NICOLÁS GONZÁLEZ

NICOLÁS GONZÁLEZ

Nació en la Nuez de Arriba coma provincia y diócesis de Burgos, el día 3 de febrero de 1860. Profesó en Alagón el día 16 de diciembre de 1886. Murió en Santa Isabel, Fernando Poo el día 23 de marzo de 1935.

Sus padres eran piadosísimos y además estaban dedicados por profesión al magisterio, cualidades que debemos tener en cuenta para explicar la vida del padre González, quién descolló siempre por su piedad acendrada y además tuvo como ideal en las misiones, que gobernó santamente, el progreso de la instrucción de los niños, para lo cual gastó sumas enormes que la divina providencia ponía en sus manos de apóstol.

A los 13 años entraba en nuestro postulantado de Segovia: le admitió el Padre Genover: allí descolló por su talento práctico, por su inteligencia en los estudios, por su gran piedad. De Segovia paso Alagón donde hizo el noviciado y donde profesó: fue su prefecto el padre Juan Carpi, superior el padre Armengol, dos hombres eximios que habían de tener una influencia decisiva en el espíritu del padre González: el 1 para formarlo buen religioso: el otro para adiestrarlo en la carrera difícil de las misiones.

Pasó a Cervera en cuyo colegio curso estudios mayores: y de Cervera a Santo Domingo de la Calzada donde dio remate a la carrera eclesiástica, recibiendo la ordenación sacerdotal el día 6 de agosto de 1893. Pocos meses permaneció en España después de su ordenación: en diciembre estaba ya cruzando los mares en dirección a África, a Fernando Poo, a donde llegaría el 20 de enero de 1894. Llegaba rebosando salud y entusiasmos misioneros, dispuesto a trabajar por la extensión del Reino de Dios en la tierra.

Estuvo un tiempo de maestro en el colegio de Batete o María Cristina al sureste de Fernando Poo: de allí pasó a Santa Isabel para dirigirse a la misión de Annobón: fracaso el destino por causas providenciales, y en su lugar pasaba a Elobey como superior: antes había estado allí como misionero, y llamado urgentemente por el padre Coll, había desempeñado unos meses el superiorato de Banapá. Elobey fue el gran campo de acción del joven misionero: allí estuvo hasta que las fiebres obligaron a los superiores a llevarlo a otra parte: tuvo lugar el año 1909.

Es difícil resumir su actuación al frente de la misión de Elobey. Atendió a las necesidades de la comunidad, hizo expediciones muy fructuosas, veló por la observancia, aprendió la perfección el pamue y otras lenguas continentales, defendió con tenacidad los intereses de la patria, publicando artículos y mapas para reivindicar los derechos de España en la Cuenca del Muni. Dedicó se muy especialmente a la botánica, ciencia de la que era maestro consumado como lo evidencian varios opúsculos publicados con el fin de hacer propaganda sobre las riquezas de Guinea, y con ellos quitar el ambiente hostil que a la colonia rodeaba. Citemos La Riqueza de nuestra Guinea Continental, Productos Coloniales, Notas de Botánica, Maderas Exportables, etc.

En 1909 dejaba Elobey al ser nombrado consultor CuasiProvincial y superior de Banapá. Al frente de esta importante residencia fue lo que había sido en Elobey, buen superior y buen misionero. Personalmente recorrió todas las misiones e hizo a pie muchas excursiones por la isla. Se había propuesto como norma de su buen Gobierno no enviar a ningún súbdito a una expedición sin haber antes experimentado por sí mismo las dificultades y peligros que ella envolvía. En 1912 fue elegido delegado por Guinea al Capítulo general de Vic: bien pronto el excelentísimo padre Coll le nombró su vicario general delegado para llenar la vacante producida por la muerte del padre Joaquín Juanola, de santa memoria, y el Gobierno general de la congregación, de acuerdo con los informes secretos que de Guinea había recibido, lo escogió también en 1912 como Superior cuasi provincial de aquellas misiones. La congregación y la misión de consuno, cargaban al padre González con obligaciones delicadas, y estaban seguros que él se habría cumplirlas a perfección.

Fue durante estos años, a resultas de las conversaciones habidas entre el padre Coll y el padre González, que se trazó el plan definitivo de campaña: se habló de levantar algunas residencias para llevarlas a lugar más estratégico: se habló de impulsar las reducciones, comenzóse la campaña para catequistas: se activó lo del seminario, acerca del cual tantas dificultades había que vencer. Las cosas fueron tomando forma y en los últimos meses el gobierno del padre Coll estaba ya perfectamente desbrozado para el camino a seguir. Mucha parte del mérito en la elaboración se debía al padre González, cuya experiencia en la misión era tal vez única ya que había sido de los misioneros más aventureros y como superior cuasi provincial podía escuchar las aspiraciones de sus súbditos y las dificultades que les rodeaban.

En 1918, a consecuencia de los informes recibidos sobre la actuación del padre González al frente de la cuasi Provincia, fue reelegido para el mismo puesto. En estás murió el padre Coll, y el Gobierno Supremo de la congregación presentó a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide la terna para el sucesor. Fue escogido el padre González, a quien el difunto prelado había nombrado pro vicario, sede vacante. Se le dio el título Episcopal de Jonopolis. El día de San Andrés, 30 de noviembre de 1918, era consagrado en Madrid por el excelentísimo señor nuncio de su santidad, monseñor Dragonesi.

