Domingo Solá

  1. DOMINGO SOLÀ VIVES, Misionero Claretiano

Nació en Igualada (Barcelona, España) el 7 de febrero de 1844, y en su ciudad natal cursó latín y humanidades. Iniciados los estudios eclesiásticos en el seminario de Vic, allí conoció a los misioneros, e ingresó en la congregación el 2 de enero de 1865, cuando cursaba el segundo año de teología. En marzo del año siguiente emitió la profesión tal como se hacía entonces: juramento de permanencia y votos privados. Durante el año de prueba tuvo la suerte de convivir varios meses con el Fundador, separado temporalmente de la corte, en julio de 1865, a causa del reconocimiento del reino de Italia. En septiembre de ese año, estando vacante la sede de Vic, Claret confiere órdenes a un numeroso grupo de seminaristas, entre los cuales Domingo Solà recibe la tonsura y las órdenes menores; este dato se ha discutido, debido a que el P. Solà no lo menciona en sus notas personales sobre “gracias que le ha otorgado el Señor”, pero el P. Rosendo Ramonet, que vivió varios años con el P. Solà en Madrid, lo deja bien claro en la Necrología que le dedica en Anales de 1924.

            Al estallar la revolución de 1868, pasó a Prades, donde, en el verano de 1870, disfrutó nuevamente de la fugaz compañía del Santo Fundador. Recibió el presbiterado en Thuir en diciembre del mismo año. En 1875, para sustituir al P. Bernardo Sala que ha regresado a su orden benedictina, el P. Domingo Solà es nombrado consultor y secretario general de la Congregación; como tal participa en el capítulo general de 1876, en el que de nuevo es elegido para ambos cargos; actuó también como secretario del capítulo.

            El 31 de agosto de 1877, procedente de Thuir, funda con otros cuatro misioneros la primera casa de la Congregación en Madrid,  C/ Toledo, frente a la colegiata de San Isidro, principal iglesia de la capital (Madrid aún no era diócesis), donde la comunidad ejercerá primariamente el ministerio; allí pasa sus temores por inseguridad en la predicación  y por ciertos escrúpulos para confesar. Una tarea importante de la comunidad fue recoger la biblioteca y demás pertenencias del P. Fundador, custodiadas desde nueve años atrás por las Carmelitas de la Caridad y por el sacerdote D. Francisco Besalú.

 En 1880 le encontramos de nuevo en Thuir como superior, y de allí parte para Gracia con la numerosa comunidad, expulsada por el gobierno francés. En Gracia continúa con el cargo de superior, además de consultor y secretario general. Y en Gracia le toca vivir, en septiembre de 1883, una crisis o convulsión interior nunca del todo aclarada. Aceptada por la Congregación la misión de Fernando Póo, el P. Xifré dio su nombre a Propaganda Fide para que encabezase la primera expedición, con el cargo de Prefecto Apostólico. Pero tal nombramiento parece haberle causado un auténtico ataque de pánico o una gran crisis espiritual indescriptible; peregrinó a Fontfroide para obtener luz orando ante la tumba del Fundador… El bloqueo no desapareció y, al parecer, rechazó el nombramiento, lo que el P. Xifré interpretó como desobediencia y reaccionó con la  expulsión de la Congregación, decisión que no puede haber sido sino “precipitada” y de dudosa validez en cuanto a la forma (¡el P. Solà, como consultor, debía participar en la toma de tal decisión por el Consejo General!) y “transitoria”, pues el P. Solà fue readmitido de inmediato. Superada la crisis y recuperó la serenidad, antes de un mes, exonerado de sus cargos de secretario y consultor general, aceptó la gran responsabilidad de la primera fundación en Méjico (Toluca), donde le sitúa el catálogo de 1883. En aquella república, en pocos años, fundó las nuevas residencias de Jesús-María, San Hipólito, Guanajuato, León y Puebla de Los Ángeles.

En 1899 regresó a España, y fue nombrado superior de Barbastro. El capítulo general de diciembre de ese año le elige nuevamente consultor general. Tras residir unos meses en Santo Domingo de la Calzada, curia general, le encontramos nuevamente en Madrid como superior local. Allí vio cómo la congregación levantaba la nueva casa de la calle del Buen Suceso, pero no llegó a instalarse en ella por el momento, pues en el verano de 1906, cuando la comunidad de Madrid pasaba a este nuevo inmueble, el P. Solà pasó a Aranda de Duero, nueva residencia del gobierno general y de los sacerdotes del año de pastoral. El capítulo de 1912 le reeligió consultor general y al año siguiente pasó al nuevo emplazamiento de la curia, en Madrid-Buen Suceso. El capítulo de 1922, celebrado en Vic, respetando sus canas, le liberó ya de responsabilidades. Al concluir dicho capítulo un ataque de apoplejía le impidió regresar a su comunidad de Madrid, y falleció en la casa de Gracia (Barcelona) el 13 de diciembre de 1923. Con él desaparecía uno de los grandes de la Congregación, y casi se extinguía la generación de los misioneros que habían tratado de cerca al Fundador.

En sus años de Aranda de Duero, el P. Solà compuso un amplio tratado de espiritualidad claretiana, que tituló El perfecto Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María. La obra recibió el nihil obstat en 1911 pero no llegó a editarse. Sin embargo fue muy conocida y usada por los formandos de aquel colegio máximo, ya que solía estar en la capilla a disposición de todos. Entre otras cosas, contiene un sabroso comentario a la Definición del Misionero.