¿UN SANTO DESOBEDIENTE A SU PRELADO?

ESTUDIO DE LAS RELACIONES ENTRE CLARET Y CASADEVALL:

entre Misionero y Prelado

            Se había creído, escrito y proclamado que Antonio Claret había sido un maestro en enseñar la obediencia del clérigo y del pueblo a su obispo; y un modelo en practicarla como virtud santificadora.  Pero pasaba esto en la época en que el mito recubría la historia: cuando todos sus biógrafos escribían con un propósito descarado o encubierto de panegirizar, descuidando la crítica de alta escuela: la realidad quedaba deformada y hasta anulada bajo los ropajes del mito.

Ahora alguien ha puesto la figura de Claret al contraluz[1] y nos ha ofrecido una nueva visión de Claret que nos deja maravillados: ha aparecido a nuestros ojos estupefactos todo el barro humano que formaba el ser que había sido revestido con las virtudes de santo: en particular en el terreno de las relaciones de Claret con sus superiores eclesiásticos, se ofrece la visión de un sacerdote que jamás conoció ni practicó la obediencia. Casi se nos impone la veneración de un santo que fue siempre desobediente a sus Prelados.

Una pregunta se nos ocurre: Si los antiguos historiadores, plenos de buena fe y creyendo construir historia,  crearon un mito, ¿tenemos certeza de que los iluminados ojos, escondidos tras los cristales de los prejuicios de unas teorías discutibles, han descubierto la realidad, o nos han proyectado otro mito, otro ídolo? Frente al primero chapeado de oro, este otro cubierto de fango.

La historia debe decidir anteponiendo la base documental a las interpretaciones arbitrarias. Eso intentamos en este trabajo, aportando realidades documentadas que desacreditan las interpretaciones del CL y dan fundamento para interpretar de forma diferente. No podremos prescindir de tener siempre presentes las posiciones en que se coloca el CL, para ver si por la confrontación puede llegarse a la plena luz. Nos ceñiremos al estudio de la obediencia del misionero Claret a su Prelado diocesano, durante la época que corre de 1838 al 1850.

LA TESIS CONTRARIA

Recorriendo las páginas de “Claret a Contraluz” quedamos sorprendidos ante muchas afirmaciones sobre el tema de la Obediencia al Prelado, que engendran el prurito irresistible de buscarle una comprobación. Y como esta comprobación es la finalidad de nuestro estudio, debemos comenzar presentando una selección de las más importantes, que luego intentaremos contrastar.

1- “Al hablar de la pobreza expongo con más detalles las reclamaciones de Claret a la Junta Diocesana de Vic. Llega a decir y a exigir que se le dé lo que necesita ‘de otra suerte me veré en la precisión de desamparar la parroquia antes de concluir la Cuaresma’… Esta actitud no es fácil concordarla con la obediencia y el servicio pastoral. Si no puede hacer lo que él quiere y como él quiere o desea, debe hacer lo que las circunstancias le permiten. Hoy hablamos de medidas de presión, pero lo que Claret hace es casi un chantaje. Todo lo cual no está muy acorde con la obediencia de entonces y de ahora”[2].

2- Claret se decide a marchar de Sallent. “Nada consiguieron ni la oposición del Obispado, ni… En el fondo de esta apología (la que hace el Arzobispo de Tarragona afirmando que Claret marchó a Roma con conocimiento y permiso de sus superiores, …) parece que hay el hecho de la independencia y del modo de obrar de Claret al margen de sus superiores”[3].

“El Gobernador Eclesiástico y Vicario General de la Diócesis se opuso a esta decisión, e hizo a Claret serias reflexiones; pero éste había decidido ya”…. “creo poder afirmar que Claret no se ha fijado como meta ir a misiones, sino que lo que quería era dejar su parroquia… ¿Dónde está la obediencia y sumisión, la aceptación de la voluntad del otro?” “Emprende el viaje a Roma. En esta actuación de Claret se ve con claridad que para él la obediencia está vinculada a hacer lo que él cree que es eficaz para su apostolado”…[4].

3- “Lo que parece cierto es que Claret no tiene ganas de verse con el Vicario General de Vic. Dice que se puso en observación desde Olost. Tenía ganas de decidir él, pero …” “decidió aceptar la humillación que suponía volver a Vic” … “determinó acercarse a Vic y consultar con sus Superiores. La consecuencia fue el destino a Viladrau. Es fácil adivinar que fue un duro golpe”… [5].

4- La salida de Viladrau… “No consta que los superiores se opusieran, pero han debido ceder y cambiar el destino que le habían dado”[6].

5- “¿Cómo entiende Claret la obediencia? ¿Hacer lo que él quiere después de arrancar el permiso a los Superiores? …  Es él quién planea y dispone lo que va a hacer. Es él quien se ofrece a Casadevall para que le mande, o le señale las ciudades … Esta es la disponibilidad que manifiesta cuando pide le exoneren del cargo parroquial. En la práctica las cosas serán diferentes”[7].

6- “Del Epistolario no se puede deducir que, en sus años de misionero, Claret tuviera esa actitud de disponibilidad, ni que el Superior Eclesiástico le señalara las poblaciones en el sentido en que se ha interpretado … aunque lo diga e insista tanto Claret en la autobiografía y en algunas cartas. La doctrina teórica es clara y exacta. Pero Claret, predicador en Cataluña, ha vivido esta realidad desde una vertiente y en un sentido muy distinto”.  “En la Autobiografía insiste en este punto de la obediencia al Prelado, en ser enviado por él, debido a la experiencia que como Prelado y Confesor Real ha adquirido,” .. “en Cataluña … en aquellas circunstancias sólo el Obispo, de acuerdo con la autoridad civil, podía señalar las personas y los lugares donde se podía ejercer el ministerio. Por tanto, Claret, si quería ejercer el ministerio, necesitaba que el Obispo o el Superior le señalara el lugar y le concediera el permiso”. … “pero Claret, en este momento de su vida, no actuaba en virtud de la doctrina teológica, sino de unas circunstancias históricas. La necesidad del envío … no se deduce de la práctica vivida por Claret”[8].  “La obediencia es un medio para creer que hace la voluntad de Dios” … Después de la experiencia de la ida a Roma “la dependencia del superior era un medio práctico y necesario para aquietar su conciencia y evitarse compromisos”[9].

7-   “Claret no reconoce que crea problemas y cree que son los Superiores los responsables de la inactividad a que está sujeto. Él cree tener razón y su actitud es la de no ceder. Por esta razón … diría que acusa a los superiores al decir que había ido a Pruit por obediencia a su Superior Eclesiástico, que él habría predicado … Claret dice que estaba a las órdenes del Obispo, pero no era un sujeto que ofreciera facilidades a los superiores ni que cediera fácilmente su manera de ver ante las dificultades que podía crear”[10].

8- “Claret estaba de acuerdo en principio en que le señalasen los pueblos, … Pero Claret no admitía que le señalaran los días que debía estar predicando en cada pueblo. Esto lo quería determinar él según la respuesta que encontraba a su predicación y las necesidades que detectaba”[11].

 “Claret quería hacer el trabajo según su modo de ver, incluso parece que algunos pueblos que le señalaban no le caían bien. Le envían a pueblos pequeños y solitarios (quizá para no levantar más polvareda y evitar conflictos); pero a Claret le van las masas y los grandes movimientos. Al recibir estas listas, dice el Biógrafo, partió con la obediencia a cultivar aquellos campos desatendidos… Los pueblos pequeños no son los más apetecidos por Claret. Tiene fama; por donde pasa hay conmoción religiosa y política. Ante aquel movimiento popular no le es fácil aquietarse con la manera de actuar que le propone el Superior Eclesiástico. Baste recordar lo que dijo Claret al impedirle el Superior la predicación de la Cuaresma en la catedral de Vic. Claret actúa por lo que ve y deja a un lado las autoridades civiles y eclesiásticas con sus imposiciones”[12]

8(El párrafo 3.4.1.6 es reiterativo y mezcla muchas cosas con poco orden.)

“Hacia el final de su vida, en la Autobiografía, .. ha mitificado la disponibilidad en el ejercicio del apostolado”. “Conocí que el misionero debe ofrecerse al Prelado, que … ¿cuándo lo conoció? … ¿A raíz de su experiencia como Obispo cuando experimentó lo que suponía la libertad de los misioneros e intentó tenerlos a todos al servicio de su plan?  ¿Con qué fin exige para sí una libertad total durante su vida y pide que los demás estén en dependencia del Obispo en sus ministerios?”… “El Epistolario… no da testimonio de esta dependencia de Claret respecto de su superior eclesiástico”[13].

-(La oposición Autobiografía-Epistolario): “En cambio tenemos el Epistolario y otros testimonios históricos que se van conociendo y con ellos sí se puede elaborar la historia autentica y real”.

9-  (La lista de las poblaciones que le mandan los superiores…)

-Claret dice que iba a los pueblos porque “así se lo habían pedido los Superiores” …  “pues no era esta la idea que de él tenían muchos en su tiempo”.

10- “No era fácil a los superiores coordinar las actividades de Claret, dado su modo de ser”  (las dificultades no nacen de la multitud de peticiones, sino de la conducta de Claret!)

-Insiste en asegurar que la actuación de Claret provoca conflictos como los provocó la predicación de la Cuaresma de Vic.

11-  “Se le ofrece la ocasión y sin consultar con nadie se va a Canarias”.

 -Expuso a Caixal la idea de internarse a predicar por España: que éste lo consulte con el Arzobispo de Tarragona; así podrá presentarse avalado ante el de Vic, menos inclinado a esta aventura[14]. “¿Por qué se dirige al Arzobispo de Tarragona y no al Obispo de Vic, que es su superior?”.

 -Las razones de la ida a Canarias: distinto modo de hablar a una monja y a Caixal: mientras era Claret quien planeaba ir a España; para ir a Canarias depende del superior: “Es significativo que ni Claret ni los Superiores se hayan preocupado de los compromisos contraídos y a los que debía atender, ni de las personas a las que dejaba desatendidas”.  “Era más importante que Claret se fuera lejos”.

-(Contraposición entre la actitud al ir a Canarias y al aceptar Cuba: ahora se preocupa de Librería Religiosa y Congregación. El motivo es que Cuba se lo imponen, pero Canarias lo elige él): “la idea de Canarias la agenció él”[15].

12- El nombramiento para arzobispo.  “Es costumbre afirmar que aceptó por obediencia. Dice Claret: Para obedecer a Dios, a V.S.I. y a los señores de Madrid me rindo a aceptar aquella dignidad”. Casadevall “insistió al Ministro en que si se le mandaba, Claret, que no respira sino obediencia ciega a los Superiores, no rehusará. … Yo creo que esta propuesta de Casadevall es interesada, ya que tiene experiencia del modo de actuar de Claret. Más adelante explico el sentido de esta afirmación o actitud de Casadevall”.

13- “Me atrevería a formular una pregunta: la decisión del Obispo de Vic de mandar a Claret que acepte el arzobispado, que si no acepta resistirá a la voluntad de Dios y que ‘in quantum possum le mando que acepte el arzobispado de Cuba porque así lo dispone Dios’ ¿no es acaso una manera elegante, de parte del Obispo de Vic, de liberarse de un candidato que siempre le fue molesto porque le traía problemas, pero más ahora debido a que los momentos políticos que se vivían eran bastante difíciles? La respuesta que Casadevall da a la aceptación de Claret parece que deja mi propuesta o pregunta en suspenso, pero creo que en realidad es una confirmación clara de la sospecha”[16].

14-  “La aceptación fue precedida … por el consejo que Claret pidió a sus amigos… Claret decía a Casadevall: Bien sabe V.E.I. que siempre me he dejado conducir por la mano de la santa obediencia. (Casadevall le habría podido recordar la salida de la parroquia de Sallent contra el parecer de los superiores)”… Claret no obedece a los superiores … sino a los amigos, de quienes se fía y con quienes tiene una relación distinta que con la autoridad”.

“Decidió aceptar al conocer el parecer de los amigos”. “En el fondo es Claret quien determina. No le imponen nada. Es él quien se lo impone”[17].

15- “En los propósitos espirituales de esta época no aparece la obediencia por ningún lado de forma explícita” … “Insiste en la humildad, paciencia, mansedumbre. Estas virtudes hacen suponer que la obediencia no le era fácil, ni les surgía espontánea. Claret está hecho para mandar y para estar por encima de los demás … Este modo de ser le parecía normal y no intenta ser de otra manera”[18].   

UN AVANCE DE JUICIO

De los textos arriba copiados ya aparece el modo de trabajar que tiene el autor de CL. Utiliza los textos conocidos y aceptados: Autobiografía, Epistolario, Historia Documentada del P. C. Fernández: es la documentación básica y a disposición de los estudiosos. Alude también a los nuevos documentos que van apareciendo; pero no parece que los conozca. Sobre aquellas tres obras básicas va construyendo sus lucubraciones, dándoles una interpretación sometida a directrices preconcebidas, a prejuicios teóricos que se imponen a los hechos. Lo peor del caso está en que sus teorías le obligan a interpretaciones que deforman la realidad en un sentido negativo, francamente peyorativo, de la personalidad y virtud de Claret. En alguna parte de su obra se refiere a los criterios que imponen una determinada exégesis de los textos bíblicos.

A nosotros nos parece que en pocos casos los textos de las tres obras citadas como fundamentales obligan a tener como interpretación exclusiva la que crea el CL; que la nueva documentación la contradice; y que el conocimiento del entorno histórico de los datos que se utilizan en el CL exige una interpretación diferente.  El desconocimiento de tales circunstancias socio-políticas, determinantes de muchos hechos y detalles de las decisiones, puede llevar a interpretaciones desacertadas.

Un ejemplo manifiesto está en la afirmación del apartado nº. 13, en que dice que Claret para el Obispo Casadevall  “siempre le fue molesto porque le traía problemas, pero más ahora debido a que los momentos políticos que se vivían eran bastante difíciles”.  Resulta duro admitir que los años 1848-50, cuando el gobierno está en manos de los políticos moderados, seriamente preocupados por el arreglo de la situación religiosa con la firma de un nuevo Concordato ya en gestación… se encuentre Casadevall en unos momentos políticos difíciles, peores que los que había vivido durante los años de Espartero y del gobierno progresista. Como es falso el supuesto, así resulta falaz la consecuencia.

Y no valdrá servirse de las intuiciones, de las sospechas, del “a mi me parece”, que con tanta frecuencia son las razones del CL. Y menos aún servirse de un hecho o de una interpretación basada en un “parecer” como base firme y contrastada para construir otras interpretaciones imaginarias. Y, aparte las razones y disquisiciones sobre las realidades, se debería pedir que se trate con respeto (si ya falta el cariño filial) la figura del que es nuestro Padre y Fundador, del que la Iglesia ha canonizado. Que el lenguaje empleado sea comedido y que no se hagan atribuciones y calificaciones infundadas que puedan rebajar su honor y dignidad. Que también los Santos se ofenden con juicios temerarios. Y con ellos y por ellos sus discípulos e hijos.

RELACIONES DE CLARET CON CASADEVALL

¿QUIEN FUE CASADEVALL?

Intentando concentrar la atención en la obediencia de Claret en su época de misionero, debemos reducirnos al estudio de las relaciones  que mantuvieron entre sí Claret y Casadevall. Éste fue su principal superior, por no decir único, pues hay que esperar que no se querrá tener en cuenta la sumisión debida a los “majordomes”; y aun a los Párrocos, de los que Claret fue vicario y auxiliar durante las predicaciones.

Y como detrás de la figura canónica de un superior va siempre una persona que sustenta el cargo y lo condiciona en menor o mayor grado, resulta conveniente conocer la persona. Es una circunstancia determinante y condicionante de la forma de obediencia practicada.

El autor del CL no describe ni un solo rasgo personal de Casadevall: es sólo “el superior”, “el Prelado”, “el Obispo”. Para nada aparece una persona de carne y espíritu. Y se podría preguntar:  ¿conoce algo de la persona y vida de Luciano Casadevall? Después de haber escrito una biografía del Dr. Luciano Casadevall y Durán de más de 130 folios, me atrevo a decir que sabe tan poco que equivale a nada.

No existe en las bibliotecas una Biografía del gran Obispo: la única fuente informativa es el discurso biográfico escrito con motivo de la colocación de su retrato en la galería de Vicenses Ilustres. Es un libro raro, que pocos claretianos tienen ocasión de consultar.  El P. Cristóbal Fernández en su Historia Documentada no se entretiene en hacer su presentación, y, por cierto, las dos primeras ocasiones en que habla de él se equivoca: Casadevall no fue profesor del seminario[19] ni sucedió a Corcuera en el gobierno de la diócesis[20]. Y no sigamos comprobando nuevas citas.

Luciano Casadevall y Durán nace en Vic el 22 de noviembre de 1785 en el seno de una familia numerosa en que el padre gana el sustento con un comercio de pasamanería. Son ocho los hijos: Luciano viene en el séptimo lugar. Como sus cinco hermanos y tres tíos formaron familias domiciliadas en Vic, Luciano vivió siempre rodeado de familiares, que así le auparían como le vigilarían. Valga esta observación para indicar que no podía ser un hombre antisocial, extraño, desarraigado. Actuaba con dignidad en un mundo de compromisos políticos y sociales: guardaba un gran equilibrio humano.

Comenzó los estudios en el seminario, y luego obtuvo beca de colegial; después el obispo Veyán y Mola le eligió para familiar y pasó a vivir en palacio. Una vez ordenado se doctoró en Teología. Pero no fueron los estudios su ocupación: Veyán lo nombró su Mayordomo y administrador. La figura del obispo Veyán proyecta sobre Casadevall la sombra de la cultura y del “progresismo”: Veyán es el fundador de la biblioteca episcopal de Vic, el hombre que en la invasión francesa trata con las autoridades de ocupación, y se hace respetar de ellas.

Casadevall obtuvo una canonjía en el cabildo de Vic en 1815, y comenzó a ser el canónigo cumplidor de su cargo, constante en la asistencia al coro y generoso en el servicio del Cabildo: se ofreció a pasar a Madrid para solventar negocios de la corporación. A partir de 1823 será el fiel secretario capitular. Desde este cargo presencia el gobierno del gran obispo Corcuera, que se distinguió por sus buenas relaciones con los canónigos.

Este curriculum sacerdotal nos hace ver un Casadevall administrador y secretario, hombre de oficina que ve y trata gran variedad de personas y asuntos, intentando encarrilar los sucesos por los caminos de la ley: amplia visión, y estudio delicado de los medios de gobierno. Esta observación excluye en Casadevall las actitudes de prepotencia, de arbitrariedad, improvisación.

