la película puede ayudarles a formularse preguntas, a ver que la vida se puede vivir de otra manera, a comprobar que cuando una persona está movida por el amor de Dios puede hacer cosas extraordinarias.

Hacer una película cuesta dinero. Difícilmente se puede hacer una producción en España por menos de dos o tres millones de euros. Nuestro presupuesto se queda en medio millón. Tenemos otras muchas prioridades misioneras que consideramos más urgentes y que demandan recursos. Por eso, no pretendemos hacer una superproducción, sino una obra sencilla y digna. Cuando estábamos dando forma al proyecto se nos ocurrió la idea de organizar una campaña de crowdfunding o de micromecenazgo, como suele decirse en español. Un experto perteneciente al movimiento Seglares Claretianos se ha encargado de prepararla. Estamos convencidos de que, a base de pequeñas aportaciones, se puede lograr el objetivo. Hay muchas personas que sienten simpatía por Claret, no solo los miembros de los diversos grupos de la Familia Claretiana –que patrocinan el proyecto– sino también muchos de nuestros familiares, amigos, conocidos, feligreses de nuestras parroquias, alumnos y exalumnos de colegios claretianos, voluntarios de las misiones, lectores de los libros y revistas publicados por nuestras editoriales, etc. Por eso te animo a que difundas esta noticia entre tus amigos, compañeros y conocidos. Muchos “pocos” hacen un gran “mucho”. Esta es la filosofía del micromecenazgo. Merece la pena que nos comprometamos.