José Xifré

  1. JOSÉ XIFRÉ

Cofundador y Superior General

 

Sumario

            Nació en Vic (Barcelona – España) el 18 de febrero de 1817. Ingresó en el seminario de su ciudad natal en 1829. Recibió la ordenación sacerdotal en Roma el 16 de febrero de 1840.  Fue uno de los cofundadores de la Congregación de Misioneros y Superior General, elegido el 1 de mayo de 1858 y reelegido en los Capítulos Generales de 1864, 1876 y 1888.  Hombre de espíritu generoso y rectilíneo estuvo movido por un idealismo nobilísimo acompañado de una energía y entrega extraordinarias. Su inteligencia estuvo siempre al servicio de la fe; su voluntad al servicio de la virtud y su corazón al servicio del ideal. Fue un hombre de fe profunda y un enamorado de la Congregación y de la Iglesia. Director espiritual del P. Fundador se relacionó con él continuamente desde 1858 hasta la muerte del Santo para pedirle consejo sobre numerosos asuntos de la Congregación. El P. Xifré le impuso el mandato de escribir su Autobiografía (cf. Aut 1), documento de valor incalculable para conocer la vida de Claret y el espíritu claretiano. Tras una vida misionera intensa en el gobierno de la Congregación murió santamente en Cervera (Lérida – España) el 3 de noviembre de 1899. Dejó una impronta profunda en la marcha posterior de la Congregación después de trabajar incansablemente por su expansión y desarrollo.

            Además de sus numerosas circulares, publicó el Cleri socius (1867), el Espíritu de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (1892), El auxiliar de los Misioneros (1892‑1893) y un tratado sobre La gracia divina (1899). Durante su generalato se inició la publicación del Boletín Religioso, que luego se convirtió en Anales de la Congregación y también la revista mariana El Iris de Paz o El Inmaculado Corazón de María, que había comenzado siendo el Boletín del Corazón de María.

            Una de sus grandes preocupaciones fue estimular la fidelidad a la vocación y el amor a la Congregación. En la circular Ser fieles a la voca­ción y en el citado Espíritu de la Congrega­ción exhorta a ellas y da orientaciones para ayudar a los hermanos a superar algunas dificultades vocacionales.

            Su gobierno constituyó una etapa decisiva para la historia del Instituto de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María; fue muy rico en iniciativas y realizaciones. La expansión y la consolidación del Instituto durante este período fueron formidables. El P. Xifré comenzó su generalato con una sola casa‑misión, formada por doce miembros. A su muerte dejó el Instituto perfectamente organizado, con su doble personalidad civil y religiosa, con 1.782 miembros repartidos en 61 casas de España, Italia, Portugal, Guinea Ecuatorial, Chile, México y Brasil.

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 Gobierno

            Su gobierno constituyó una etapa decisiva para la historia del Instituto claretiano; fue muy rico en iniciativas y realizaciones. Durante él la Congregación se consolidó grandemente y creció de un modo espectacular.

En 1861 se crearon el Noviciado y el Escolasticado en Vic. Se establecía el Noviciado para Padres y Hermanos. Los estudiantes que comenzaban a afluir plantearon un problema difícil de solucionar. El P. Xifré dio los primeros pasos para resolver algunos de estos problemas, principalmente el de la admisión de los jóvenes estudiantes. El P. Claret, que siempre vio con cariño y simpatía el Noviciado y Escolasti­cado de Vic, escribió para ellos en 1862 el Reglamento. Ese mismo año el P. Xifré escribía una Instrucción, considerada el primer documento de promoción vocacional en la Congregación.

Las relaciones con el P. Fundador fueron frecuentes y muy fructuosas. El P. Claret siguió muy cercano e incluso se hizo presente en la Congregación a pesar de sus deberes como arzobispo y confesor real. Visitó las casas de Vic y Gracia en 1859, 1860, 1862, 1864 y la de Segovia durante sus estancias veraniegas con la Reina en La Granja. En estas visitas convivía con los misioneros como uno más. Fue el P. Xifré quien pidió al P. Fundador, en virtud de la obediencia, escribir la Autobiografía para contribuir a la formación de nuevos apóstoles. La redactó en Madrid y se la entregó personalmente al P. Xifré en un viaje que hizo a Vic en 1862.

A partir del Capítulo General de 1862 se adoptaron el juramento de permanencia, la consagración y los votos simples, reconociéndose a los Estudiantes como nueva categoría de miembros en la Congregación. En 1865 fue introducida la fórmula de la profesión religiosa y se promovió que todos los miembros de la Congregación la hicieran. El mismo P. Claret la hizo al final de su vida, el 8 de octubre de 1870, en Fontfroide (Francia), de manos del P. Xifré.

La aprobación civil del Instituto, necesaria para consolidarse en el futuro en España, se consiguió pronto, el 9 de julio de 1859. Pío IX fue el Sumo Pontífice que dio la aprobación del Instituto al aprobar las Constituciones ad experimentum el 22 de diciembre de 1865. La aprobación pontificia definitiva fue hecha pública el 11 de febrero de 1870.

Las primeras fundaciones de América fueron en Chile. El 13 de diciembre de 1869 salieron los primeros misioneros hacia Santiago de Chile. Al frente iba el P. Pablo Vallier. Una vez instalados, el P. Xifré les visitó pronto. Llegaría a realizar un total de tres visitas a los misioneros de Chile. El P. Vallier extendió la Congregación en Chile fundando también en La Serena en 1873. En 1876 se le nombró Visitador.