Esta visión del gobierno de Casadevall se refuerza cuando conocemos cómo llegó al gobierno diocesano: muere el Obispo Corcuera en 3 de julio de 1835 y para sucederle en sede vacante son elegidos canónicamente dos Vicarios generales: los canónigos Dr. Pau Coll y Dr. Francesc Martí. Al cabo de un año llega orden del Gobierno de Madrid, destituyendo al Dr. Francesc Martí, y confirmando sólo al Dr. Pau Coll. Era una represalia contra el Cabildo por haberse negado a la imposición anticanónica y cismática con que el Gobierno liberal quería que el Cabildo eligiera por Gobernador Eclesiástico y Vicario General al “obispo electo” (o nombrado por el Gobierno), Joaquín Pérez de Necoechea.

Durante el año 1837 hubo nuevas presiones del Gobierno para que se eligiera por Vicario Capitular un nuevo “Obispo electo”, Gregorio Sanz de Villavieja. Destituyendo al Vicario Capitular legítimo, el Gobierno obligó a los canónigos a reunirse para hacer una votación en que se eligiera el Vicario impuesto. Ya la celebración de una votación era irregular; y hacerlo de un único candidato impuesto por el Gobierno conculcaba todas las leyes canónicas. Pero los canónigos vicenses fueron fieles a su conciencia y negaron sus votos afirmativos al candidato del Gobierno.

Destituido el Vicario legítimo, no elegido el aspirante anticanónico, quedó desamparado el Gobierno de la diócesis: mientras el Cabildo comunicaba a Madrid el resultado de la votación y esperaba una resolución del Gobierno, que sólo se podía presumir que sería de castigo (como lo confirmaba el ejemplo de varias otras diócesis y cabildos), la facultad canónica de gobernar la diócesis recaía por derecho en el Cabildo como cuerpo jurídico. El Dr. Parrella, que por derecho de antigüedad, había comenzado a gobernar en representación y comisión del Cabildo, pronto se vio obligado a renunciar por falta de fuerzas y de vista. Siguió ahora siendo el Cuerpo capitular el detentor de la potestad de gobierno y, al faltarle cabeza, debió entrar a dar la cara su Secretario: así en 28 de abril de 1837 comenzó Casadevall a ejercer funciones de gobierno como “Canónigo Comisionado Capitular Gobernador Eclesiástico”. Con esta interinidad y precariedad, siempre bajo la amenaza de que el Gobierno liberal reaccionara descargando sus iras contra los rebeldes canónigos de Vic, siguió Casadevall gobernando, tratando de solucionar los problemas más inmediatos y urgentes.

Años más adelante llegó alguna comunicación secreta de Roma con que se reforzó su autoridad y pudo actuar con mayor seguridad. Pero, durante los años de la guerra carlista, Casadevall vio discutida su autoridad y perturbado su gobierno por los representantes del Delegado Apostólico nombrado para las regiones dominadas por los Carlistas. Por fin en 1848 Casadevall fue nombrado Obispo de Vic, con aplauso general, que reconocían sus méritos en el gobierno.

Estos datos históricos pueden fijar las características del gobierno de Casadevall. De haber entrado en el gobierno con pleno derecho, con nombramiento papal, y reconocido por todos, ascendiendo como quien dice al trono episcopal, podría haber caído en el excesivo aprecio del cargo, que sobrevalorara su propia persona; tener la pasión por el cargo y sus prerrogativas. En Casadevall no podemos encontrar grandes planes y proyectos, programaciones universales, normas y modos personales a que todo y todos deberían someterse. Todo lo contrario: Casadevall es el hombre que entra en el gobierno por necesidad, con la provisoriedad y el temor (él mismo lo confesaba) de acostarse sin poderse prometer que no acabara el sueño en la cárcel. Tiene que limitarse a lo más necesario y urgente del día a día, a resolver problemas puntuales de parroquias y personas; vivir apañando, componiendo y salvando lo principal.

Esto hace suponer que el carácter impositivo, no ya intemperante, no era el fuerte del gobierno de Casadevall. Estaba acostumbrado a que le fallaran las disposiciones previstas y tener que improvisar de inmediato nuevas soluciones. Incluso en los nombramientos conocemos dos casos sintomáticos, en que, en lugar de imponer su voluntad, propone soluciones que quedan a elección de los interesados. En la biografía del P. Esteban Sala[21] se puede leer que, faltando Vicario en la parroquia de Sant Quirze de Besora, escribió a su párroco Dn. José Montaner proponiéndole que lo escogiera entre dos sujetos que le ofrecía. Y el párroco prefirió al Dr. Sauquer al P. Esteban Sala. 

El otro caso sucede en Igualada. En 1838 vivían y actuaban allí dos sacerdotes eminentes: el Dr. José Sentmartí y Mn. Joan Segura. Estando vacantes los cargos de Deán del presbiterio y el de párroco, Casadevall les escribió que los consideraba igualmente dignos para cualquiera de los dos, y por lo tanto que ellos mismos escogieran y se repartieran los cargos.

Creo que el conocimiento del carácter personal y el del gobierno del Dr. Luciano Casadevall es dato a tener muy en cuenta al inventar interpretaciones de las relaciones que mantuvo con Claret. Particularmente vale la observación para el caso del nombramiento del Ecónomo y sobre todo en el caso en que Claret pide el cese para ir a misiones. Para el  CL la interpretación de “violento rompimiento” que da de este hecho le sirve de fundamento para inventar una oposición permanente entre Casadevall y Claret. La cosa es muy grave. El carácter de Casadevall no permite empecinarse en mantener esta interpretación.

            Para acabar la biografía de Casadevall falta decir que hizo su entrada en Vic como Obispo el 24 de Octubre de 1848, mientras Claret estaba en Canarias. Durante su pontificado hubo de dedicarse a grandes campañas de confirmaciones en su propia diócesis y en las vecinas de Solsona, Barcelona y Tarragona; fomentó las misiones populares poniéndose a lado de los misioneros para defenderlos. Finalmente falleció el 11 de marzo de 1852.

La alabanza del gobierno de Casadevall la proclaman: Balmes, quien siempre estuvo a su lado y fue sin duda su promotor al episcopado; el P. Roothaan, General de la Compañía, quien en carta a él dirigida le decía que Dios había concedido tres campeones a la diócesis: Claret por la predicación, Balmes por la ciencia, y, sin nombrarlo, dejaba suponer que el tercero era Casadevall. Y aquí traeríamos el testimonio de Claret si no temiéramos que los del CL lo pusieran en cuarentena por considerarlo falaz e interesado[22].

Pasamos ya a examinar las afirmaciones particulares que nos parecen discutibles y hasta falsas.

1. UNA ACTITUD QUE NO ES FACIL DE CONCORDAR CON LA OBEDIENCIA Y EL SERVICIO PASTORAL (Nro. 3.3.1.4)

 El CL juzga así la conducta de Claret en el caso concreto de un incidente acaecido durante los trabajos Cuaresmales de 1839. Consta única y exclusivamente por un documento que puede verse reproducido en el Epistolario[23]. Por tanto toda interpretación de la conducta de Claret deberá contenerse dentro de los límites que su texto marca.

El CL ve en este texto una prueba clara de que para Claret “la obediencia está vinculada a hacer lo que él cree que es eficaz para su apostolado, en la misma línea en que actuó cuando la organización del servicio religioso de la parroquia de Sallent durante la Cuaresma”.  Pero  la lectura del documento sólo nos dice que en aquella época tenía Claret cuatro sacerdotes que le “ayudaban en la Cuaresma y a quienes tenía que mantener”. Qué clase de ayuda, o qué modo de organización de servicio religioso, no se puede deducir en modo alguno. Se puede inventar la figura de un Claret, Ecónomo, que se encierra unos días en la casa parroquial, discurre, consulta libros de pastoral, estudia encuestas, y tal vez acompañado ya de los futuros colaboradores fija sobre el papel un programa de acción cuaresmal, con sus correspondientes objetivos, motivaciones y líneas de acción. Todo al estilo actual de algunas pretenciosas programaciones pastorales, que vemos anunciadas y nunca historiadas por haber pasado a la práctica.

O podemos figurarnos más modestamente un Ecónomo interesado en intensificar la vida cristiana en los tiempos fuertes, con predicaciones, enseñanza del catecismo, actos de devoción en la línea tradicional, y que para esto solicita la ayuda de los sacerdotes más cercanos. Este “gran plan” de acción difícilmente podría tomarse como una “magna obra” que le pudiera dar pie a enfrentarse con la Curia diocesana, y llegar hasta faltar a la  obediencia y sumisión con tal de llevarla a la práctica.

Pero ya advierte el CL que aquí la causa de la desobediencia y enfrentamiento está en la pobreza de medios económicos: como si la autoridad diocesana se los negara. Claret en su espíritu independiente se subleva y se encara al Superior y le “exige” amenazante: O me das la asignación debida y adeudada, o cierro la iglesia y me voy.  Naturalmente si se puede describir así la actitud de Claret, se la podrá justamente condenar de desobediente y hasta insolente.

Es lo que hace el CL con palabras que merecen se las escriba con mayúsculas:Hoy hablamos de medidas de presión, pero lo que hace Claret es casi un chantaje”.

¡Qué gran acierto ha tenido el CL en poner un “casi” en su calificación!  Porque el patinazo y el batacazo que con este juicio se pega basta para dejarlo fuera de órbita para siempre. ¿Será verdad que sólo la ignorancia es atrevida?

Y el CL muestra su ignorancia y atrevimiento radiantes a luz directa. No basta tener un documento y unos métodos de crítica para poderlo valorar: hay que tomarse la molestia de estudiar y conocer su naturaleza y circunstancias. Por ejemplo, en nuestro caso:

1ª. Este documento procede del archivo del Ayuntamiento de Sallent y con toda probabilidad del Ayuntamiento no salió: nadie podrá decir que llegara al despacho del Vicario General y le hiciera chantaje.

2ª. Este documento no debía llegar a la autoridad eclesiástica diocesana porque no iba a ella destinado. Si nos imagináramos a Claret poniendo una pistola al pecho del personaje casi-chantajeado, veríamos que no apuntaba a Vic, ni al Superior Eclesiástico, ni a ningún organismo diocesano.

3ª. ¿Qué era la “Junta diocesana” a la que se dirigía Claret en su reclamación?  Para algunos significará una Junta de Gobierno diocesano, una Junta de acción delegada por el Obispo. Así parece entenderlo el CL. Y queda en evidencia su ignorancia. Esta junta a que Claret se dirige es una “Junta Decimal Diocesana”: un organismo creado por el Gobierno liberal para administrar lo poco que quedaba del diezmo (=decimal) después que se había apoderado de la mitad de él para sus fines civiles. De diocesanas no tenían más que el nombre geográfico: una Junta para cada diócesis. Su Presidente era el Gobernador Civil de la Provincia y el Vice-presidente un individuo de la Diputación. Los obispos estaban excluidos, aunque había algunos miembros que eran canónigos o párrocos[24].

             Es decir, que el Ecónomo sallentino chantajeaba al Excmo. Sr. Gobernador de la Provincia de Barcelona que en aquellos días era un bizarro Capitán General!  Acúsenle, pues, o glorifíquenle, como rebelde y denunciador de una estructura injusta que el Gobierno liberal impuso a la iglesia y al pueblo; exigente frente a unos administradores que no cumplen con su deber. Pero no juzguen de la sumisión o de la desobediencia de Claret a su Prelado verdadero, el Dr. Casadevall.

4ª. Una observación hay que añadir. En la exposición de Claret a la Junta Decimal, no sólo no es rebelde y desobediente a su Prelado, el Dr. Luciano Casadevall, sino que se muestra Claret como su discípulo aprovechado y fiel imitador. Y aun la supuesta exigencia y dureza de lenguaje de Claret se queda corta al lado del maestro. Puesto a inventar y a suponer, en la línea del CL, me atrevería a decir que fue Casadevall quien inspiró o dictó a Claret su misiva.

Esta suposición tan atrevida no parecerá tan infundada a quien conozca la biografía de Casadevall. Éste tuvo que enfrentarse a las Juntas Decimales con mayor frecuencia y con mucha más acritud que el Ecónomo de Sallent. Y amenazaba crudamente con cerrar su oficina de Gobierno eclesiástico diocesano, o de acudir directamente al trono de la Regente, si la Junta Decimal no le hacía efectiva la cantidad que tenía asignada. En los libros de Secretaría del Cabildo de Vic, en el tomo XXIV, nos quedan doce oficios que el Dr. Casadevall, Gobernador Eclesiástico, dirige a la Junta Decimal reclamando se le hagan efectivas las cantidades que el propio Gobierno había fijado.

Compárese el lenguaje del oficio de 26 de enero de 1839 con la que cinco meses más tarde utilizaba Claret; después de denunciar que nada había percibido, y de reclamar que se le pagara, acababa diciendo que esperaba que  “V. S. desde luego dará providencia para que se me entregue lo correspondiente para cubrir los gastos de Administración, a fin de no verme en la precisión de cerrar el despacho de negocios Eclesiásticos y de dar parte al Gobierno de esa necesaria providencia por no habérseme entregado los fondos que le ha consignado”.

Si, además de leer el Epistolario, el CL revolviera las páginas de periódicos religiosos de la época, como El Católico, encontraría centenares de cartas y documentos procedentes de toda España, reclamando y exigiendo que las respectivas Juntas Decimales cumplieran con su obligación de atender al culto y clero con los fondos que habían obtenido de la exacción del diezmo pagado por los fieles. Por algo, entre el clero vejado, tales Juntas Diocesanas habían merecido un cambio de nombre: ¡se las llamaba las Juntas Dioclecianas!

Para acabar: podemos estar seguros de que, si Claret, apurado por la falta de recursos económicos por causa del incumplimiento de las obligaciones de parte de la Junta del Diezmo, no sólo hubiera cesado en los actos especiales del tiempo de Cuaresma, sino que hasta hubiera abandonado su parroquia, su superior el Dr. Casadevall, Comisionado del Cabildo para el Gobierno de la diócesis, le habría abonado y aplaudido. Su caso habría sido semejante al que en 1849 sucedió al futuro cofundador y ya compañero de Claret, el P. Manuel Vilaró.

El Ayuntamiento de St. Martí de Sesgueioles se dirigió en queja al Gobernador civil de Barcelona, porque se hallaban sin pastor por haberlos abandonado el encargado de la parroquia, sin poder conseguir que el Prelado les enviara otro. Y contestaba Casadevall al Gobernador que “sus habitantes tienen la culpa, pues el que les servía, y es de lo mejor que tengo en la diócesis, tuvo que ausentarse de ella por no morir víctima del hambre”. Y como en un caso análogo ocurrido, en que el rector “se había visto en la precisión de salir de Balsareny para no morir de hambre”, Casadevall habría apostillado que “para obligarlo a esto (morir de hambre) no tengo facultades”.

Si todos los casos en que el CL halla flagrantes insubordinaciones y actitudes de desobediencia, tiene tan falso fundamento documental como el comentado, poco crédito merecerán ya sus afirmaciones.

2. LA SALIDA DE LA PARROQUIA PARA IR A MISIONES.

“El Gobernador Eclesiástico y Vicario General de la Diócesis se opuso a esta decisión e hizo a Claret serias reflexiones; pero éste había decidido ya”…. “creo poder afirmar que Claret no se ha fijado como meta ir a misiones, sino que lo que quería era dejar su parroquia. … ¿Dónde está la obediencia y sumisión, la aceptación de la voluntad del otro?”.

             Se plantea así una pregunta intrigante: “¿Donde está la obediencia y sumisión?”… en este episodio de la vida claretiana.  Podríamos acusar a Claret de falso misticismo si dijéramos que con la lectura y meditación de la Biblia se había iluminado un ideal misionero que le llamaba a otro destino, incluso pasando por encima de la obediencia al Prelado. Pero creo que esta explicación dejaría en mejor lugar a Claret que la que aporta el autor de CL: nada de ideales, ni siquiera de proyectos de futuro, sólo un acuciante malestar en su pueblo natal, un desengaño por los fracasos en la actuación dentro de la parroquia; tanto aborrece la parroquia, que todo medio es bueno para huir de ella, hasta el marchar a misiones de Oriente, saltándose la voluntad y amistad del Prelado.

Para llegar a estas conclusiones no existe otro fundamento que la declaración de Claret en la autobiografía, nº. 121: “Muchas y grandes fueron las dificultades que tuve que vencer de parte del Superior Eclesiástico y de la población para poder salir de la parroquia, pero con la ayuda de Dios salí”…

Por un lado hay oposición de parte de la población, que según se declaró antes en el nº 111, procedía de que “la gente me quería muchísimo y siempre me dio pruebas de amor, pero singularmente cuando traté de ausentarme para irme a las misiones”. Eso a juicio del CL no es cierto, sino que existió una gran contradicción de parte de los feligreses, que se insolentaron contra su párroco, y una profunda aversión de Claret hacía un cargo en que no podía dominar y triunfar plenamente. Hay una exposición al alcalde en que Claret se queja de algunos díscolos que se comportan mal.

En cambio habría que aumentar la gravedad de las dificultades que tuvo que vencer de parte de la autoridad eclesiástica. Era tal la oposición del Prelado, que vencerla supuso una lucha violenta y sangrante: un pleno desacato a su voluntad, un acto perfecto de desobediencia al superior; fue un “rompimiento violento” de las debidas relaciones de sumisión y obediencia, cuyas consecuencias envenenaron para siempre las relaciones entre Claret y Casadevall. Nunca más Claret volvió a la amistad de su Prelado, ni este miró a Claret como un elemento cooperador. Habrá que volver la vista a este suceso siempre que quiera interpretar cualquier afirmación de obediencia y amistad al Prelado.

No existiendo a disposición del CL ni a la nuestra ningún documento que complemente la afirmación de la Autobiografía, y debiéndonos fiar de ella en exclusiva, hay que preguntarse: ¿sus palabras dan pie a inventar un episodio tormentoso y destructor de toda relación amistosa Claret-Casadevall?  Mucha inventiva o mucha predisposición intelectual hay que acumular para fundamentarlo.