Cumplidas las atenciones obligadas regresó a Fernando Poo donde fue cantado un solemne te deum. La misión estaba de plácemes; nadie como el padre González podía suceder a un santo, a un hombre del prestigio del padre Coll. Apenas tomó posesión del vicariato, comenzó a trabajar de acuerdo con el plan de campaña elaborado en los últimos años del padre Coll y que era fruto de la experiencia de muchos años de esperanzas y fracasos. Necesitaba fondos y favoreció sin reservas la campaña que en Madrid emprendiera el padre Eusebio Sacristán, y además secundó la moción del capítulo general de 1922, al que asistiera como cuasi provincial de Fernando Poo, de crear una revista de misiones, enviando a España al padre Ajuria, director de la misma. Por cierto que en esta campaña dio pruebas de su celo sobrenatural: obras que comenzaran como locales y destinadas únicamente a las misiones de Guinea como Los Apóstoles de Guinea, como la revista El Misionero, pasaron bien pronto, y con asentimiento del padre González, a ser obras de propaganda general para los misioneros de la congregación.

Siguiendo las instrucciones pontificias, dio auge al seminario de la misión. Funcionó por un tiempo en la misión de Concepción. Antes se había destinado a seminario la misión de Basilé. Por fin quiso dar al problema una solución definitiva y habiendo construido amplios locales en Santa Isabel para el Colegio de artes y oficios que funcionaría por tantos años y con tanto éxito en Banapá, dispuso utilizar el edificio magnífico de esta misión para seminario del vicariato. Tuvo la dicha de ungir sacerdote al P. Sialo, y de ver que aumentaba el número de vocaciones al sacerdocio, de manera que su sucesor pudo ungir a varios más.

En su tiempo se establecieron las importantes misiones de Ebinayong y Nkuefulan en el corazón de la Guinea continental, hasta ahora reducto del paganismo, y en adelante tierra de pan llevar para la Iglesia católica. Trasladó la misión de Elobey a Kogo: en cambio quedó suprimida la misión en Corisco, ya que el número de habitantes de la isla había disminuido mucho: quedó reducida a cuasi residencia la misión de Basilé y la de Batete. La de Cabo San Juan y la de Musola fueron suprimidas. Mucho le ayudó a esta obra de organización el conocimiento que tenía del vicariato, conocimiento detallado, que cada día perfeccionaba con sus inacabables viajes, que hacía casi siempre a pie: no es exageración afirmar que conocía palmo a palmo el terreno del vicariato.

Otra obra grandiosa concibió para las jóvenes que sentían llamamiento a un estado de perfección: viendo las dificultades que había para llevarlas a España, trató de establecer con ellas una asociación con el título de Oblatas de María Inmaculada: les dio por escrito un reglamento que fue publicado: comenzaron a prestar grandes servicios a la misión. Convencido de que tenían verdadera vocación al estado religioso, las convirtió en verdadera congregación.

El colegio y salón de Santa Teresita en Santa Isabel es otra de las obras que inmortalizarán al padre González: quiso con esta obra formar entre la sociedad femenina de la misión un grupo de jóvenes bien educadas, con un fundamento sólido de piedad y conocimientos religiosos. Fue el último paso en el largo camino que para conseguir la rehabilitación de la mujer de Guinea habían tenido que recorrer nuestros misioneros.

Exonerado del cargo de superior casi provincial en 1923 pudo dedicarse con más ahínco a la organización del vicariato. Celebró Sínodo en Santa Isabel: favoreció las empresas de sus misioneros: impulsó los estudios lingüísticos y etnológicos, habiéndose publicado algunas obras maestras en su tiempo. Escribió multitud de pastorales y circulares: pudo ver terminada la catedral de Santa Isabel, una verdadera gloria de la misión católica. Favoreció en los colegios e internados de las distintas misiones que el vicario tenía establecidos. Cooperó espléndidamente y aún con sacrificios pecuniarios al éxito de las exposiciones misionales en Birmingham, Colonia, Barcelona y Roma.

Hacía años que la salud del prelado de Fernando Poo estaba desmejorado a ojos vistas. Temporadas largas tenía que pasar en España en búsqueda de climas benignos: tuvo que someterse a algunas operaciones de las que salió muy mejorado.

En 1934 hizo el último viaje a España. Sus misioneros se lo reclamaban para que atendiera a su importante salud. Con pena vieron que regresó a Santa Isabel sin que la reacción que esperaban en España se hubiera presentado. El fin se adivinaba. El día 20 de marzo de 1935 amaneció ma. El médico informó muy desfavorablemente acerca de la condición del ilustre paciente. Con gran lucidez recibió los sacramentos, hizo la profesión de fe y la profesión religiosa. Pidió perdón a cada uno de los presentes y a todos quiso dar un abrazo de despedida. Finalmente durmió en el Señor dejando sumidos en la más profunda tristeza a sus misioneros, a las religiosas oblatas, a sus seminaristas y a los fieles de su vicariato.