Se aceptó el ministerio de la enseñanza por indicación del P. Fundador. Cuando las autoridades civiles españolas concedieron en 1885 la autorización para enseñar, la Congregación ya contaba con escuelas en Segovia (España, 1884), Toluca (México, 1884) y Gracia (España, 1885). Los años siguientes se establecerán otras escuelas en casas de España como las de Zafra, Alfaro, Calatayud, Medina de Rioseco, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Almendralejo y alguna más. El P. Fundador había pensado en los Hermanos para llevar este ministerio, pero el P. Xifré creyó más conveniente destinar también a los Padres.

Tanto el P. Fundador como la Congregación sufrieron serias persecuciones. Durante la revolución del 1868, el P. Fundador se exilió a Francia y el P. Xifré tuvo que atravesar los Pirineos para buscar alojamiento donde poder reunir a los miembros dispersos a causa de la persecución desatada contra la Iglesia. Se encontró una casa de alquiler en la pequeña población de Prades que el 2 de febrero de 1869 se convirtió en el centro y corazón del Instituto. Más tarde se fundó el centro formativo de Thuir (1871). A la casa de Prades llegó el 23 de julio de 1870 el P. Fundador. El ya veía proféticamente esparcida la Congregación por todo el mundo y presintió que su muerte estaba cercana. Pero muy pronto, el 6 de agosto, tuvo que abandonar a los suyos, exiliándose en el monasterio cisterciense de Fontfroide, junto a Narbona. Después de varios días de terrible incertidumbre y de lenta y penosa agonía, el P. Claret entregó al Señor su alma en dicho monasterio el 24 de octubre de 1870.

Magisterio

            El magisterio congregacional del P. Xifré fue muy amplio y variado. Dirigió a la Congregación numerosas circulares tratando los temas fundamentales de nuestra vida claretiana; también escribió otras cartas como respuestas a circunstancias concretas en que vivía la Congregación en aquel momento. Escribió asimismo varios libros para orientación pastoral de nuestros hermanos y sobre todo el importantísimo libro Espíritu de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Lo redactó para los misioneros de la Congregación con el deseo de ayudarlos a ser «dignos de vuestro honroso título y ministros idóneos de la Divina Palabra». Y añadía en el prólogo: «Con él anhelábamos infundiros el espíritu de un Hijo del Corazón de María».

            La Congregación obra de Dios

            Es el punto de partida y el fundamento esencial de su mensaje que establece en el libro el Espíritu de la Congregación. El P. Xifré era un hombre de una fe profunda y firme que creyó que la Congregación era una obra de Dios, trabajó por ella y la amó hasta la muerte. Nos dirá que es obra de Dios porque «la Congregación tiene por fundador al Excmo. Sr. Arzobispo D. Antonio María Claret, el cual, en su ardiente celo de procurar la gloria de Dios y la salvación de las almas, des­pués de haber recorrido, cual otro P. Ávila, muchas ciudades y pueblos de la Península e islas Canarias, fue inspirado de Dios para fundar un Instituto o Congregación, con el título de MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA» (5, p. 9). El plan del P. Fundador fue fundar una Congregación que, con el título de Hijos del Corazón de María, tuviese por objeto el procurar la gloria de Dios, la santificación de sus individuos y la salvación de las almas en todo el mun­do. En prueba de ello, «aducimos los afectos y propósitos que hizo en su oración el día en que el Dador de todo bien le inspiró esta idea: Ayudado de vuestra gracia, decía a Dios y a la Santísima Virgen María, y de los compa­ñeros que me destinéis, formaré esta Congregación, de la cual yo seré el último y el criado de todos; y por lo mismo les besaré los pies, les serviré á la mesa, y me tendré por muy dichoso de ejercer estos oficios» (4, p. 13).

            Fidelidad a la vocación

            La fidelidad a la vocación no es una simple permanencia en la misma hasta la muerte. Ser fieles no es solo un concepto de tiempo, sino de calidad de vida. La fidelidad vocacional implica que el misionero lleve una vida santa, se conforme a ella según sus más radicales exigencias y esté adornado de las virtudes que corresponden a su vocación. Jesucristo y los Apóstoles son los modelos a seguir si queremos ser fieles a la vocación, superar las dificultades que se opongan a la misma y conseguir el verdadero celo apostólico. Jesucristo nuestro Señor que nos llamó y nos envía, ha de ser nuestro modelo, nuestro maestro, nuestro médico, nuestro Padre, amigo y refugio. Los apóstoles sin pararse ante las dificultades, ni amedrentarse por las amenazas ni sacrificios, incluso el de la vida, hicieron resonar su voz por toda la tierra; y después de haber llenado el objeto de su vocación, recibieron el eterno galardón que se les había prometido.

            Amor a la Congregación

            Los buenos hijos de la Congregación han de amarla con todo el corazón, con afecto, cariño, y entrega. Han de amarla como a una madre porque ella es como nuestra madre de la que hemos recibido innumerables bienes tanto materiales como espirituales. Ha sido inmenso lo que la Congregación ha hecho con cada uno de sus hijos sin reparar en sacrificios. Para corresponder a este amor sacrificado hemos de ser fieles a ella, cumplir las Constituciones de la Congregación y cultivar las virtudes que necesita el misionero.

BIBLIOGRAFÍA

  1. PALACIOS, J. Mª. Notas históricas sobre la formación en la Congregación, Roma 1997.
  2. RIBERA, R. El Rmo. P. José Xifré (biografía), Vic 1917.
  3. SANZ, V. Huellas de Claret, Madrid 1997.
  4. XIFRÉ, J. Espíritu de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (EPC), Madrid 1892.
  5. XIFRÉ, J. Circulares en EPC, II parte, y en ColCC.