Ciertamente que Casadevall debió de sentir que Claret dejase su puesto parroquial, supuesto que fuese un sacerdote digno y pastor eficaz. Como no queda ningún documento en que Casadevall certifique su aprecio hacia el Ecónomo de Sallent, las mismas dificultades que puso a la salida de Claret deberían ser la prueba de su gran estima. Si queremos una prueba del concepto que merecía Claret de sus superiores, hemos de retroceder hasta el testimonio que cinco años atrás daba el prestigioso párroco de Sallent, el Dr. Mariano Cots, recomendando ante el obispo Corcuera la solicitud de  Claret para recibir el Diaconado: “No puedo dejar de recomendar la virtuosa conducta del referido subdiácono D. Antonio Claret, y espero que será un digno Ministro del Señor, y un edificante ejemplo para todos los habitantes y compatricios de esta Villa”.

Las autoridades de Olost proveyeron a Claret de una recomendación en que hacían constar que el viaje a Roma tenía una finalidad que le niega el CL: “Jamay se ha mesclat en asuntos politichs, sí que únicament sel ha vist en tota ocasió ocupat en el desempenyo de las funcions de son Sagrat Ministeri, animat sempre de un gran zel per la Religió de Jesu-Christ; zel que per poderlo emplear á major utilitat en son referit Ministeri, lo eccita a emprender lo llarch viatge de Roma”.

La salida de la parroquia de Sallent no fue traumática faltando a la obediencia y armonía con el Superior: se fue preparando en sucesivas entrevistas con el Superior de Vic. Con pasaportes de la Policía se puede documentar un viaje a Vic en 17 de enero de 1839, si bien no sabemos de cierto si se entrevistó con Casadevall; sólo que hubo la posibilidad. Por un oficio del Alcalde de Sallent al Vicario General consta que Claret le comunicó oficialmente su renuncia al Economato, haciendo constar el modo: “reservándose hasta que viniera el sucesor la facultad de jurisdicción de algunos actos, a fin de que no se siguiese perjuicio a estos vecinos”.

El Dr. Casadevall estaba muy acostumbrado a los cambios de personal: las circunstancias de la guerra y de los pueblos le obligaron a estar en continuo ejercicio de combinaciones, sustituciones y nombramientos. Naturalmente que debió de sentir el trabajo de encontrar sustituto a Claret en Sallent, pero no era un caso de guerra. Pudo hacerse cargo de los deseos y vocación de Claret, y pudo consentir en ellos de una manera pacífica y darles salida expedita. No lo sabemos: pero lo podemos suponer con el mismo fundamento, o mejor, que la suposición de un rompimiento.

El origen de esta suposición de rompimiento y falta de obediencia podría estar en una idea preconcebida contraria a la afirmación de Autobiografía, nº. 112: “Como el curato no era el término de mi destino, sentía un deseo grande de dejarlo e irme a las misiones para salvar almas”. Afirma el CL con gran seguridad en 3.3.1.2:  “Ni en el seminario ni en el ambiente había otro ideal para el sacerdote que la vida parroquial”.   Me parecen afirmaciones demasiado rotundas y arbitrarias.

Supongo que el CL recibe iluminaciones intuitivas sobre el seminario de Corcuera; ¿conocerá tan a fondo su espíritu que le permita hacer suposiciones y adivinaciones? Pero otras suposiciones hacen decir que sobraba la mitad del seminario de Vic, sostenido y fomentado por aquel egregio varón, si el horizonte del futuro apostolado se encerraba en la vida parroquial. La diócesis de Vic tenía 210 parroquias y más de 100 sufragáneas; mientras que en el seminario en el curso de 1834 había 193 gramáticos, 245 filósofos y 222 teólogos. Calculando Rector y Vicario en cada parroquia y un rector en cada sufragánea, bastaban quinientos sacerdotes para llenar los cargos parroquiales.

Pero además de tales cargos existían infinitos Beneficiados en Cabildos catedralicios, Colegiatas, y en los Cabildos parroquiales que existían en todos los pueblos importantes. Un ejemplo es el de Sallent: según la disposición de mitad de siglo XVIII, eran diez y ocho los beneficiados[25].

Tal vez ayude a ver con mayor naturalidad el cambio de dirección que pide Claret a su vocación sacerdotal, recordar que mientras Claret estaba ejerciendo el ministerio parroquial en Sallent, cursaba por medio de conferencias los años que le faltaban de carrera eclesiástica. Y fue en la primavera de 1839 cuando la acabó por completo. Esta situación de estudiante le exigiría una sujeción al lugar: si de verdad tenía anhelos de misión, una vez completado el ciclo de los estudios, podía entrever “que el curato no era el término de su destino” y que era llegada la ocasión para ensayar un nuevo rumbo.

3. ENCUENTRO CON CASADEVALL AL REGRESAR DE ROMA.

            Nótese bien la interpretación, arbitraria y sin ningún fundamento real, que se ha dado a la salida del curato de Sallent, porque va a servir como base supuestamente firme para interpretar otros hechos. Se ha supuesto un acto de desobediencia descarada y enfrentamiento violento con el Superior en el hecho de alcanzar la renuncia al Economato de Sallent para dirigirse a Roma, a las misiones. Claret faltó gravemente a la obediencia y respeto a su Superior al marchar; y ahora cuando regresa de Roma se lo imaginan como el hijo pródigo, que vuelve a casa. Es una humillación presentarse al Superior, y Claret duda, se resiste, dilata…

¿Dónde hallar la base de estas suposiciones? No le queda al CL otra que no sea su fecunda intuición, si no es el nº 167 de Autobiografía, y la carta de Claret a Ángela Pons fechada en Viladrau el 29 de mayo de 1840[26]. Se puede añadir que habiendo salido del noviciado jesuítico el 29 de febrero, permanece en Roma hasta el 19 de marzo en que embarca para España. En estos días pudo tratar a solas y aconsejarse de personajes importantes sobre el nuevo rumbo que debía dar a su vida. El P. General fue tajante: “es la voluntad de Dios que V. vaya pronto, pronto, a España; no tenga miedo; ánimo”[27]. Si estas palabras se hubiesen pronunciado unos días o semanas después de la salida del Noviciado se podrían presentar como prueba de que Claret quiso y trató de quedarse en Roma, cosa que no consiguió. No sabemos de dónde saca el CL esta afirmación. Ni en qué consistieron las gestiones de Claret para quedarse en Roma.

No conocemos si al regreso hizo el viaje siguiendo el mismo trayecto que a la ida: en barco hasta Marsella y por tierra atravesando el Pirineo a pie. Es más probable que hiciera el viaje directo por mar hasta Barcelona: así quiso hacerlo a la ida, y sólo al negársele el pasaporte, optó por el camino terrestre. Viniendo por mar, se puede suponer que a la semana pisaría territorio nacional en Barcelona. Parece que pasó de inmediato y por vía recta a Sallent, como lo certifica un Pasaporte para el Interior sacado allí el 1 de Mayo. Provisto de tal pasaporte se traslada a Olost y de allí baja a Vic el día 11.

En Olost mora en la casa de su hermano José, bien relacionado con las autoridades civiles liberales, o en casa de su gran amigo el Ecónomo Juan Doménech, de quien ya había sido Vicario en Sallent durante un año (de nov. 36 a octubre 37), y cuya amistad conservará hasta 1850 cuando se hospede en su casa de Ecónomo de Igualada, a su regreso de Madrid. En esta soledad y ambiente amistoso Claret descansa y reflexiona sobre los caminos que se abren ante él: hace el preceptivo “discernimiento”.

            Traía sugerencias y consejos recibidos en Roma: en aquellos días Roma era un centro muy bien informado y relacionado con personas y asuntos de los dos bandos contendientes en España. Los centenares de ordenandos que se presentaban a recibir órdenes, porque el Gobierno las tenía prohibidas dentro del territorio nacional, iban a parar con sus documentos e informes al Dr. Avellá, a Msr. Mezzofanti, al P. Fermín de Alcaraz, y a escondidas traían y llevaban noticias y comunicaciones de las Curias amordazadas por el Gobierno. Especialmente el P. Fermín era el agente oficial de los asuntos religiosos del partido de D. Carlos. Estaba interesado en dirigir buenos eclesiásticos a las regiones dominadas por los ejércitos carlistas y puestas por la Santa Sede bajo la administración interina de un Delegado Apostólico. Además en aquellos territorios “liberados” se podía predicar y misionar, celebrar solemnes cultos, editar libros religiosos… Los Jesuitas podían estar más del lado de las realidades y captando los signos que indicaban el derrumbe de la causa carlista (cosa fácil después del Pacto de Vergara y de las evidentes discordias entre los cabecillas carlistas: caso del Capitán General Sagarra, que acababa de pasarse a los Isabelinos); deseaban que Claret se estableciese en Manresa, en zona controlada por los que iban a ser los vencedores: allí Claret no vería entorpecida su misión por creérsele un faccioso.

Olost podía considerarse como país neutral, a una jornada de Berga, el bastión carlista, y a tres horas de Vic, sede de guarnición liberal.

A los conocimientos y recomendaciones recibidas en Roma, se juntó ahora una invitación enigmática: “un sacerdote muy amigo mío con que a muy grandes instancias me llamaba al objeto que ya indiqué a V.”.   Es lástima que no nos repita a nosotros lo que ya indicó antes a su corresponsal Ángela Pons. Puestos a presumir y a inventar, yo pensaría en una carta que habría enviado a Claret el sacerdote D. Juan Ruiz de Loizaga, sobrino y secretario de cámara del gran Corcuera, que por aquellos días había llegado al cargo de Delegado Apostólico para los ejércitos de Dn. Carlos y para los territorios por ellos dominados. El imponderable prestigio del gran Obispo Corcuera creaba una íntima unión entre todos los que habían recibido su formación en su seminario: y en este caso se reforzaba a través de la amistad con Mn. Fortià Bres. Muy bien pudo Loizaga invitar a Claret a que pasase a misionar bajo su dirección y protección. Claret pudo quedar impresionado y dudoso. Eran los elementos que se iban barajando para formar el horizonte por donde pasaría su camino.

Creo, pues, que los diez días que Claret pasa en Olost, sirven para preparar una resolución: trabajo de discernimiento. Y faltándole señales claras de la voluntad de Dios, pasa a Vic a someterse al consejo y dictamen del Superior. Tanto como la interpretación de miedo, de vergüenza y repulsa a encontrarse con su Superior, cabe una interpretación bien fundada en que Claret aparece como el perfecto obediente que se acerca al Superior para que éste decida en última instancia sobre sus deseos y su parecer. Y precisamente el Superior no decide a favor de ninguna parte del dilema: ni a Manresa ni a Berga, sino a Viladráu, con un destino interino para solucionar un problema urgente. Y Claret, tal como consta de su pasaporte para el interior sacado el día doce, al día siguiente toma el camino de Viladráu.

Respecto a la suposición de que el miedo y la vergüenza llenaban y atormentaban el corazón de Claret ante la necesidad de presentarse a Casadevall, hay que decir que debería considerarse muy poca justificada, si Casadevall ya entonces era conocido por la benignidad y espíritu de acogida, de que tenemos testimonios fehacientes en años posteriores. Nos referimos en particular al caso de los hermanos Sors, naturales de Centellas. Ambos se habían pasado a los Carlistas abandonando sus destinos parroquiales; y lo que es más el Dr. José Sors, en las filas carlistas había sido Subdelegado Apostólico que en numerosas ocasiones disputó y perturbó la acción gubernativa del Sr. Casadevall, dándole muchos quebraderos de cabeza y malestar en su gobierno tan precario en sus comienzos. Ambos hermanos regresaron del destierro en 1848 y “temían presentarse con el Sr. Casadevall ya obispo; mas éste les recibió con los brazos abiertos, abrazándolos con mucha amabilidad contra lo que ellos esperaban, y los colocó otra vez en sus destinos, en donde trabajaron”[28].

Y el Rector del Seminario, Dr. Jaime Soler, –nos dice Mons. Puigllat- no habría seguido la misma conducta, y “viendo que iba a hacerlo con indiferencia, procuré inducirlo a que lo hiciera con afabilidad”.  Así era Casadevall en 1848. Si ya lo era en 1840, Claret tenía muy poco que temer al presentarse a él; por lo menos en el caso que él conociera este carácter comprensivo y generoso del Vicario Capitular. Y este aun en el supuesto caso de una desobediencia al pedir para ir a Roma.

El destino que Casadevall dio a Claret no podía considerarse un castigo, sino más bien de confianza por las circunstancias especiales de la parroquia y del párroco. Y resulta “muy difícil adivinar” que fuera “un duro golpe”. Creo que eso quedará claro en el apartado siguiente.

4.- LA OBEDIENCIA DE CLARET EN VILADRAU.

Con la facilidad que tiene el CL para adivinar que el destino de Claret a Viladrau fue un duro golpe, descargado por la justicia vindicativa de un Vicario Capitular prepotente, ofendido por una insolente rebelión y desobediencia cometida al escapar del cargo parroquial de Sallent con el pretexto falso de querer seguir un ideal misionero, le resultará fácil también imaginar un Claret rebelde retozando por los vericuetos montañosos de Viladrau, rehuyendo cumplir sus compromisos con la parroquia para dedicarse a sus ocupaciones preferidas: curar enfermos y salir a predicar.

Y las acusaciones se repiten, y los reproches se acumulan: “¿Por qué a los ocho meses decide marcharse? Es más, desde el primer momento va desentendiéndose de la parroquia y se va a predicar”. “En aquel momento lo que se necesitaba eran buenos sacerdotes en las parroquias, pero a Claret no le iba … depender o estar al servicio de las personas y de las circunstancias” … “Su espíritu de iniciativa … le hace olvidar las obligaciones que el encargo recibido comporta… Poco a poco deja a un lado sus obligaciones parroquiales y se entrega a la predicación y las misiones por los pueblos”. “¿Cómo entiende Claret la obediencia? ¿Hacer lo que él quiere después de arrancar el permiso a los Superiores? … Esta es la disponibilidad que manifiesta cuando pide le exoneren del cargo parroquial”.

Es lástima que el autor no se detenga en valorar ciertas actitudes que le salen al paso. Al recordar el fracaso de Claret que no pudo impedir un baile público, recuerda el CL: “se retiró a orar, se confirmó en la amenaza de dejar la parroquia y su ministerio”. Un sacerdote que ora en el retiro y toma resoluciones durante la oración, tendrá un mínimo de buena voluntad de alcanzar sus objetivos siguiendo los caminos de la obediencia a la jerarquía.

“La salida de Viladrau es distinta de la de Sallent. Pero en el fondo es el mismo procedimiento… los superiores han debido ceder y cambiar el destino que le habían dado”.

Por fortuna se puede tener una interpretación distinta de los datos que la historia nos ofrece. Creo que Claret va a Viladrau con un destino provisional, que le dejaba gran libertad de tiempo y acción, que no descuidó sus obligaciones parroquiales, y que le sirvió de noviciado para el inmediato destino de la predicación misionera.

Es chocante la seguridad magistral con que se establece un principio de Pastoral diocesana: “lo que en aquel momento se necesitaba eran buenos sacerdotes en las parroquias”[29]. Es semejante a aquella otra de que el ministerio parroquial era la única salida para quien concluía su carrera de seminario. Pero los responsables de la diócesis no pensaban lo mismo: el Obispo Corcuera y el venerado Maestro espiritual P. Pere Bach creían que también se necesitaban predicadores. Leemos en el “Record biogràfich del P. Pere Bach” p. 24: “El P. Bach havia sortit a missionar als pobles del Bisbat en companyia del P. Felip Vila i del Dr. Jaume Soler, predicant a tot arreu sermons molt populars i pràctics i verament profitosos. Els enviava amb paraula molt encesa a fer semblants predicacions l’Ilm. i Rndm. Pau de Jesús de Corcuera”. Más adelante nos encontraremos con otro testimonio de Casadevall, netamente favorable a los sacerdotes que se dedicaban a la predicación.

¿Qué se debe responder a la acusación de que Claret desobedeció desentendiéndose de sus obligaciones parroquiales? Sea lo primero contestar a esta otra pregunta: ¿Y cuáles eran estas obligaciones?  Fuera de la declaración de Claret en la Autobiografía no tenemos otras fuentes documentales más fiables. En el  artículo 21 del Proceso Informativo se decía: “fue destinado a Viladrau en calidad de Cura-regente”. Esto supondría un cargo análogo al que tuvo en Sallent, como se indicaba en el artículo 15: en Sallent “fue Regente o Ecónomo de la parroquia”. Sin embargo, todo apunta a que no fue más que Vicario. El que en 1880 era párroco de Viladrau, una persona además bien relacionada por ser sobrino del famoso Dn. Felipe Rovira, sólo sabe que Claret estaba de Vicario en Viladrau, y no sabe cuándo comenzó, cosa que “sin duda se hallará notado en la Secretaría del Obispado”[30]. Y ¡que más quisiéramos nosotros que no hubiera desaparecido todo el archivo de la Secretaría!…

En la documentación de la parroquia que conocemos, Claret se firma como Vicario: así se ve en el aval o abono de Lucía Dordal[31], y también en el testamento de José Clos Masover del Puig de Sant Marsal[32]. No constando de fijo el verdadero oficio que Claret debe ejercer en Viladrau, resulta imposible delimitar sus obligaciones y pedirle responsabilidades. Por mi parte me inclinaría a pensar que el destino a Viladrau fue una de aquellas soluciones de emergencia y siempre provisorias que por las urgencias del momento debía utilizar Casadevall; tal vez por aquellos días el viejo párroco de Viladrau experimentó alguna crisis en la salud, que hizo temer quedaría imposibilitado, y se acudió a darle una ayuda en Mn. Claret. En la intención primera su destino era hacerse cargo de la parroquia como Regente, pero tal como las cosas marcharon después, se quedó en Vicario ayudante, o Vicario segundo.

La parroquia de St. Martí de Viladrau en mayo de 1840 estaba servida por un párroco y un vicario: ambos nos son conocidos. Era párroco Mn. Juan Verdaguer, natural de Tabérnolas, de 64 años de edad, de estatura regular y pelo canoso[33]. Nacido en 1777, era ya rector de Tagamanent cuando en 1830 opositó al curato de Viladrau, y, habiendo sido aprobado, fue promovido a su rectoría el 6 de mayo de 1831[34].  Le ayudaba como Vicario Mn. Joseph Vilanova, a quien la exclaustración de 1836 le sorprendió como fraile trinitario en el convento de Vic, sacerdote y de 29 años de edad, que en 2 de agosto logró pasaporte para retirarse a residir en Viladrau; estaba en la plenitud para ejercer su cargo. Pero el párroco, por más que estuviera envejecido y achacoso, ni quiso ceder ninguna de sus funciones administrativas ni abdicar del cargo. Lo comprobamos en los libros de administración. Cumplió siempre con la celebración de la missa pro populo; año tras año lo hace constar: “Del dia 9 de Juliol de 1830 (est dia comensí a regentar la parroquia de Viladrau) fins a 1 Janer de 1831, cada die de Festa he aplicat, o fet aplicar, una Missa per lo Poble, y son salvo error 43 Ms.  -Verdaguer Rector”.

