FEBRERO

19

 

1858. Tiene una seria entrevista con la Reina, en la que le plantea, a modo de ultimátum, su cese como confesor si no despide al favorito Ruiz de Arana.

1860. Inicia en la iglesia de Montserrat un triduo de predicación de desagravio con motivo del carnaval.

1862. Comienza Ejercicios Espirituales a señoras en la iglesia de Montserrat (Madrid). Mientras tanto, está ocupado en redactar su autobiografía.

PRIMERA EXPANSIÓN (1870-1899)

Fundación de Spoleto (ITALIA)

El 19 de octubre de 1896 el P. Jerónimo Batlló, acompañado del H. Ramon Otal y de D. Nicolás N., misionero de la Preciosísima Sangre o Bufalino, visitó primero el convento e Iglesia de San Felice obispo y mártir situado en la parroquia de Giano, arzobispado y provincia de Spoleto (Perugia), y el santuario de Nª Sª del Fosco, distante 4 kms y ½ de S. Felice. Ambos santuarios habían pertenecido a los PP. Bufalinos. El P. Xifré ya había ido a verlos por sí mismo en compañía del P. Batlló, aunque no pudo visitar el santuario de la Virgen del Fosco por no permitírselo sus achaques. El 17 de marzo, la Congregación de OO. y RR. aprobó el convenio de cesión y el 6 de abril de 1897 en el tren de las seis de la mañana marcharon a Spoleto el P. Antonio Naval y los Hnos. Angel Salas y Julián Escudero, llegando al Santuario del Fosco el día 8 por la tarde. Debido a las dificultades encontradas se suprimió la fundación apenas un año después.

Gregorio Martínez de Antoñana, CMF

Misionero y liturgista (1885-1971)

Santa Cruz de Kanpezu (Álava, España). Liturgista y escritor. La primera parte de su vida trascurrió como profesor de Teología y colaborador de la revista Ilustración del Clero (1911-1918). De 1934 a 1939 vivió en Roma donde perfeccionó sus estudios de Derecho en la Universidad Gregoriana y entró en contacto con los movimientos litúrgicos romanos. De 1939 al año de su fallecimiento (1971), el P. Antoñana se dedicó por completo a los estudios litúrgicos y a su divulgación pastoral desde la comunidad de Buen Suceso 22 de Madrid. Ignacio Oñatibia, insigne liturgista guipuzcoano, llegó a decir de él: Hay que descubrirse ante la ejemplaridad de una vida vocacionada al estudio como la del padre Antoñana. A sus 85 años de edad se retiró a la comunidad alavesa de Agurain donde falleció el 13 de febrero. Su obra más conocida fue Manual de Liturgia Sagrada (1921), con diez ediciones, y los misales de Antoñana, que también conocieron diversas ediciones.

Biografía

Plenitud del descubrimiento vocacional

Desde que se me pasaron los deseos de ser Cartujo, que Dios me había dado para arrancarme del mundo, pensé, no sólo en santificar mi alma, sino también discurría continuamente qué haría y cómo lo haría para salvar las almas de mis prójimos. Al efecto, rogaba a Jesús y a María y me ofrecía de continuo a este mismo objeto. Las vidas de los santos que leíamos en la mesa cada día, las lecturas espirituales, que yo en particular tenía, todo me ayudaba a esto; pero lo que más me movía y excitaba era la lectura de la Santa Biblia, a la que siempre he sido muy aficionado (Aut 113).

Había pasajes que me hacían tan fuerte impresión, que me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía. Muchos eran estos pasajes, pero singularmente los siguientes: Yo te he tomado de los extremos de la tierra y te he llamado de sus lejanas tierras (Is XLI, 9) (en estas palabras conocía cómo el Señor me había llamado sin mérito ninguno de parte de patria, padres ni mía), y te dije: Siervo mío eres tú, yo te escogí y no te deseché (Aut 114).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

 

Claret, después de una larga búsqueda, por fin, encuentra, a la luz de la Palabra, su identidad vocacional misionera.

  • ¿Cuáles son los medios que te han ayudado a descubrir tu vocación misionera?
  • ¿Qué textos de la Sagrada Escritura son los más importantes para ti?

 

“Hay que saber, por lo tanto, releerlo y re-expresarlo en cada momento histórico
y en los distintos contextos culturales, para que pueda seguir siendo significativo
y portador de vida para quienes han sido agraciados con él
y para quienes deben recibir los frutos de la acción misionera que suscita.”

(Josep M. Abella Batlle, Testigos y mensajeros del Dios de la vida, 3)