Cuando llega al año 1839 cambia su fórmula: “Del dia 1 Janer de 1839 fins a 1 Janer de 1840, cada die de Festa ….  Y son salvo error 89 missas. -Ab expres permís del Rnt. Rector firmo jo,  – Josep Vilanova Pbre. y Vicari”.

La llegada y la presencia de Claret no le hacen variar: “Del die 1 Janer de 1840 fins a 1 Janer 1841 … i son 89 missas.  Ab exprés permís del Rnt. Rector Joan Verdaguer firmo jo -Josep Vilanova Pbre. y Vicari”.  Si no podía actuar personalmente se servía del Vicario antiguo. El decaimiento del Párroco se hace patente en el libro de cumplimiento de aniversarios: en los primeros años los rasgos caligráficos son rectos y firmes. Pero ya en 1839, debe ser el Vicario quien escriba el texto, y la firma del párroco muestra señales evidentes de la mano temblorosa. Al siguiente año, 1840, texto y firma son ambas del Vicario.

Todo esto demuestra que el Párroco siguió en activo, que no cedió el cargo y que al servirse del Vicario, Claret quedaba en segundo término. Al no ser necesaria la actuación de Claret, y sin tener un cargo definido que le impusiera obligaciones precisas reguladas por el derecho o la costumbre, pudo gozar de cierta libertad en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Viladrau no estaba tan lejos de la Curia de Vic, que Claret no pudiera acudir para consultar la conducta que debía seguir.

Y que Claret no temía ni sentía complejos de remordimiento o de resentimiento nos lo testifica el papelito que casualmente el P. Postius encontró en uno de sus libros, en que pedía la dispensa de una disposición sinodal que prohibía hacer ciertos toques de campanas[35]. Y precisamente hace la exposición “para que se vea que los fieles de Viladrau no desprecian las determinaciones de su Obispado”.

Teniendo pues aseguradas las obligaciones primarias de asistencia a los fieles de la parroquia, Claret pudo prepararse y ejercitarse en su “vocación-misión”; Viladrau le servía de noviciado y de rampa de lanzamiento, dándole confianza en el ejercicio de la predicación misional; y llamando la atención de las parroquias para que solicitaran su ministerio. Es el caso de Seva: la misión “ya fue más ruidosa. … Aquí empecé a tomar fama de misionero”.

Se debe acabar preguntando si el destino a Viladrau no fue un plan dispuesto expresamente por el Vicario Capitular para que Claret, en una situación de servicio a una parroquia sin grandes exigencias, pudiera atender a la curación de su pierna, al fortalecimiento de su pecho atacado de tisis, y a la vez ir introduciéndose en la carrera de misionero con las predicaciones en la propia parroquia y en las próximas. Tal planteamiento está en las antípodas del preconizado por el CL, pero ¿quién podrá negar, que no sea posible y hasta muy conforme con lo que históricamente sabemos de la vida de Claret?

5.- SALIDA DE VILADRAU PARA SER MISIONERO

            “Los Superiores han debido ceder”.  ¿Y por qué no se podría decir: Los Superiores han accedido voluntariamente y con gusto y satisfacción?  

No acabo de entender qué urdimbre utiliza el CL para tejer la historia de Claret. Nada puede suceder que no sea efecto del conflicto, enfrentamiento, rebelión, contumacia. Desde el punto de vista que permiten los documentos reales, la salida de Viladrau y el paso de Claret de la parroquia a la misión itinerante, no sólo no presenta traumas, sino que discurre por la vía más llana y normal. Pero el CL, que no puede hallar signo de un problema, inventa la suposición de que los superiores se han visto obligados a ceder, en contra de su voluntad. Es ciertamente una posibilidad, pero que no tiene ningún fundamento que le dé credibilidad.

En el caso presente se repite la interpretación que se dio anteriormente a la ida de Antonio a Barcelona para perfeccionarse en el arte de tejedor: los textos dicen: el hijo “pidió”, el padre “le llevó” …. Pero la profunda mirada del CL interpretar que “pedir” equivale a exigir; “llevar”, o “conceder” indican que el padre con gran repugnancia se vio obligado a ceder a las exigencias de su hijo. No creo que nadie se sienta racionalmente forzado a admitir ese nuevo diccionario.

Claret deja su cargo y residencia en Viladrau para tomar un cargo y fijar una residencia en Vic, en un piso de la Calle de la Ramada, a cien metros de distancia del palacio episcopal, pretendiendo (y lo que es más grave) consiguiendo estar a las órdenes directas del Vicario Capitular. Si este paso es el resultado de una desobediencia y de una imposición del súbdito, nos hemos de adentrar en el más puro y radical maquiavelismo: tanto por parte de Claret como de Casadevall. ¿Qué visión de gobierno hay que suponer en Casadevall al clavarse entre ojo y ojo un sujeto conflictivo, rebelde, desobediente, que ya le ha amargado la vida en ocasiones anteriores?  ¿No habrá habido en Claret una desfachatez incalificable al fijar su residencia en Vic?

¿Quería ser independiente, libre, estar en la oposición? En tal caso, ¿por qué no plantarse en Sallent o en Manresa, donde había otro centro de gravedad que en más de una ocasión había sido centro de confrontación al poder centrado en Vic…?

En esta salida de Viladrau ¿hay lugar para la reflexión que se hizo el CL: “De nuevo nos encontramos con lo que será una constante en Claret: ante la impotencia se va, lo deja. El quiere libertad para actuar y solucionar?”[36]. Naturalmente el CL, habiendo fijado ya de antemano y proclamado una posición, no va a dejar que quede desmentida por los hechos. Aquí en Viladrau ha visto comprobada su teoría en el hecho de que Claret fracase al intentar impedir un baile: no puede digerirlo; y si entra en la iglesia a orar, tiene que ser para salir con la resolución de abandonar la parroquia. Pudo sin duda existir esta circunstancia, pero no se le puede dar un valor excesivo: nos la cuentan testigos de oídas, casi 50 años más tarde. Y tal vez se le podría dar otra interpretación: Claret se da cuenta de que con sólo el oficio de párroco no puede impedir la relajación de costumbres; el mal procede de raíz más profunda, como es la falta de predicación moral y catequética. De la oración en retiro no saca la consecuencia de un abandono a la desesperada, sino el propósito de emprender otro camino que se le presentaba ideal: la predicación misionera. Interpretarlo así es dar un carácter positivo al proceder de personas sanas y religiosas, que miran hacia un futuro alentador. 

La intención de Claret al instalarse en Vic era la de ser misionero a las órdenes del Prelado. Por lo menos así lo declaraba en su petición del título de Misionero Apostólico en la instancia dirigida a la Congr. de Prop. Fide en 9 de julio de 1841: “Antonio Claret,  Sacerdote della diocesi di Vich in Ispagna, occupato di continuo dal Vicario Generale di detta diocesi nella predicazione, ed in dare exercizi ai fideli, desidera la Patente di Missionario Apostólico colle facoltà annesse”[37]

Tal era su intención mantenida durante seis meses y contrastada con la oposición política que le había robado la mitad del tiempo. Y hay que pensar que según la ley ordinaria, conocida con motivo de la renovación y la extensión del título de Misionero a otros compañeros en 1846, la solicitud de Claret debió de ser refrendada por la recomendación de su Superior Eclesiástico, refrendo que por desgracia no se ha conservado.

6. CLARET EN VIC MISIONERO A DISPOSICION DEL PRELADO

En todo el apartado de CL titulado “Misionero en Cataluña”[38] se advierte un desarrollo poco lógico de los pensamientos: hay repeticiones, interrupciones, saltos; se encuentra dificultad en condensar y resumir lo que quiere decirnos el CL. Pero parece que flotan algunas ideas cumbre. Pueden ser:

 a) Claret soporta estar sujeto a que el Prelado le indique los pueblos que debe misionar.

 b) Lo hace por una necesidad “política”.

 c) No obra en eso movido por la doctrina teológica de la sumisión al Prelado, ni de la necesidad de ser enviado. Este contenido teológico lo vio más tarde, pero no lo tenía en cuenta en su propia conducta misionera.

 d) Lo hacía para aquietar su conciencia conformándola a la doctrina entonces corriente.

 c) Lo hacía para evitarse compromisos, que por otra parte carga sobre la responsabilidad del Obispo.

Luego estas afirmaciones se repiten y entremezclan en el apartado 6 de este capítulo; resulta difícil organizar bien todo el tinglado doctrinal que el autor quiere inculcar. Por necesidad tenemos que ir escogiendo temas y párrafos, y acotar sus ideas.

a) LA NECESIDAD DE QUE EL PRELADO ENVIE.

“En aquellas circunstancias sólo el Obispo, de acuerdo con la autoridad civil, podía señalar las personas y lugares donde se podía ejercer el ministerio”.

¿Es cierta esta afirmación? Lo puede ser en un sentido general, indefinido: el Obispo puede y debe procurar y vigilar la predicación; que llegue a todas las parroquias, que se ejerza digna y fructuosamente el ministerio; debe cortar los abusos si existen… Pero ¿debía el Obispo levantar el índice para marcar a cada predicador el lugar y tiempo de predicación? Por muy anómalas que fueran las circunstancias del momento, no cabe imaginarse que el Vicario Capitular innovara la costumbre universal de conceder licencias generales, de celebrar, predicar, confesar… Sin ellas ningún sacerdote podía lícitamente actuar. Pero de aquí a señalar en cada caso persona, lugar y tiempo de cada predicación hay un abismo. Tampoco la autoridad civil, tan opresivamente fiscalizadora en virtud de su pretendida defensa de la libertad, jamás se entrometió a designar predicadores, y lugar y tema de los sermones: se contentaba con fiscalizar, prohibir y castigar a los que habían predicado. Es verdad que en más de una ocasión se dictaron providencias para que los alcaldes de pueblo espiaran las predicaciones y denunciaran las que les parecieran contrarias y subversivas. Con razón se había quejado Casadevall de que se confiara formular juicios de la bondad de la doctrina del predicador a personas “generalmente idiotas” y había pedido que los denunciantes que habían acusado a predicadores de desórdenes políticos por los que habían sido condenados a multas y a confinaciones fueran obligados a demostrar su acusación, y, en caso contrario, fuesen castigados con igual pena. Incluso, diez años más tarde suspendió una misión en Igualada al saber que el Gobernador había dado orden de que el alcalde vigilara la conducta y doctrina de los Misioneros.

Es evidente que, entonces como ahora, cuando un sacerdote tenía licencias de predicar, cualquier párroco o capellán podía llamarle a predicar en su iglesia, organizar libremente la función. El Prelado y la Curia vigilarían por el recto desempeño, pero no se introducirían a ser gestores de la predicación. Por tanto, si Claret quiso tener una especial dependencia del Prelado que le enviara y designara el lugar y tiempo, lo hizo optando voluntariamente por una situación especial, que no compartían los demás predicadores.

Un hecho hay, documentado en fechas posteriores, que podría dar pie al CL para su “suposición” de que el Prelado a todos los predicadores les señalaba lugar y tiempo de la predicación. Esto se verificó en alguna época para la predicación de la Cuaresma. El Obispo Antonio Palau introdujo una costumbre que prosiguió su sucesor, el Dr. Castanyer y Ribas, disponiendo que “los predicadores (de Cuaresma) sean destinados conforme mejor le pareciere según las cualidades de cada uno y la necesidad y circunstancias de la parroquia a donde se envíen”[39]. Pero bien se ve que se trata de una medida excepcional, y propia de un tiempo y de aquellos dos Obispos.

Se podría decir que Claret quería ser enviado por el Prelado para tener un respaldo moral y social. Era cosa lícita. Pero eso le obligaba a que aceptara una conexión más íntima de dependencia, pues no podía, con una conducta independiente y ligera, comprometer la autoridad que lo enviaba: era un cuasi delegado.

Existían en Vic a fines del año 1841 varios sacerdotes dedicados a predicar. Lo conocemos por la respuesta que Casadevall dio al Gobernador Civil cuando éste le comunicó las órdenes del Gobierno que en 1842 volvieron a urgir el cumplimiento de la ley de 1835 en que se exigían certificados de adhesión al Gobierno, librados por los Gobernadores Civiles. Al contestar Casadevall a la circular gubernativa de 16 noviembre de 1842, dedica los párrafos finales a los graves inconvenientes que surgirán al imponer estas disposiciones a los sacerdotes que se dedican a predicar y confesar[40].

Algunos de los sacerdotes afectados se los han expuesto a Casadevall, a quien “le parecen incontestables”. Y toma ocasión el Vicario Capitular para manifestar el concepto en que tenía a los sacerdotes desvinculados de la cura directa de almas: “Estos sacerdotes,  por razón de su destino,  no tienen obligación alguna de predicar ni de confesar; y si se dedican a estos sagrados ministerios es porque no pueden mirar con indiferencia la falta enorme de operarios evangélicos, mayormente en poblaciones numerosas, desde que faltan en ellas los Regulares, a quienes estaban confiados en gran parte dichos sagrados ministerios. Por esto se dedican con una asiduidad edificante y con imponderable fruto al púlpito y al confesionario, ayudando a los párrocos en visitas a los enfermos y auxiliándolos,  aunque sea de noche,  en sus últimos momentos. Y lo que más recomienda a estos ejemplares sacerdotes es que estos ejercicios tan penosos los hacen sin retribución alguna, movidos sólo de su ardiente caridad para con los fieles y de los vivísimos deseos que les animan de la salvación de las almas. Decir a estos sacerdotes que para usar de las expresadas licencias es necesario que dentro de quince días presenten al Jefe Político certificación de su conducta en los términos que expresa la Circular del 14 del que concluye, equivaldría a intimarles que dejen de confesar y de predicar”[41].

Larga es la cita, pero necesaria porque en otras varias afirmaciones del CL se resalta la idea errónea de que lo que convenía a la diócesis eran exclusivamente curas y trabajos parroquiales, y no predicadores a la apostólica como Claret. Ciertamente que el Prelado no pensaba así. Más aún, en su descripción de tales sacerdotes, uno se imagina que Casadevall tiene ante los ojos la imagen que presentaba Claret como misionero diocesano.

b)  ¿CONSTA DE LA DISPONIBLIDAD VIRTUOSA A LAS ORDENES DEL PRELADO?

El CL asegura: “Del Epistolario no se puede deducir que,  en sus años de misionero, Claret tuviera esta disponibilidad”. Una disponibilidad de carácter teológico-ascético, que se elevase sobre las conveniencias egoístas. Realmente el Epistolario Claretiano habla poco de las órdenes y disposiciones que le dan los Prelados y, menos aún, de las disposiciones anímicas con que Claret las recibe. En la campaña de Tarragona de 1846 hay algunos testimonios de órdenes y contraórdenes que desde palacio le llegan al misionero; y de la forma de hablar de Claret no puede deducirse que lo tome tan a mal como se le supone en el CL.

Pero el Epistolario no es la enciclopedia universal. Y, menos todavía, si en él no encontramos cartas de dirección o de temas espirituales. Tampoco es fácil encontrar en otros documentos confesiones explícitas de que Claret estaba a la disposición del Prelado por un motivo plenamente teológico. Posiblemente nos debemos contentar con intuir que Claret se dejaba llevar de motivos religiosos; y así lo creían sus contemporáneos fundados en la realidad de todos conocida que Claret dependía del Prelado, y que, tanto en este punto como en lo restante de su vida, se hallaba animado de un verdadero e intenso espíritu de fe y de celo. Querer reducir su horizonte intencional en la dependencia del Prelado a ventajas temporales y egoístas, fríamente calculadas, es rebajarlo y hasta hundirlo en la vulgaridad humana. Sus contemporáneos, que veían en él a un apóstol y a un santo, no habrían aceptado que fuera un calculador falaz, egoísta y vanidoso.

c) EL OBISPO LE SEÑALABA LAS PREDICACIONES Y LAS POBLACIONES

Otra vez nos encontramos con la afirmación de un hecho histórico acompañada de inmediato con una argumentación que lo desnaturaliza. Promete el CL  “exponer a continuación” que no se puede deducir que “el Superior Eclesiástico le señalara las poblaciones en el sentido en que se ha interpretado”. De su predicación en Cataluña ha escogido algunos casos y ejemplos de su vida para demostrarlo…

A la verdad no aparecen juntos y ordenados tales casos y ejemplos en el párrafo en que se anuncian[42]. Por eso se nos deberá dispensar si no acertamos del todo en encontrar cuáles sean estos casos y ejemplos, que conviene examinar.

Al parecer afirma el CL que lo que Claret expresa con la fórmula “El obispo me mandaba” es únicamente que, “ante las peticiones que reciben tanto el Arzobispo de Tarragona como el Gobernador Eclesiástico de Vic, para que Claret vaya a predicar a las parroquias, ambos creyeron que podía ser una solución enviar a Claret con una lista de pueblos en la que se especificaran los días que debía estar en cada pueblo … Esta era la autorización o misión que le daban o el sentido de la fórmula ‘el obispo me enviaba’…”.

Históricamente este párrafo es poco feliz en poner en pie de igualdad las dos autoridades, la de Tarragona y la de Vic. Y además olvida las autoridades de Barcelona y de Gerona. Claret tenía un superior propio que era el Vicario Capitular de Vic. Este disponía de Claret para las poblaciones de la diócesis o para ponerlo a disposición de las autoridades de las demás diócesis. De la diócesis de Gerona nos consta con seguridad el caso de Figueres, en que su párroco recibió una carta del Vicario Capitular de Gerona, el Dr. Martín Matute, a 14 noviembre 1845.

Merece la pena copiar algunas líneas: “Hace ya más de un año que tenía pedido al Sr. Vicario General de Vich me favoreciese con la predicación del célebre Misionero Claret, a quien por ser súbdito suyo le demarca las poblaciones en que quiere que predique; y cuando empezaba a desconfiar de la venida de dicho Predicador, me veo con un escrito propio suyo que me dice que después de Solsona pasará a esta villa donde cree poder empezar la predicación el día 15 al 20 del actual” …

Una de las crónicas más detalladas y serias, escrita sobre la misión de Lérida, es la del Corresponsal de La Esperanza: puede dar cuenta, día a día, y uno a uno, de los sermones que Claret ha predicado y conoce bien su dependencia de los Prelados, que describe así: “El señor Gobernador del Obispado de Vich, condescendiendo a varias instancias que de esta ciudad se le habían dirigido, mandó al presbítero D. Antonio Claret pasase a ella a predicar el mes de María y demás sermones que le prescribiese el señor Gobernador de este Obispado. Llegó a esta el misionero el día 30 de abril al anochecer …. ; y antes de pasar a la casa en que se hospedó lo hizo a la del señor Gobernador Eclesiástico, e insiguiendo sus prevenciones empezó desde el día siguiente su tarea apostólica” ….  “Si ha predicado en catalán en esta ciudad ha sido por habérselo así prevenido el Excmo. Sr. Arzobispo de Tarragona”.  …..  “Viaja siempre a pie y estrictamente ceñido al itinerario que le da el señor Vicario General del obispado de Vich”[43].

De igual modo tenemos documentación abundante de que las autoridades locales de Balaguer (diócesis de la Seo de Urgel) acudieron repetidamente al Dr. Casadevall pidiéndoles les enviara al misionero Claret en 1846. Una carta del Prelado de Vic ilustra toda la cuestión:

“No es extraño que la fama del apostólico sacerdote Dn. Antonio Claret haya llegado hasta la Ciudad de Balaguer, porque de todos los puntos de Cataluña me lo piden con instancia, y según noticias, no tardará en tener cartas del Aragón. Esto mismo me imposibilita complacer a la mayor parte de los que solicitan oír las palabras de vida y de salud que salen de su boca. En Lérida concluirá por todo el mes de Mayo la ruta que le entregué a mediados de Julio del año último; y cuando pensaba que luego después se me presentaría, y le permitiría algún descanso para emprender otra vez sus tareas apostólicas, el Excmo. e Ilmo. Sor. Arzobispo de Tarragona me lo ha pedido para ocuparle en varios puntos de su Arzobispado, y Dios sabe cuándo podrá regresar a esta”[44].

Todavía queremos aducir otro testimonio de esta correspondencia entre

Casadevall y las autoridades de Balaguer, que demuestra cómo los Claretianos primitivos seguían las huellas de Claret. Volvieron los de Balaguer a insistir en que se les enviara a Claret en junio de 1849, y alegaban por motivo el gran sentimiento que tuvo la población cuando, en 1846, a última hora, se suspendió la misión que iba a dar Claret: había éste sacado ya para el día 3 de septiembre los pasaportes para sí y para Miguel Iter, cuando la noticia de un alboroto carlista en el pueblo de Baldomá echó por tierra todos los planes.  Les contestó Casadevall en 12 diciembre de 1849: “Hallándome en los pueblos de mi diócesis administrando el Sto. Sacramento de la Confirmación, se presentó a mi secretaría de Cámara el Sr. D. Ignacio Arimany,  hacendado de esa, pidiendo en nombre de VV. un predicador para esta ciudad. El dador de la presente,  Rdo. D. José Xifré,  es un sacerdote de toda mi confianza; le envío para predicar como V.V. desean, y estoy persuadido que será de su agrado y satisfacción de toda la Ciudad” …

Uno de los documentos más curiosos de cómo Claret estaba a las órdenes del Prelado es la resolución que adoptó el Cabildo Catedralicio de Vic en la reunión de “divendres 10 de juliol de 1846: -Item: trobantse en esta lo famós Missionista M. Anton Claret, que ab sos apostolichs sermons conmou a tota la Provincia; y entenent per altra part lo desig del Poble per sentirlo; V. S. resol demanar al Sr. Vicari general que interposia ab ell la sua autoritat per obligarlo. En est cas se celebrará un Octavari en lo de la Assumpta, en lo modo y forma que millor aparegui”[45].

Tal vez convendría apostillar como final de este apartado el paréntesis un tanto malicioso, colocado por el CL a continuación de la afirmación de Aut. nº. 454: “Los superiores,  a quienes yo siempre obedecía con el mayor rendimiento”. Y añade por su parte el CL con la voz baja de un paréntesis: “el hecho de recordarlo es muy significativo, pues no era ésa la idea que de él tenían muchos en su tiempo”.

Me pregunto: ¿puede el CL aportar un solo documento que muestre que no ya “muchos” sino “algunos” de su tiempo no creían que Claret fuera un rendido obediente de los superiores? ¿Acudirá tal vez a la propaganda de gente contraria a la religión que le difamaban esparciendo la voz de que era un emisario de D. Carlos?  ¡Ojalá pudiéramos llenar la sección anticlaretiana de Arxiu Claret con papeles que abonasen las afirmaciones del CL! Ya se puede suponer que acudirá al socorrido argumento: el Arzobispo de Tarragona u otros personajes eclesiásticos hacían constar que Claret estaba a las órdenes del Prelado… Luego, señal cierta que todo el mundo pensaba lo contrario. 

d) LA LISTA DE POBLACIONES MISIONADAS.

A la verdad no vemos claro qué importancia pueda tener en esta cuestión de la misión de Claret la lista de pueblos que aparece en Aut cap.31, n.454s. Si se tratara de un Diario Topográfico de la época de Claret misionero por Cataluña, su estudio permitiría deducir conclusiones “realistas”. Pero aquí son los recuerdos de Claret quienes nos hablan y se reflejan en esas líneas: pueden servir para hacer un estudio psicológico.

Un ejemplo: tras de Calella coloca Malgrat. Mn. Constans fue preguntando a los viejos del lugar y ninguno se acordaba de la predicación de Claret. En cambio si leemos la magnífica crónica de la misión de Calella, escrita por alguien que le acompañó, vemos que el día 7 de diciembre, después de estar confesando desde la madrugada, Claret se levanta, anda a paso corrido los Km. que le separan de Malgrat, predica el sermón de San Nicolás y regresa andando a Calella para continuar confesonario y púlpito. El esfuerzo extraordinario de aquel sermón se le fijó en la memoria con igual intensidad que los nombres de otros pueblos donde misionó durante dos semanas.

Por igual motivo creemos que al nombre de Pruit en la memoria de Claret, y así salió por la pluma, iba unido el de San Feliu de Pallarols: no hay escrito ni tradición de ninguna clase donde conste esa predicación. Siempre he pensado que durante el retiro de Pruit bajó Claret a predicar a San Feliu de Pallarols un sermón de fiesta, y sospecho que le quedó el recuerdo tan hondo porque aquí, por los aledaños del Santuario de La Salud, le sucedió el caso de los ladrones que le querían matar y lo dejaron hasta volver de predicar.

Obsérvese que no dice Claret “Misiones que he dado” sino “Algunas poblaciones en que he predicado”; un solo sermón o durante varios días.

No creo que con la lista de poblaciones pueda documentarse ninguna cualidad de la obediencia de Claret a su Prelado.

e)  PERESECUCIONES Y CONFLICTOS QUE CLARET CREA.

            La predicación misionera auténtica, por ley ordinaria, ha ido acompañada de contradicciones y persecuciones. En muchas ocasiones se encuentra ahí un sello de autenticidad. Igualmente la predicación de Claret fue “conflictiva” en más de una ocasión. El CL nos ofrece sobre eso dos novedades: que los conflictos los creaba Claret, y que los descargaba sobre sus Superiores; y así siempre se consideraba triunfador.

Hay un punto en que la historia le da la razón: recibir las constantes y multiplicadas peticiones de los pueblos que pedían que Claret fuera a predicar creaba, si no conflictos, por lo menos muchos compromisos, al tener que denegar y excusar. Antes vimos un ejemplo en las gestiones insistentes del Ayuntamiento y del párroco de Balaguer, que Casadevall contestó con una diplomática negativa. Se podría poner al lado de la dirigida a los de Olesa que transcribe C.Fernández[46]. Y a la carta del Dr. Soler que transcribe en el mismo lugar, se podría añadir otra de fecha 11 de marzo de 1845, en que explica claramente los apuros del Dr. Casadevall:

“Vengamos a nuestro buen amigo Mn. Antonio. El asunto de Figueras  creo que lo tiene hincado en el corazón, de modo que yo me llevaría un chasco si no se verificara. En cuanto al tiempo,  no puedo, ni nadie tampoco puede, asegurar lo que será; porque, Señor, ¡si todo el mundo pide por él! En el solo mes de enero, me parece haber oído de boca del Sr. Vicario General que no bajaban de setenta cartas las que había escrito por sólo responder a las demandas por el Rdo. Claret. Dijo últimamente que no quería ya mezclarse más en ello; y que él sólo se lo pensase y se lo resolviese”[47].

No creo que Casadevall experimentara mayor conflicto que el del segador abrumado por la abundancia de cosecha.

Otros conflictos salían al paso por los difíciles caminos de aquella sociedad convulsionada por la guerra y la revolución. El CL no duda en achacarlos a la conducta de Claret, más que a la malicia de los tiempos. “Claret con sus formas de actuar, era fácil presa de estos hombres. Así se le prohibió la predicación de la Cuaresma en la catedral de Vic”.

La prohibición de predicar la Cuaresma en Vic en 1841, ¿se debió a “las formas de actuar” de Claret?  Otra vez la fuerza de intuir y suponer pasa factura al CL: la historia va por caminos diversos a sus suposiciones: porque en esta ocasión particular, quien prohibió a Claret predicar ni le conocía; y ni él (ni apenas nadie) tenía conocimiento de cómo actuaba Claret. Sólo había predicado en las boscosas laderas del Montseny y en Igualada y Queralt, situadas en la periferia de la diócesis. 

Téngase muy en cuenta (algo en que algunas biografías yerran) que  Claret ni llegó a pisar el púlpito de la Catedral. De haberlo hecho, sus primeros sermones habrían podido causar revuelo y justificar una prohibición. Pero el hecho es que se le prohibió comenzar la predicación. Y el motivo nadie lo sabe con exactitud.

Pero aquí se puede hacer una suposición basada en documentación: Vic tenía aquel año un alcalde antieclesial: Ramon Valls y Cortinas, causídico, de quien se asegura que era masón. Conocemos su campaña de persecución de un Catecismo que se había extendido por algunos pueblos, porque defendía que el Gobierno no podía imponer obispos intrusos (como había intentado en Vic y otras partes). Y tenemos a la vista la carta que le escribió el Gobernador de la Provincia de Barcelona, Grl. Domingo de Aristizabal, contestando a la denuncia que le había cursado sobre “un sacerdote seminarista”, que había aparecido en San Martí de Riudeperes predicando un novenario misión[48]. En ella aparece  con toda claridad la prohibición general de predicar misiones y la pena de confinamiento fuera del territorio del partido. Exactamente igual a lo que sucedió a Claret. Suponemos que bastó la denuncia del alcalde de que se disponía a predicar la Cuaresma el “misionero” que acababa de instalarse en Vic, para que llegara la respuesta con la prohibición y la orden de destierro fuera del distrito de Vic.

            No es extraño que el autor de CL pueda dar una interpretación equivocada de este hecho, porque no está bien esclarecido en la biografía claretiana que tiene a su disposición. Pero lo que sí extraña es la interpretación malintencionada que da a las palabras de Claret pronunciadas en su destierro de Pruit. Según el CL, Claret carga sobre la conciencia del Prelado la cobardía de haberle mandado interrumpir una predicación y se arroga la valentía de desafiar a la autoridad civil: fue el Prelado quien cobardemente le mandó se retirase, pues Claret por su parte no se hubiera doblegado ante la autoridad civil. No pudo haber intervención de Casadevall, pues la orden fue del Gobernador al alcalde y de éste a Claret. Nada tenía ni podía decir Casadevall ante aquella orden gubernativa: se debió de limitar a aconsejar a Claret aceptase la injusta imposición.

Es verdad que hay dos testigos que recuerdan las declaraciones de Claret sobre estos hechos. Es mucho más de fiar el testimonio de Mn. Pere Roquer, quien cuenta haberles dicho en Pruit en una conversación: “Aunque hubiera sabido que se me aguardaba puñal en mano, cuando iba a subir al púlpito (en Vich) no habría desistido. Mi superior el M.I.Sr. Vicario General es a quien he obedecido”. Este testimonio coincide en gran parte con el que transcribe C. Fernández. Y me parece una lástima que, tratándose de un hermoso testimonio directo de lo que Claret creía que hacía, o cuando menos de lo que intentaba hacer (=obedecer a su superior), se vea en él la expresión de arrogancia vanidosa con que Claret se exalta encaramándose sobre la figura cobarde de su superior. ¿Tan malo era Claret?

Siguiendo la carta de Mn. Pere Roquer, rector de St. Joan de Fàbregues, encontramos otro caso de obediencia y esta vez sin palabras que se puedan interpretar: “Nos prometió predicaría algunos días en Pruit, en donde nos prometíamos un fruto copiosísimo. Él antes quiso consultar al superior si le parecía prudente; este insinuó que tal vez en aquellas circunstancias podría ocasionar algún disgusto. Se resignó con el mayor contento”.

Porque hay que advertir que Claret ardía en deseos de predicar, por más que estuvieran refrenados por la obediencia. Y en eso hay que variar lo que decían las biografías antiguas de que su retiro de Pruit había durado hasta después de Pentecostés. Hoy consta que lo interrumpió en la Semana Santa. Un hecho incontrovertible: el sábado santo estaba en Talavera de la Segarra, a unos 11 Km. de Cervera, y confería un bautismo. Su partida bautismal figura en el libro de bautismos que hoy guarda en el archivo el párroco de St. Antolí. Y como no se trata del bautismo de algún pariente o siquiera amigo, como resulta absurdo que Claret realizara un viaje expreso de tres días para ir a aquella lejana parroquia con el fin de bautizar a un niño que había nacido el día anterior, todo induce a suponer que Claret se hallaba allí predicando la Semana Santa y suplió al Cura, que era aquel Juan Segura que, al parecer, ya le había llamado el año anterior a predicar el Novenario a Santa Coloma de Queralt[49]. En la carrera misionera de Claret son más los peligros que corre que los conflictos en que se ve envuelto. De los peligros, él mismo nos informa al explicar por qué saltaba de una población a otra muy distante. De los conflictos con las autoridades conocemos tres: la prohibición de predicar la Cuaresma en la Catedral de Vic, la interrupción de la continuación de la predicación en Ribes de Fresser, y la acusación ante el Jefe político de Tarragona mientras predicaba la misión de Poboleda; pobre bagaje si lo comparáramos con los que sufrieron otros predicadores de su época. Como término de comparación valdría aquel D. Francisco Gonfaus, párroco de la Molsosa, desterrado durante meses en Lérida y en Vic. ¿Qué decir de las persecuciones y destierros del P. Francisco Palau? El exclaustrado franciscano y notable orador en Barcelona el P. Ramon Camps predicó la Cuaresma en Tarragona, y, siendo denunciado por el contenido de su predicación, fue detenido; y suerte tuvo que, ante el Gobernador, pudo sacar el texto escrito del sermón que había predicado de memoria.

Nada extraño tendría que, con el tiempo, surja algún vidente que nos acuse a Claret de complacencia con las autoridades y con el sistema, por no haberse colocado en la oposición y no haber abanderado la denuncia profética de un sistema  opresor.

  • NO LE GUSTABA PREDICAR EN PUEBLOS PEQUEÑOS

“Algunos pueblos … no le caían bien. Le envían a pueblos pequeños y solitarios… pero a Claret le van las masas y los grandes movimientos … Los pueblos pequeños no son los más apetecidos”.

De momento no tendríamos por qué crear un problema con los gustos del misionero siempre que se sobrepusiera a ellos para seguir voluntariamente el camino trazado por la obediencia: los obstáculos dificultan pero no destruyen. Pero ya que aquí se mencionan para negar la virtud del misionero, sería muy de desear que el CL indicara dónde ha encontrado el fundamento documental, histórico, de estas afirmaciones. Todo lo hace depender de un “parece”, que con mayor precisión debe ser “a él le parece”.

Temo que ha tomado en serio un párrafo literario que el P. Fernández[50], a quien cita, dedica a las predicaciones en los pueblos del Priorat, comentando la mala situación moral y la brevedad de las misiones. Pero creo que de la correspondencia con Caixal[51] se deduce que obedece perfectamente las directrices que le envían desde Tarragona; y, si alguna cosa lamenta, es no poder detenerse más días en esos pueblos que eran “pequeños y solitarios” y, por tanto, al gusto del CL, poco apetecidos…

Y de nuevo aquí nos apena el leer los comentarios tan poco elogiosos que monta el CL sobre la débil base de un “parece”. La causa de que le destinen a pueblos “pequeños y solitarios” la encuentra en “quizá para no levantar más polvareda y evitar conflictos”.

Y luego de este despego hacia los pueblos que no le caían bien, volviendo la vista hacia las grandes poblaciones, que son las que prefería, acumula el CL una serie de afirmaciones sobre la vanidad de Claret: todas sus cartas traicionan el fracaso de su lucha por conseguir la humildad; sus cartas huelen a incienso quemado en su honor: triunfos, movimientos de masas, conversiones. El comentarista llega al punto álgido del reproche cuando dice: “Siguiendo su comparación, diría, que hace como la gallina que después de poner el huevo cacarea”.

“Tiene fama… ante el movimiento popular no es fácil aquietarse con la manera de actuar del Superior eclesiástico. Basta recordar lo que dijo Claret al impedirle la predicación de la Cuaresma en la catedral de Vic”…  Aquí yerra el CL, porque no conoce bien el caso, que ya comentamos. Ni el Superior Eclesiástico le impidió la predicación, ni Claret tenía otra fama que la que podía resonar en los pueblos más apartados del centro de la diócesis. 

Al acabar este punto se nos revela un principio metodológico para la interpretación de los datos históricos que permiten una nueva visión de Claret precisamente en el aspecto de perfección y santidad. Se nos dice que los propósitos de Claret permiten hacer una doble lectura de su conducta. “Si aceptamos que los cumple, tenemos la imagen perfecta y de un santo; si creemos que los hace porque es un tema que no cumple y que necesita poner en práctica, nos situamos a un nivel que nos permite entender otras afirmaciones y actuaciones. Claret se esfuerza por alcanzar lo que reconoce que no ha conseguido todavía”.

Un principio demasiado simplista subyace aquí; si Claret propone una virtud, es señal que no la tiene, pues si la poseyera, no tendría porqué proponerse su adquisición. Pero nadie se propone seriamente conseguir una virtud si no la tiene ya en el deseo y ha comenzado a practicarla. Se propone el ejercicio de la virtud que ya se tiene; se busca su conservación y aumento. El camino hacia la virtud es parte de ella. En ningún caso la existencia de un propósito virtuoso será un motivo de condenación o descrédito. Por tanto, si hay lugar para condenar la exageración de los panegiristas, hay que evitar que también lo haya para cometer la distorsión continuada de los hechos para acumular imperfección y malicia en toda actuación y  hasta en los propósitos de la oración.

7. CLARET MARCHA A MISIONAR A CANARIAS.

Un hecho que da pie al CL para un denso capítulo de consideraciones y acusaciones, no ya sólo en el terreno de la obediencia al Prelado, sino de inconstancia y volubilidad, rompimiento de compromisos contraídos con instituciones y con colaboradores. Y se añade la conducta taimada y solapada con que Claret consigue llevar adelante lo que en aquel momento es su real voluntad.

Ante todo cabe recordar que la misión en Canarias no puede presentarse como un rompimiento violento en la trayectoria de Claret, un inesperado cambio de rumbo. Es un episodio en la continuidad del poema vital. Y ese poema en Claret es la realización de un ideal misionero: evangelizar siempre, a todos y en todas partes. Lo vive en tensión para encontrar siempre nuevas puertas abiertas: las busca en Roma para las misiones de Oriente; las busca en Cataluña recorriéndola de un extremo a otro; las buscará en Canarias; e irá a Cuba como misionero con mitra.

La expansión geográfica de su misión está presente en la conciencia de Claret durante sus campañas misioneras por Cataluña. Recordar:

 a)  La carta al obispo Varela[52] de 22 julio 44, que acaba con la P.D. donde manifiesta la posibilidad de verle, pues “mis licencias o despachos son para toda España, y si no he salido de los Obispados de Cataluña es porque hay mucho que hacer”.

 b) En 1845 Claret pide por medio del Hno. Francisco Bosch una serie de facultades para un grupo de “altri Operarii Evangelici animati di vero, pronti e risoluti de seguitare il medessimo tenore di vita e di fatiche apostoliche come il Supplicante, e cosi potranno difondersi in altre Provincie della Spagna a seminarli la parola di Dio”.  Se trata de lo que llamó el P. Postius la Pre-congregación: y vemos por lo menos que esta institución estaba destinada a difundirse fuera de Cataluña. Y el fundador iría con ella.

 c) No se ha tenido muy en cuenta una gacetilla aparecida en el periódico La Esperanza de 21 de julio del 46[53]“Ha llegado a Vich una comisión de Almería para que Claret predique en aquella ciudad el tiempo que tuviere por conveniente”…. Convendría confirmar y ampliar esta noticia, cosa que nadie ha hecho, y ponerla en conexión con la resonancia que la misión de Lérida halló en la prensa nacional.

 d)  Encaja dentro del ambiente eclesial de Vic: Casadevall escribía a los de Balaguer que le pedían a Claret de todos los puntos de Cataluña, y no estaba lejos el día que se lo pedirían para Aragón.

 e) En el verano de 1847, en la lista de los nuevos obispos nombrados estaba el siguiente: “Segovia: Martín Figuerol, provisor y Vicario general de Tarragona; y por renuncia de este, D. Santiago Majada, arcediano de Valladolid; por renuncia de este, el Ilmo. Sr. D. Francisco Puente obispo de Puerto-Rico”[54]. A este nombramiento se refieren dos frases del Epistolario Claretiano; escribiendo a Caixal, le dice: “Afectuosas expresiones al Sr. Arzobispo, al Sr. Obispo electo, como ya le escribí, y a los demás señores de Palacio”[55].  Este Sr. Obispo que está entre los demás “señores de Palacio” al lado del arzobispo no puede ser Dn. Buenaventura Codina, electo de Canarias, que residía en Madrid. Se trataba del provisor Dr. Martí Figuerol, que vivía en Tarragona y en palacio (por lo menos las horas de oficina).

Y es más importante lo que Claret dice a Caixal en la carta de 19 de septiembre del mismo año 47: “Espreciones al Sr. Arquebisbe y també al Sr. Bisbe electo, y dígali que ja vas rebre la sua y me tinch per convidat de anar a predicar en lo seu Bisbat”[56].  No se deduce con claridad si Claret se ofreció a acompañarle, o la iniciativa de las predicaciones salió del propio obispo electo.

Si el Dr. Figuerol no hubiera renunciado después la Mitra, la gloria que hoy goza Canarias con su santo Padrito hubiera sido herencia de los leales segovianos.

            Llegamos así al septiembre de 1847. La actividad misionera de Claret está muy limitada por la situación política creada con el levantamiento carlista de los Matiners; tiene bastante fuerza para que no se prevea un próximo fin de la campaña. Claret examina las posibilidades de misionar: si encerrarse en los ejercicios a conventos, o salir a predicar a otras Provincias del interior, o incluso ir a los pueblos de la Cerdanya francesa, donde se conservaba viva la lengua propia. ¿Sería esta una idea de Pere Naudó, natural de aquel país? En su reflexión busca cumplir la voluntad de Dios; expone una dificultad para la predicación de la próxima Cuaresma: “Yo se lo digo para que (el arzobispo) disponga, pues haré lo que dispondrá su Excelencia”.

Todo esto se lo escribía a Caixal: “Al propio tiempo quisiera le consultara (al arzobispo) qué debo hacer para cumplir la voluntad de Dios”[57].

8.LOS MANEJOS SOLAPADOS DE CLARET

Para el CL el proceder de Claret resulta demasiado sencillo y natural: no se concibe que no haya también aquí un trasfondo de color gris o negro. Claret no ha procedido con nobleza: en su consulta buscaba el apoyo del arzobispo para luego dirigirse a su Prelado de Vic e imponerle la determinación que ya había tomado de ir a predicar a otras partes. Aunque Claret afirme que “haré lo que dispondrá Su Excelencia”; que consulte “qué debo hacer para cumplir con la voluntad de Dios”, se trasluce bien que era “Claret quien planeaba ir a predicar al interior de España”.

Y contrasta este modo de expresarse con el que empleó cuando la Superiora del Hospital de St. Andreu de Manresa le preguntó si le gustaría ir a predicar a Canarias: “Es curioso el distinto modo de hablar que tiene Claret con Caixal y con la Superiora de las Hermanas de la Caridad. Con ella depende en todo de su Prelado. Lenguaje edificante. Era Claret quien planeaba ir a predicar al interior de España. Para ir a Canarias dice que depende del

Prelado. Ahora ya no cuenta ni con Caixal ni con nadie más”.   

¿”Lenguaje edificante” equivale a falso, a farisaico? ¿”Decir” significa que expresa lo contrario de lo que piensa y declara? Al parecer se achaca a Claret que no contara con el consejo u opinión de Caixal para ir a Canarias: “Ahora no cuenta con Caixal ni con nadie más. ¿Sabe que Caixal habría dicho que no? “No sabemos si Claret lo sabía o no; pero es cierto que Caixal se mostró contrario en su carta de 12 de enero de 1848[58]. Habría aceptado que Claret hubiera ido a predicar a Valencia o Aragón; lugares en que habría existido facilidad de comunicación y la posibilidad de un pronto regreso en caso necesario. Y no le faltaba razón, debiendo compartir las responsabilidades de la Librería Religiosa. Pero esta opinión de Caixal habría tenido fuerza si Claret hubiera tomado una determinación por propia iniciativa; no la tenía si en verdad Claret se comportó como un súbdito obediente al Prelado, que le enviaba a Canarias. No lo juzga así el CL, sino que ve aquí un capricho voluntarioso de Claret que rompe sus compromisos con las empresas ya en marcha y abandona a sus colaboradores.

9.CLARET NO DESCUIDÓ NI SUS COMPROMISOS NI SUS AMIGOS.

Claret intentó dejar arreglados los asuntos de la Librería Religiosa, que eran los de mayor compromiso. No dejó a Caixal y demás compañeros en la estacada. En la carta de 1 de enero del 48, Claret nada le dice a Caixal de su viaje a Canarias, y, si no se supone que conscientemente quería engañarle, se debe a que todavía nada sabe sobre él: no le ha aún llegado la noticia.

De la escasa documentación sobre los asuntos de la Librería Religiosa, es de gran importancia y de especial solvencia lo que publicó el director de la Revista Religiosa; Dn. Antonio Palau, como canónigo de Tarragona y como colaborador en diarios católicos y en la empresa de la Librería Religiosa, es digno de todo crédito:

 “Cabalmente ahora hace un año, encontrándonos en Barcelona, en donde se hallaba también a la sazón el mencionado D. Antonio Claret preparándose para su expedición a Canarias, en donde tan copiosos frutos está cogiendo de sus misiones, se trató seriamente de poner en ejecución semejante proyecto; y habiéndosenos invitado a asistir a una reunión, y a formular un plan, tuvimos la honra de proponer uno que, si bien agradó a todos los amigos, no se creyó conveniente admitirlo por entonces por ser demasiado vasto, y no considerarse a la sazón con recursos bastantes para ponerlo en ejecución. Pasáronse algunos meses y los amigos no cesaron de trabajar …. Así en el mes de diciembre último se han empezado las publicaciones en el concepto de suscripción. En el expresado mes se ha publicado el Catecismo con láminas por el R.D. Antonio Claret”[59].

Esta noticia dada por Palau no coincide del todo con lo que dice la carta de Claret a Caixal de 29 de enero del 48, a punto ya de partir para Madrid. Pero coincide en el hecho de que se pone en marcha la organización de la Librería por subscripciones; no tanto en lo de una reunión de amigos, pues de la carta de Claret se desprende que no pudieron verse todos los amigos que lo deseaban.

            Es cierto que Caixal sufrió un decaimiento y a punto estuvo de retirarse; pero luego debió de ser del número de “los amigos [que] no cesaron de trabajar”. Claret hubo de sincerarse con él escribiéndole con el fin exclusivo de “animarnos mutuamente al trabajo”[60], y su corazón rebosó de alegría cuando vio resucitado a su amigo y fiel colaborador[61]. En esta ocasión Claret expresa sus sentimientos y la base moral de sus resoluciones:“En cuanto a volver, yo estoy pronto para emprender hoy mismo el viaje si es voluntad de Dios, la que únicamente deseo cumplir. … No debemos apoyarnos en nuestra prudencia … no debemos creer a todo espíritu … si yo vine a Canarias fue porque mi Superior, suplicado por este Sr. Obispo, me lo dijo, y al momento que me diga que vuelva, yo al momento vendré”.

Si alguien pretende que la ida a la misión de Canarias creó dificultades de colaboración entre los amigos de Claret, no habrá motivo para contradecirle. Pero ninguna de ellas afecta a la obediencia que Claret intentaba seriamente cumplir: “cumplir la voluntad de Dios”, “vine porque mi Superior me lo dijo; al momento volveré en cuanto lo diga”.

COMO ALCANZÓ EL ILMO. CODINA LA COOPERACIÓN

DE CLARET?

¿Será cierta la afirmación “se le ofrece la ocasión y sin consultar con nadie se va a Canarias?”. En toda la documentación existente no hay ni una sola línea donde pueda leerse que la ida a Canarias es una iniciativa de Claret; en cambio todo indica que es una misión que se fragua a sus espaldas y le viene impuesta; cosa que no quiere decir que no le viniera oportuna y a gusto. Hasta se podría aventurar que Claret fue moneda de pago de favores a nivel de obispos.

No se sabe que el Ilmo. Buenaventura Codina se dirigiera personalmente a él, si no es cuando ya a principios de enero del 48 le llamó a Madrid (Aut nº 479). Pero antes de llamar a Claret hubo de alcanzar la aquiescencia del Dr. Casadevall: debió de hacerlo a lo largo del mes de diciembre. No teniendo constancia detallada de las gestiones de petición y de consiguiente concesión por parte de Casadevall, podemos referir un hecho que demuestra las relaciones que Codina tenía con la ciudad y diócesis de Vic. En el mes de septiembre, ante los rumores de nombramientos de obispos, las fuerzas vivas de Vic, Cabildo y Ayuntamiento, se movilizaron para conseguir que se nombrara también obispo para aquella Sede. Existía el temor de que la Sede Vicense fuera suprimida con el Concordato en gestación, y, en esta situación, aumentaba el deseo de tener obispo propio como signo esperanzador de la permanencia de la diócesis. Elevaron exposiciones al Nuncio y al Ministro. En Madrid tenían un buen valedor en Balmes y su círculo de amigos introducidos en la Nunciatura. Se dirigieron también a otros personajes, como el Barón de Meer, antiguo Capitán General de Cataluña, que defraudó, diciendo que en su situación actual nada podía hacer.

En cambio intervino a favor de las pretensiones de Vic un personaje nacido en Hostalrich y residente de muchos años en Madrid: el Ilmo. Dn. Buenaventura Codina, obispo electo de Canarias. No sabemos exactamente lo que hizo, pero su influjo se reconoció como muy eficaz. En el Libro de Actas del Ayuntamiento de Vic, en 20 de septiembre se hace constar que el Gobernador Eclesiástico de este obispado, en 18 del corriente, ha transmitido “para satisfacción de este Cuerpo el contenido de una carta que recibió de un sujeto muy relacionado con el Excmo. Sr. Delegado Apostólico, y de cuyo contenido se desprende que el Gobierno no ha pensado en suprimir la Silla Episcopal de esta diócesis, y al propio tiempo se conciben fundadas esperanzas de que será provista a no tardar: se acordó darle un voto de gracias por esta plausible noticia…”.

Y del Acta de la sesión del 27 de septiembre se desprende que el portador de tan plausible noticia fue D. Buenaventura Codina: “Teniéndose noticia de que se halla actualmente en la ciudad de Barcelona el Ilmo. Sr. D. Buenaventura Codina, electo Obispo de Canarias: se acordó escribir al Sr. D. Francisco de Ferrer, Diputado Provincial por este Distrito, para que en nombre de esta Corporación Municipal se sirva felicitarle en los términos más atentos y finos por el nuevo destino de Canarias con que el Gobierno de S.M. ha tenido a bien agraciarle; y al propio tiempo darle el más expresivo voto de gracias por la cooperación e influjo que a petición de este Ayuntamiento se ha dignado interponer para que se deje subsistente y se provea cuanto antes la Silla Episcopal de esta Ciudad, que se tiene presentido que el Gobierno va a dejar suprimida”[62].

Como no consta que Claret se moviera de Vic y Manresa, y por tanto que pudiera entrevistarse con el Obispo Codina que estuvo por Barcelona en el mes de septiembre, debe concluirse que éste por su cuenta y por sus méritos se dirigió al Dr. Casadevall en la segunda quincena de diciembre y agenció que se diera orden a Claret de acompañarle a Canarias.

Ateniéndonos a estos datos, que poseemos con seguridad, podríamos afirmar que ya no es Claret quien, a escondidas de Caixal y no teniendo en cuenta las consultas al arzobispo Echánove, toma la iniciativa de irse a Canarias, sino que, por el contrario, la disponibilidad al propio Obispo le convierte en “víctima” de las conveniencias y manejos de otros. Casadevall, nombrado obispo en la segunda mitad de enero del 48, encontró una razón grave para aceptar en la presión popular, pues, conocido extraoficialmente su nombramiento, se levantó un universal clamor de aprobación y felicitación que no podía defraudar. Por modo semejante se vio comprometido a atender a la petición de quien era considerado valedor eficaz de la permanencia de la Sede de Vic.

Claret, lejos de Barcelona, fuera de Vic, es ajeno a los manejos que otros hacen para darle un destino. Le quedaba el recurso de rebelarse y rehuir… o el de someterse a la obediencia. Porque, ¿conocería algo sobre Canarias que le pudiera inducir a un querer o a un no querer? Era embarcarse para una travesía del mar ignoto.

Acabemos el tema con un testimonio del Obispo Codina; lo escribía al Nuncio Brunelli en una comunicación oficial a 4 de junio de 1848: “De ésta (misión de Telde) pasó el Sr. Claret, de mi orden, a otra población grande …. Concluída ésta, pasará a otras de las Poblaciones principales …. Mi pena es verme privado de tan Apostólico cooperador después de pasado medio año de trabajar en estas Islas. Pero debo cumplir mi palabra y devolvérselo al Sr. Obispo de Vich, quien sólo me lo concedió por dicho tiempo”[63].

8- LOS MISIONEROS DE CASADEVALL.

Interesándonos las relaciones de Casadevall con Claret pasamos a recordar la fundación de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Podemos dejar en eso la compañía del CL, que por suerte lo deja en paz. Repasando la documentación, nos vemos en algún momento tentados de preguntarnos si no fue Casadevall el verdadero fundador de lo que se cree y dice la obra capital de Claret. Tal es su grado de integración en el proyecto.

Ante todo hay que recalcar que la Congregación nació como obra y casa diocesana. Dejando de lado los intentos asociativos de misioneros ya desde los años 45-46, en los que por cierto intervenían siempre elementos destacados de la Curia de Casadevall: Soler, Pasarell, Puigllat … hay que tener en cuenta que la Congregación nace en el seno de un movimiento general, creador de casas y comunidades de misiones. Fue el propio Gobierno quien, con su Ley de Bases para verificar el arreglo general del clero, de 8 de mayo de 1849, en la base 3ª,  exhortó a los obispos a la creación de casas e institutos de misiones y ejercicios, para moralizar los pueblos. Así el nacimiento de una agrupación misionera en Vic va acompañado de otras muchas en diversas diócesis; citemos de pasada los intentos de Valencia y Gerona.

Casadevall centró este propósito y plan de actuación diocesana en la agrupación de los misioneros de Claret. A la vuelta de Canarias, Claret consulta la idea de fundar a los canónigos Soler y Pasarell y al Dr. Casadevall “que me quería muchísimo”. Soler ofreció el seminario como lugar interino donde reunirse la comunidad; Casadevall reactivó las gestiones para obtener del Gobierno la cesión del convento de la Mercè de Vic para sede permanente. El caso concreto del P. Clotet revela que la Secretaría de Cámara actuaba de banderín de enganche de misioneros. Hay que suponer que allí encontrarían todas las facilidad los sacerdotes diocesanos que se apuntasen para la obra de Claret.

El convento de la Mercè era uno de aquellos dos edificios de ex-conventos, que todavía no hubiesen sido vendidos, que el Gobierno ofreció ceder a los Obispos “para conferencias morales de los sacerdotes, ejercicios espirituales de los que deban ser promovidos a las Sagradas Ordenes  y corrección de los eclesiásticos que puedan incurrir en algún extravío”. Otro edificio había también reclamado Casadevall: el de la Cueva de San Ignacio de Manresa; a él parece aludir Claret cuando decía que ya tenía casa para fundar, en Vic, Manresa, Gracia[64].

No le fue fácil a Casadevall cumplir su promesa de ofrecer casa para que Claret fundara sus misioneros. En 1954 el P. Luís Pujol comenzó a publicar una serie de documentos transcritos del Libro de Gobierno, que no es sino el copiador de cartas del pontificado de Casadevall. Apuntemos los que hacen referencia a las gestiones para adquirir la Mercè[65].

En 7 de febrero del 49 oficia el Dr. Casadevall al Excmo. Sr. Director de fincas del Estado. Expone que en 15 de septiembre anterior había elevado ante la Reina una reverente exposición, que transcribe, y en que recuerda el ofrecimiento hecho a los Obispos de facilitarse el establecimiento de conferencias morales para los eclesiásticos; pero resultarían mucho más eficaces los ejercicios espirituales del clero. Para que estos “ejercicios anuales puedan tener lugar en esta Ciudad Capital de diócesis, se necesita un local espacioso donde puedan reunirse y habitar durante ellos los eclesiásticos que por turno vayan entrando”. El seminario diocesano no sirve por su escasísima capacidad. El ex-convento de la Merced reúne condiciones óptimas. “Suplica a S. M. se digne conceder a él y a sus sucesores en la dignidad episcopal el convento que fue de Mercenarios Calzados de esta Ciudad con su Iglesia y huerto contiguos”.

Repitió esta misiva al Director de Fincas del Estado en 28 del mismo mes y año.

El 16 de junio el Ministerio de Hacienda transmite la esperada Real Orden favorable al Director General, y el 26 del mismo mes éste la comunica al Obispo de Vic. Con esta comunicación en las manos se dirige Casadevall al Intendente de Barcelona consultando el procedimiento a seguir para que el Ayuntamiento entregue las llaves. Se le contestó que ya el día 3 de julio la Administración de Fincas había comunicado a su “subalterno en esa Ciudad para su cumplimiento la real Orden … ; por consiguiente dicho subalterno es quien debe darle posesión”.

En 6 de agosto se pasaba comunicación al Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Vic, con la orden para que desalojara y entregara el edificio.

Sólo en 5 de septiembre consiguió el Obispo entrar en posesión del edificio.

Recuérdese que el 9 de Octubre de 1849 fue la fecha del traslado de Claret y sus Misioneros desde el seminario al edificio de la Mercè. Pero cuando Claret funda la Congregación, el 16 de julio, tiene la seguridad de que el Convento de la Merced ya es del Obispo, y ya sólo faltan los últimos trámites para la toma de posesión.

En el espacio de un mes hubo que hacer las reparaciones y arreglos más indispensables para alojar la nueva Comunidad. Se tuvo la suerte de que los dos sacerdotes que cuidaban del culto de la Iglesia, grandes personalidades y grandes amigos de Claret, aportaron algunos muebles y enseres de cocina. Eran los catedráticos de seminario Benito Vilamitjana, futuro arzobispo de Tarragona, y Mariano Aguilar y Casadevall, sobrino del Obispo y cuyo nombre con el tiempo entraría en las ternas para obispo. 

En la carta del 11 julio 1850 escribe Claret a Caixal: “Se acaban de gastar algunos 3.000 (reales) para componer la casa; en el primer piso están los Misioneros, y en el segundo los ejercitantes con capilla aparte”[66].

El que era mayordomo de Casadevall y después fue capellán encargado de la iglesia de la Mercè, el Dr. Xavier Casadevall y Clará, (sobrino del Obispo), en unos Apuntes Históricos sobre la iglesia y convento de la Mercè, nos informa que en el acondicionamiento de la casa se gastaron 19.103 reales: de ellos Claret pagó 9.158; D. Mariano Aguilar 6.400 y el obispo Casadevall otros 3,345 reales.

El obispo había contribuido a la fundación de los Misioneros con gestiones y con intereses. Se mostró complacido y eufórico cuando en circular de 30 de noviembre de 1850 pudo anunciar a los párrocos y por su medio a los feligreses la apertura de la Casa de Ejercicios. Como no veo esta circular ni en El Beato ni en Historia de la Congregación por el P. Cristóbal Fernández, es conveniente su transcripción:

“Bien persuadidos desde el principio de nuestro Pontificado  que nuestros pastorales desvelos debían dirigirse a promover el bien de las almas confiadas a nuestro cuidado, hemos hecho todos los esfuerzos posibles para fomentar en nuestra diócesis las Misiones y plantear una casa destinada a Ejercicios espirituales, como a medios eficacísimos para conseguirse la reforma de costumbres, adelantamiento en el camino de la virtud, y santificación de nuestros muy amados diocesanos. Por esto hemos trabajado incesantemente, y nos hemos ocupado con empeño para obtener tan dignos objetos: y gracias al Dios de misericordias, cuyos amorosos ojos están fijos de un modo muy particular sobre Nos para ayudarnos con auxilios oportunos, tenemos ya lo que tanto anhelábamos, Misiones y Casa de Ejercicios.

Esto nos tiene llenos de indecible placer allá en el fondo de nuestra alma, y sólo nos hace falta hacer participantes de estos mismos sentimientos a los fieles a Nos encargados.

Por lo que es nuestra voluntad que llegue a noticia de todos, que está abierta ya en esta Ciudad la Casa que fue convento de Nuestra Señora de la Merced para dar Ejercicios a Eclesiásticos y seglares. A este fin encargamos a VV. que lean en el Ofertorio de las Misas matinal y mayor el edicto que se les remite, y exhorten a sus súbditos con energía y santo celo a que se aprovechen de los copiosos frutos de santidad y salvación que se les ofrecen tanto por medio de las Misiones como de los Ejercicios Espirituales.

Dado en Vich en nuestro Palacio Episcopal a 30 de Noviembre de 1850.

CASADEVALL SUPERIOR DE LOS MISIONEROS   

Casadevall tenía el alma en la obra de los misioneros de Claret: eran sus Misioneros. A los Misioneros los consideraba como obra suya; en un escrito en su defensa, elevado ante el Ministro de Gracia y Justicia, D. Ventura González Romero, decía que ha acatado las directrices del propio Gobierno sobre el trabajo de moralización urgente del pueblo, y que “a este fin ha excitado a los Prelados a que formen Misioneros que recorran los Pueblos, y les prediquen el Evangelio para el logro de la reforma de costumbres”. “Animado yo de estos mismos sentimientos me anticipé a los deseos del Gobierno, y establecí años hace varios Misioneros, que con la predicación de la Divina palabra hicieran frente al torrente de impiedad que todo lo arrastraba. Al frente de ellos puse al Sr. Claret, Arzobispo ahora de Cuba, y estos incansables Apostólicos Varones todo lo recorren, y es inmenso el fruto que cogen de sus ímprobas fatigas. No me contenté de solos Misioneros, sino que he establecido también una Casa de Exercicios, en la que se dan hasta a veinticuatro personas, alternando los Eclesiásticos con los laicos, a los que comparecen sujetos que distan de esta Ciudad de veinte o treinta leguas”[67].

Y no habla así Casadevall para colgarse sobre el pecho medallas que otros ganaron, sino porque a continuación defiende a los Misioneros con todo ardor como algo totalmente propio.

Otra carta de Casadevall dirigida al Gobernador civil de la Provincia de Barcelona está también motivada por la defensa de sus Misioneros. Esta vez señala dos grupos: unos misioneros que llevan a cabo la misión de Igualada; eran dos jesuitas y un sacerdote diocesano; y por otro lado los misioneros de Cervera. Esta famosa y ruidosa misión de Cervera la predicaron los PP. José Xifré, Domingo Fábregas y Antonio Picañol[68].

Y sobre esta misión escribe Casadevall al Gobernador: “A instancias del Párroco de Cervera mandé una misión en aquella Ciudad, de la que tengo noticia que hizo inmenso fruto. Sin embargo también hubo algunos cuantos que empezaron a clamar contra la misión y misioneros hasta amenazar a éstos que algún día les darían de palos. Con estas noticias el pueblo entero formó un muro de pechos desde la Iglesia hasta la casa donde vivían los misioneros, no sólo para impedir este atentado, sino también para hacer pedazos a cualquiera que se atreviese a insultarlos de obra ni de palabra. No habría bullangas ni disensiones en los pueblos, si estos no los provocasen cuatro díscolos, y está visto que donde éstos callan, dejan los misioneros las poblaciones en una paz y quietud admirables y con vivísimos deseos de que vuelvan a misionar”.

Podría aquí comentarse que también los discípulos de Claret creaban conflictos con su predicación misional y daban quebraderos de cabeza a su Obispo. Pero éste, a diferencia del CL, señalaba otro origen a los conflictos surgidos, y los asumía responsablemente ante las autoridades. ¿No había obrado ya así en los tiempos de Claret?

A la Corporación Municipal de Berga, que le había escrito mostrando agradecimiento por haberles enviado los Misioneros, PP. Esteban Sala, Fábregas y Picañol que predicaron una fructuosísima misión, contestaba así Casadevall:

“Fue inexplicable el espiritual consuelo de que se llenó mi espíritu al leer en la muy atenta carta de esa Corporación Municipal el copiosísimo fruto que había producido la misión que mis súbditos predicaron en esta Villa, y las esperanzas fundadas en que quedaron éstos de que la semilla de la Divina Palabra que habían sembrado en ella no había caído en tierra estéril. Así lo esperaba, no sólo del celo de aquellos Misioneros, sino también de la buena índole de esos habitantes,  de los cuales me ha quedado una muy grata memoria. Quiera Dios que los sentimientos de compunción y de amor a Dios, de que han dado tan patentes pruebas en esa temporada, vayan siempre en aumento para que sea completo el fruto producido por mis Misioneros. Esos son mis fervientes deseos, a esto se dirigen mis diarios votos al Altísimo, mientras se repite de esa Corporación Municipal, atento y seguro servidor Q.B.S.M.  -Vic 17 enero de 1851”[69]

Nótese que si el Ayuntamiento de Berga dirige sus acciones de gracias al Obispo de Vic, a quien deben el envío de los Misioneros, también Casadevall confiesa que se trata de “mis Misioneros”, “mis súbditos”.

Esta dependencia llegaba hasta nombrar el Obispo el superior de los Misioneros; respecto de Claret lo afirma dos veces en su exposición al Ministro de Gracia y Justicia, a 5 de julio de 1851:

“…establecí hace varios años varios Misioneros …. Al frente de ellos puse al Sr. Claret, Arzobispo ahora de Cuba,”  …  “A pesar de que me era muy sensible desprenderme por siempre del Gefe de mis Misioneros, ….; le permití que se llevara consigo ocho de mis misioneros ..”.

El caso del P. Esteban Sala, a quien siempre se ha considerado como el heredero del P. Claret, es muy llamativo. No sería un heredero por derecho de sucesión natural, ni sucesor por votación de la Comunidad, sino por un acto de la voluntad de Obispo Casadevall. Esto aparece claramente en el documento que el P. Sala elevó a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide suplicando la concesión del título de Misionero Apostólico. En la súplica manifestaba su relación de dependencia del Obispo de Vic:

 “Sacerdos Stephanus Sala … exponit quod … nonnullis abhinc annis vacat sacro missionum exercitio…, et cum post promotionem Domini Claret ad Archiepiscopatum Sti. Jacobi de Cuba, Orator sit nominatus a Domino Episcopo Vicensi superior et director Missionum, quae in eadem dioecesi habentur, ideo S. V. precatur..”.

La petición del P. Sala va recomendada por su Obispo, quien lo hace con las siguientes palabras: “certificamos que el subsodicho Sacerdote es muy acreedor a la gracia que solicita, porque reúne un fondo de virtudes y sabiduría nada común; años hace se dedica a las Misiones de esta Diócesis, y casi en todas las demás de Cataluña con un celo incansable; y desde que salió para Cuba el Escmo. e Ilmo. Sor. D. Antonio Claret Arzobispo de la dicha Archidiócesis, le nombramos Jefe y Director, que ya lo era en segundo, de los Misioneros que tenemos en nuestra diócesis de Vich, cuyo cargo desempeña muy a satisfacción nuestra”[70]

Convendrá no exagerar la ingerencia del Obispo en la fundación y régimen de la Congregación que en estos documentos aparece expresada. Hay que tener en cuenta que se dirige a autoridades lejanas y no intenta perfilar el valor jurídico de sus intervenciones en favor de los Misionero. Sin exagerar, queda bien marcado el carácter fuertemente diocesano de la primera Comunidad Claretiana, y el aprecio que de ella hacía el Obispo Casadevall.  

9.  LA OBEDIENCIA DE CLARET EN LA ACEPTACION DEL CARGO    DE ARZOBISPO

“Es costumbre afirmar que aceptó por obediencia”.

Sí, es verdad; y podemos añadir que es costumbre inveterada, que principiaron los actores y los testigos directos de los hechos. No se podrá negar que esta afirmación esté bien confirmada y documentada. Pero quedará abierta la vía para la interpretación que desnaturalice la obediencia, vaciándola de todo contenido teológico y eclesial. Al parecer se cree de antemano en la imposibilidad de que Claret mirando a Dios y en orden a Dios acepte el nombramiento; y también que, mirando a la Iglesia y a sus autoridades, haga un acto de rendimiento sometiéndose a su determinación. Y no parece tenerse en cuenta que Claret pudiera ser movido por su ideal misionero.

Claret sólo habría aceptado cuando los consejeros por él escogidos le declaran ser voluntad de Dios que acepte: entonces se convence, y en virtud de esta convicción propia, escribe la carta de aceptación del nombramiento.

¿Permiten los documentos dejar de lado esta interpretación, que juzgamos del todo arbitraria, y mantener la afirmación tradicional de la obediencia de Claret, siquiera en un grado mínimo de virtud cristiana?

Tal vez contribuiría a la iluminación de este punto conocer con algún detalle las conductas observadas por otros personajes llamados a ocupar puestos eminentes en la Iglesia; así veríamos por comparación la calificación que corresponde a Claret, por su conducta. En su proximidad inmediata están Corcuera, Casadevall y el Dr. Jaume Soler. Los tres intentan conocer la voluntad de Dios y someterse a ella: recurren a la oración retirándose a un “desierto” carmelitano (Corcuera), a la ratificación popular (Casadevall), al dictamen de un grupo de personas cualificadas (Soler). Pero no vemos que recurran a una situación de obedecer a un mandato. Ya el Nuncio contestó que no era procedimiento de la Santa Sede imponer tales mandatos. ¿Qué significa que sea Claret un caso excepcional buscando la obediencia? Esta sola preocupación es muy significativa: habrá que indagar sus raíces profundas para ver si es fruto de la gracia.

Pero también aquí aparecerá el CL a indicar las raíces amargas que él descubre: será dureza de juicio que no se rompe si no con el mazazo del ordeno y mando; será descargar sobre otros la responsabilidad de la nueva situación; será…

Me parece que es tiempo perdido ir recogiendo y repitiendo todos los lugares de la correspondencia conocida que trata de la aceptación por obediencia. Debería bastar como decisorio el testimonio que dio el Dr. Casadevall desde el primer día respondiendo al Ministro Arrazola que le había pedido se interesara para que su súbdito Claret aceptara el nombramiento:

“Como el citado Claret no respira sino ciega obediencia a sus Superiores, no dude V.E. de que si el Escmo. Sr. Nuncio Apostólico le escribiese mandándole en nombre de su Santidad que acepte la Mitra arzobispal de Cuba, no se resistirá ni un pequeño instante, y contestará al momento su aceptación”.   Obediencia al Superior, obediencia ciega, obediencia inmediata. Y lo afirma Casadevall, que lo conocía bien.

Otro testimonio tan curioso e interesante como poco conocido. El Dr. Jaume Soler, Obispo electo de Teruel, recibe comisión del Nuncio Brunelli para que reciba la profesión de fe de Claret, como pieza necesaria en el Proceso Consistorial para la preconización. En el Acta Notarial levantada se expresa así: Qua re illico praefatus Dnus. Antonius Claret et Clará, tanquam verus obedientiae filius, mandatis apostolicis obediens et obedire volens … fidei professionem .. emisit”[71]. El Dr Soler, que conocía y apreciaba de tiempo atrás a Claret, que era escritor de temas ascéticos, que había sido del grupo de consejeros que dieron dictamen sobre la aceptación… ¿a qué viene su insistencia en la obediencia de Claret? ¿No será que, dirigiéndose el Nuncio, quiere remachar el carácter de obediencia virtuosa, que en todo tiene la conducta de Claret?

Pero se objetará que Claret, prescindiendo de los consejos de Casadevall, que le aseguraba que resistiría a la voluntad de Dios, y de las repetidas instancias del Nuncio, siguió sus propios caminos y confió el asunto al consejo de tres amigos, y a su dictamen se atuvo para dar su consentimiento, que de inmediato expresó a las autoridades. Hay que advertir que se desconoce la fecha en que el grupo de consejeros amigos formuló su decisión: si tardó poco o mucho en producirse el consiguiente acto de aceptación; y por tanto cuál fue la medida de su verdadero influjo.

Pero, en todo caso, ¿es necesario que exista oposición entre el consejo de los amigos o del director espiritual y el acto de obedecer al superior? ¿No puede, y hasta debe, ser el consejo camino para llegar al acto de acatamiento de la voluntad? Fue sin duda una ayuda para por fin inclinarse ante la decisión del Prelado diocesano, que al amparo de la Moreneta le mandaba “in quantum possum” que aceptara el cargo. El propio juicio o la convicción que Claret se formó la unió y sometió al mandato del superior. En este caso tal vez desmentiríamos o limitaríamos el calificativo de “obediencia ciega” que respiraba Claret, o lo pondríamos en sus justos límites.

Aquí se podría recordar que, con ocasión de la carta de recomendación del arzobispo de Tarragona, en que se hacía constar que Claret misionaba por obediencia al Prelado, el CL apostillaba: “no todos lo creían así”. Lo que allí era una suposición más o menos fundada, aquí es una realidad pero vuelta al revés: la gente creía que Claret obraba por obediencia. Los lectores de El Católico, periódico de Madrid, y los del Diario de Barcelona pudieron leer la carta del corresponsal de Vic de 31 de agosto: “Se ha dado publicidad en esta ciudad al nombramiento hecho por el Gobierno de S. M. de arzobispo de Cuba en la persona del Rdo. D. Antonio Claret. … este joven y santo sacerdote renunció al momento … habiendo apoyado fuertemente dicha renuncia el Ilmo. Sr. Obispo de Vich. a quien el Rdo. Claret haría suma falta si marchase de esta diócesis. … Es regular que el Gobierno y el Delegado de S. Santidad pesarán muy bien el asunto, y resolverán y acertarán, bien seguros de que el humilde sacerdote hará a ciegas y sin hablar palabra lo que se le ordene definitivamente”[72].

10-  ENFRENTAMIENTO CLARET-CASADEVALL

Reconozco que siento indignación al ver el tozudo empeño en poner confrontación y latente enemistad entre el misionero Claret y el Prelado Casadevall. Y que se intente extender esta enemistad a todo el período misionero que dura el decenio 1839- 1849. Se ha inventado un conflicto violento y traumatizante en el episodio de renunciar Claret el Economato de Sallent para ir a misiones extranjeras. Y la descarga eléctrica tiene tan alto voltaje que ya electrocuta toda futura relación no ya de amistad, sino de verdadera sumisión y obediencia.

Todavía a estas alturas, cuando Claret manifiesta que su norma ha sido someterse a la voluntad del Prelado, el CL tiene que verter su bilis comentando “lo sabía bien el Prelado en su experiencia”.

Y en este paso del nombramiento repite dos veces una expresión que a mi parecer es un verdadero y gravísimo insulto tanto a la persona de Claret como a la de Casadevall. Lo creo insulto porque es calumnia vestida de ligereza irresponsable. Dice: “Yo creo que esta propuesta de Casadevall es interesada, ya que tiene experiencia del modo de actuar de Claret. Más adelante explico el sentido de esta afirmación o actitud de Casadevall”…  “Me atrevería a formular una pregunta: la decisión del Obispo de Vic de mandar a Claret que acepte el arzobispado, que si no acepta resistirá a la voluntad de Dios y que ‘ in quantum possum’  le mando que acepte el arzobispado de Cuba porque así lo dispone Dios, ¿no es acaso una manera elegante, de parte del Obispo de Vic,de liberarse de un candidato que siempre le fue molesto porque le traía problemas, pero más ahora,  debido a que los momentos políticos que se vivían eran bastante difíciles? La respuesta que Casaevall da a la aceptación de Claret parece que deja mi propuesta o pregunta en suspenso, pero creo que en realidad es una confirmación clara de la sospecha”[73].

¿Con que es “elegante la manera que usa Casadevall para deshacerse y alejar a un súbdito, para liberarse de un candidato que siempre le ha sido molesto? Si para este fin tan poco noble, tan personalmente egoísta, se vale del mandato que da ‘in quantum possum’, y de la invocación de que va a resistir a la voluntad de Dios… La teología y la jerarquía van a ponerse al servicio de intereses bien egoístas y rastreros.¿Estamos ante Casadevall o ante Maquiavelo?

Si un Claretiano se cree con derecho a maltratar a su padre, mírese las manos antes de ponerlas en la figura de uno de los grandes Prelados de Vic: Casadevall no es sólo un nombre, es una grande y definida personalidad. Tiene derecho a que se estudie su biografía antes de difamarle con la atribución de unas invenciones maliciosas e infundadas.

Es bien conocida la relación de Casadevall con Claret. Es uno de los personajes de quien más correspondencia con Claret se ha conservado. Unas 20 cartas de Claret a su Prelado figuran en el Epistolario. Por un lado la conservación de esta correspondencia, personal la mayor parte de las veces, ¿no es una señal de aprecio? Casadevall respecto de Claret no hizo el malhumorado gesto de leer la carta y rasgarla destinándola al cesto de basura. Y todavía se debe añadir que, en esta conservación, intervino su sobrino y mayordomo, el Dr. Francisco Xavier Casadevall y Clará, su albacea, quien por cierto era de carácter un tanto extraño, pero sin duda era ferviente admirador de su tío el Obispo y promotor de todo lo que fuera su honor: su cielo en la tierra lo halló el día en que el retrato del Obispo entró en la Galería de Vicenses Ilustres en la sala de la Columna del Ayuntamiento de Vic.

Este Dr. Xavier Casadevall apreciaba a Claret tanto como a Casadevall, como lo demostró al presidir el tribunal del Proceso Informativo de Vic (renunciando a favor de la Causa al correspondiente salario), y al dedicarle la edición de su libro de ejercicios. Es muy razonable pensar que poco o nada habría hecho por quien hubiera sido un émulo o un tormento para su Obispo.

Aquí podemos añadir, en este tema del aprecio de Casadevall por el misionero, el testimonio de otro sobrino carnal del obispo, D. Mariano Fábregas y Casadevall, abogado, ex-alcalde de Vic, y Juez, quien declaró en las sesiones 94 y 95 del Proceso Informativo. No llegó a ser familiar de Claret, pero “me trataba con especial cariño, sencillez y benevolencia”. Atestiguó su fama de santidad que conocía “de pública voz y fama, por mis padres, … por mi tío el Ilmo. Casadevall .. por cuantas personas respetables … por todos en general era tenido por un santo” … “siendo muy joven, a causa de haber vivido por espacio de más de 15 meses, o sea desde 1º de noviembre de 1845 a febrero de 1847 en la casa y compañía de mi tío el Sr. Vicario Capitular Dr. D. Luciano Casadevall, había oído hacer elogios del celo espiritual, modestia, cumplimiento exacto de sus obligaciones, y gran sumisión y obediencia a sus superiores” …

            Se puede desafiar a que se recoja del Epistolario o de la documentación recogida de Casadevall una sola frase que pueda servir de base real para ver una relación difícil o problemática entre el misionero y el Obispo.  Casadevall es de un carácter noble, pacífico, bien equilibrado. ¿Podemos pensar que miente o que ironiza cuando afirma su aprecio hacia Caret y su sentimiento porque se separe de la diócesis al ir a Cuba?

11-  TESTIMONIOS DE APRECIO

 Vamos a crear una antología de textos que nos hablen de este aprecio que Casadevall sentía por Claret.

1.- “En efecto no son las plazas los lugares más a propósito para la predicación de la divina palabra; sin embargo no es cosa nueva … nuestro Salvador … nuestro San Vicente Ferrer … el Ven. Fr. Diego de Cádiz ; y en nuestros días en las plazas de Cataluña, y creo que hasta en Canarias predicaba el Apostólico Claret, Arzobispo de Cuba, con una unción, que todo lo arrastraba. Lo mismo practica en Cuba, y V. E. (sr. Ministro) ya sabrá que el fruto de sus tareas es imponderable, tanto que estoy íntimamente persuadido que cuando será conocido y sentido por toda aquella Isla, él solo bastará para ponerla al abrigo de cualquier tentativa que los revolucionarios reunidos en los Estados Unidos emprendan contra ella.

 Esta es para mi una de las mayores satisfacciones que puedo tener en este mundo, porque yo soy el único que pudo lograr que el Sr. Claret aceptara aquel Arzobispado. Cuando el Sor. Nuncio de Su Santidad y el Sr. Arrazola vieron que no podían lograr de él la aceptación, acudieron los dos a mi, y el Sor. Arrazola con más de una carta las más expresivas me pidió que empleara todo mi influjo para que Claret aceptara el Arzobispado de Cuba, ponderándome cuán del agrado sería de S. M. y cuánto convenía para el bien de la Iglesia y del Estado…..

 A pesar de que me era muy sensible desprenderme por siempre del Gefe de mis Misioneros, sin embargo prefiriendo el bien general al mío particular; y considerando que Claret sería uno de los más firmes sostenes de una de las más preciosas perlas engastadas en la corona de mi Reyna y Señora, cual es la Isla de Cuba, viendo que con buenas razones nada podía lograr de él, eché mano de la Autoridad como Prelado suyo, y al momento se rindió a ella aceptando el Arzobispado.

 No fue este el único sacrificio que hice en favor de la Isla de Cuba: le permití que se llevara consigo ocho de mis misioneros, por medio de los cuales la divina gracia hace prodigios en aquella Isla”[74]. 

2-  Tuvo Casadevall el gesto muy significativo de imponer a la diócesis el Catecismo de Claret en un intento de unificación de textos: prefirió el de Claret al de los Domers, al del Paborde de Castellterçol y al mismo de Corcuera-Strauch. Tanta voluntad había en este gesto que su imposición sólo se sostuvo durante su pontificado. Tras él fue el propio obispo Antonio Palau, el antiguo director de la Revista Católica, y colaborador de Librería Religiosa, quien dejó de lado el Catecismo de Claret volviendo a editar el anterior, que como Catecismo Strauch-Corcuera-Palau se mantuvo hasta fines de siglo.

Este gesto de preferencia Casadevall lo presentó a sus párrocos en una Circular de 24 de agosto de 1849. Seleccionamos las referencias a Claret:

 ... “hemos creído que no habría mejor medio de evitarlo que arreglar en esta Diócesis la enseñanza de la Doctrina Cristiana por un solo Catecismo con exclusión entera de cualquier otro. Mientras pedíamos a Dios el acierto en la elección, el Apostólico Sacerdote D. Antonio Claret presentó a Nos uno  que había trabajado teniendo a la vista muchísimos Catecismos que corren por el Reyno, y su lectura causó a Nos una indecible satisfacción al ver que la mano de Dios había dirigido la pluma de dicho Apostólico Misionero, pues supo escoger lo mejor de todos los Catecismos que había reunido, y formar uno, que en la universalidad de doctrina, en naturalidad, concisión y claridad, tal vez no tiene semejante.

Desde entonces cesó nuestra perplexidad en orden a la elección de Catecismo, y dando las debidas gracias al Altísimo por haberse dignado depararnos el Catecismo de Mosen Claret, a éste dimos preferencia; y es nuestra voluntad que de aquí en adelante rija en toda nuestra diócesis” ….

3-  Casadevall pensó en salvar de la venta a manos de particulares del edificio de la Santa Cueva de Manresa. Lo solicitó al Ministro de Gracia y Justicia según la copia que queda en el Libro de Gobierno. …”me atrevo a suplicar a V.E. se sirva inclinar el Real ánimo de S.M. la Reyna (q. D. g.) a que destine dicho convento para los indicados fines, para los cuales lo hubiese destinado ya años hace, si lo hubiese tenido a mi disposición, por ser uno de los más a propósito que existen en esta Diócesis para esta clase de establecimientos, en el cual hubiese colocado en calidad de Director al Apostólico Sacerdote D. Antonio Claret, Arzobispo electo de Santiago de Cuba, el cual abunda en sentimientos del todo conforme a los míos. Dios guarde … -Vich 17 de enero de 1850”.

4-  Casadevall eleva una exposición a la Reina en febrero de 1850 pidiendo el restablecimiento de la Casa del Oratorio de San Felipe Neri. Comienza elogiando el designio del Gobierno “de establecer casa de Misioneros, que servirán también para exercicios espirituales y corrección de eclesiásticos” … que son “el medio más poderoso que pueda presentarse para moralizar al pueblo, … que se presenta como una tierra fértil a la cual no falta sino sembrar el trigo de la divina palabra para dar a su tiempo el ciento por uno”.

“Testigos son de esta verdad casi todos los Obispados de Cataluña a los cuales una porción de celosos sacerdotes súbditos del Obispo Exponente, amaestrados en la escuela del Apostólico Misionero D. Antonio Claret, electo por V.M. Arzobispo de Cuba, han sembrado la semilla de la divina palabra, y han cogido los más opimos frutos de justicia y santidad. Cuanto han dicho los papeles públicos de la predicación del expresado D. Antonio Claret, y sus resultados en las Islas Canarias es infinitamente menos de lo que han publicado. Con el auxilio de tan sabio director podía prometerse el Obispo exponente un número bastante regular de operarios Evangélicos en otros tantos Sacerdotes que se sienten llamados por Dios a emprender una tan trabajosa como consoladora carrera”.

Como compensación por la pérdida de Claret, pedía se le concediera el restablecimiento del Oratorio de San Felipe Neri de Vich.

Las alabanzas que Casadevall dedica a Claret no son pequeñas; y las escribe o pronuncia ante las más altas instancia de la nación y de la Provincia, en presencia de todos los párrocos y fieles. Es absurdo y hasta indigno pensar que mentía, que usaba de doble lenguaje falaz. Su figura de gran Obispo de Vic no se merece este insulto.    

CONCLUSION

El intento perseguido en la composición de este trabajo ha sido recoger la rica documentación que permite la creación de una imagen de Claret, que surge espontánea, en confrontación a una presentación por métodos apriorísticos, que falsea y deforma los datos históricos: los pone al servicio de intuiciones, muy geniales sin duda (como corresponde al prestigio de sus autores),  pero con resultados muy poco favorecedores de la santidad de Claret, hoy indiscutible tras el refrendo de su canonización. De ahí el tono de controversia. Que no se establece entre personas, sino a nivel de estudio.

Repetimos un juicio muchas veces anteriormente expresado: pocos santos canonizados poseen unas Biografías y estudios tan seria y abundantemente documentados… Y sin embargo, todavía resulta insuficiente para asegurar una interpretación correcta de la historia. Ciñéndonos a los Claretianos de Cataluña, se necesita una mayor investigación de archivo y biblioteca; cuando se posean sus resultados con mayor amplitud, se habrá creado la plataforma para lanzarse a altas disquisiciones filosófico-históricas, sin temor a fracasos lamentables. Pues, a mi, después de 70 años de vida claretiana, me laceran en el fondo del alma las interpretaciones difamatorias y panfletarias, a las que en este estudio se ha contestado. 

Juan Sidera cmf

Arxiu Claret – Vic Día 13 julio, 70º aniversario de ingreso en el prepostulantado   


[1]Se refiere al trabajo inédito del P. Pere Franquesa “Claret a contraluz”, compuesto en 1993 y divulgado por fotocopia e internet. Se trata de dos artículos que tratan respectivamente sobre la pobreza y la obediencia de Claret. En adelante aludiremos a él con la sigla CL, que unas veces se refiere al autor y otras al escrito mismo [nota del copista Severiano Blanco].

[2]P. 24, n. 3.3.1.4

[3]P. 25; n. 3.3.1.5

[4] P. 24 y 25; n.3.3.1.6

[5]P. 29, n. 3.3.2.4

[6]P. 31, n. 3.4.1.1.

[7] P. 39, n.3.3.2.5

[8] P. 31, n. 3.4.1.1

[9] P. 32 n. 3.4.1.2

[10] P. 32, n. 3.4.1.3

[11] P. 33 , n. 3.4.1.3

[12] P. 33, n. 3.4.1.5

[13] P. 34

[14]Cita a C. Fernández, El Beato I, 400-401.  

[15] (pag. 36, nro.3.4.3.1)

[16] (pag. 38 nro 3.5.1.1)

[17] P. 38 n. 3.5.1.3

[18] P. 38, n. 3.5.1.3        

[19]P. 62

[20]P. 98

[21]M. AGUILAR, Biografía del Siervo de Dios R.P. Esteban Sala. Barcelona 1907; p. 22.

[22]Está en EC I, p. 267.

[23]EC, I, p. 87-88.  

[24]Todo esto se expone más largamente en dos opúsculos de Arxiu Claret , nros. 47 y 48.

[25]Cf. Solá, Historia de Sallent.    

[26] EC I, p.97-99.

[27] Aut. nº. 166.

[28]Informe reservado del Ob. Puigllat al Nuncio de 14 diciembre 1865, ASV, AN Madrid, 433.  

[29]Contraluz  nº. 3.3.2.5.  

[30]AP. nº. 639. [¿Arxiu Pairal?]

[31]EC. I, p. 102 

[32]En EC III, p. 566 (Por cierto, ¡que no se enteren los del CL que en esta ocasión se entromete a ejercer de notario en una casa como el Puig de Sant Marsal que está claramente metida dentro de los límites de la parroquia del Montseny y de la diócesis de Barcelona!)

[33]Reg. Pas. 1837, nº 860

[34]AEV lligall 1612.

[35]EC I, p.100.  

[36]En el nº 3.3.1.6, p. 25.

[37]Arch. de la S.C. de Prop. F. Udienze 1841, v. 95, f. 271.

[38]Claret a contraluz 3.4.1  

[39]BOE, Vic t.8, p. 204, año 1858.

[40]Punto 2 de la circular de 14 de diciembre de 1841

[41]Libro de Gobierno, 1837-1852.

[42] nº. 3.4.1.2, y siguientes

[43]F.GUTIÉRREZ, Claret en el periódico ‘La Esperanza’, p. 60.

[44]Fotocopia en Arxiu Claret

[45] Libr. Secr. XXIV.

[46]El Beato I, p.192.

[47]Del Dr. Soler al Dr. Masmitjá.

[48]La carta está publicada en Arxiu Claret, Vol. I, p. 147

[49]Cf. Arxiu Claret, III, p.177 sig.

[50]El Beato I, p. 261.

[51] Cf. EC I, p. 187, ss.

[52]EC. I, p.134.

[53]F. GUTIÉRREZ, Claret en el periódico ‘ La Esperanza’, p.63.  

[54] Rev. Cat. t. 12, p.10.

[55]EC I, p. 244.

[56]EC I, p.246.

[57]EC I, p. 241.  

[58]Cf ECpas I, p. 53.

[59]Tomo 14 (1849) 91.  

[60] EC I, p. 273

[61] EC I, p. 284.

[62]J.SIDERA, Biografía  de L.  Casadevall, p.63.[pro manuscripto].

[63]ASV,  publicada en Iris de Paz, jul.-ag. 1984.

[64] Cf EC I, p. 287.  

[65] En Boletín de la Prov. de Cataluña, año 1954, pag. 207.

[66]EC I, p. 408.  

[67]Libro de Gob.

[68]Cf. Arxiu Claret, III, pp. 158-170.

[69]Libro de Gob.

[70]Act. de Prop. Fide, Udienze, vol. 115, p. I, fol.291.

[71]Proc. Cons. ASV, fotocopia en Arxiu Claret.  

[72]El Católico, 6 de septiembre de 1849, nº 3232; véase en F.GUTIÉRREZ, El P. Claret en el periódico ‘El Católico’, p.138.

[73]Claret a Contraluz, p. 38 n. 3.5.1.1

[74]Carta al Ministro de Gracia y Justicia, Ventura González Romera, 5 de julio de 1851. Arch. del Min. de Justicia. Leg 3750 m. 12.696.